sábado, 31 de enero de 2015

De ansias y sosiegos. Último sábado de Enero.


31. El ruido del silencio.

“Cuando hacia Ítaca emprendas el viaje, pide que tu camino sea largo y rico en aventuras y experiencias”.
(Cavafis)


Recalé en Málaga, todavía no sé porqué. Una vez metida en el coche, con un par de maletas y algunas cajas de libros en el maletero, tomé la primera carretera que se me puso a tiro, no me gusta mucho conducir, ni me he preocupado nunca por saber al dedillo la red de carreteras o autopistas, con lo que iba tomando las vías que estaban más a  mano y me provocaban menos nervios.
No era muy experta al volante, Raúl no dejó nunca, o en rarísimas ocasiones que cogiera el coche y la experiencia de conducir hasta el primer centro comercial o a la peluquería no era suficiente.
Y así, tras varias paradas para tranquilizarme o tomarme una cerveza, llegué a Málaga. Al mar.
Faltaban todavía un par de semanas para que comenzara el verano, pero la ciudad me recibió con un abrazo de calor que casi había olvidado. 
Ya anochecía, por lo que me instalé en uno de los primeros hoteles que vi, cerca del puerto.
Mi primera noche del futuro.
Sola.
Subí a la habitación lo imprescindible, el coche, con todo lo que en ese momento contenía mi vida, estaba a buen recaudo en el aparcamiento del hotel.
Me di una ducha larga. En el camino soñaba con pasar un buen rato sumergida en la bañera, con dejarme mecer por el agua, allí, recogida, como en un útero invulnerable y calentito, pensar despacio, lento, en todo lo que había pasado días antes y en lo que podría pasar en los días venideros.  Repasar mi vida, subrayar los errores, destacar los vacíos para rellenarlos cuando pudiera. Parar, detenerme y coger aire.
Pero no tuve paciencia. Dejé que el agua fresca cayera sobre mi cabeza, me abracé con fuerza y lloré mucho tiempo.
Lloré por mi madre, tan lejana ya. Por mi padre, perdonándole al fin. Por mi marido, por si en algún momento pensó honradamente en sacarme del infierno. Por si fue sincero y noble en alguna ocasión. Lloré por mi orfandad vital.
 Me dejé llorar.
Luego me envolví con la toalla grande y blanca del hotel, aparté la colcha, me metí en la cama y apagué la luz.



Tuve un descanso largo y gozoso.
Sin sueños.
(De El ruido del silencio).
Nota. Amigos, nos despedimos de Enero. Fijaos, ya ha pasado un mes desde que, avanzando rápido, casi histérica, con mis zapatillas de huir, el primer dia de este año, me hice el propósito de charlar un ratico a diario. Un mes. Vamos a por Febrero, es más corto, pero también hay cuestas. Y escarpadas.
Acabo de subir una que me ha dejado el cuerpo desmadejado y el alma herida. He estado a punto de romper con todo lo que ahora me trae algo de sosiego y paz y alegría y motivación a mi vida. Porque me he quedado sin ella. Pero después de tomar un café y mirar a los ojos al camino, he decidido continuar. No se debe tirar la toalla. Ya os hablaré algún dia, cuando el dolor sea más liviano, de este recodo traidor que me ha dejado sin aliento.
Pero hay que continuar. Todos. 
Ahora os necesito para caminar juntos un trecho. Luego, poco a poco, os podéis adelantar algo y dejar que avance sola.
"Y es que guardé una tarde de sol, para cuando me hiciera falta".








2 comentarios:

  1. Hoy robo unos versos a Juan Ramón Jiménez. Dejo descansar a Platero. Y a Haro, al que tu comparabas con él. Y los robo para ti.Los transformo. Amor se trueca en vida y esperanza.
    ¡Cuanto tardas en salir,
    sol de hoy, sol de hoy
    ¡Sal, que me ahogo!
    ¡Que parece que me está
    reteniendo el corazón!
    ¡Sal, que me ahogo!

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