miércoles, 21 de enero de 2015

De ansias y sosiegos.. Miércoles 21.

1. Mañana de lavandería.


     Había que lavar la ropeja de la familia.
     Sigo con la lavadora rota y sin la más mínima intención de llamar al técnico.
     Me he enviciado en evadirme una hora. Me voy a la lavandería, que la tengo a unos diez metros de casa, me llevo un libro, mi libreta, mi móvil y una hora para mí sola, mientras la ropa da vueltas y vueltas, contenta con su día de fiesta, con su excursión al extranjero.  




     Suelo ir cuando, he comprobado, no hay nadie, y allí, sentadita, con un oblicuo rayo de sol cruzándome la espalda, como una banda de honor, como si hubiera resultado la reina del lavado y secado en la semana blanca; allí, digo, leo un buen puñado de páginas del libro, anoto alguna idea para el proyecto "365 días", o envío wasaps pendientes.
     En alguna ocasión ha entrado un padre separado con las sábanas del fin de semana de los niños o una mujer para secar el edredón de plumas, porque en casa no hay manera. Unos se quedan hojeando una revista, otros se van a hacer recados mientras el tiempo que dura la operación.
     Yo no. Yo me quedo.
     Tan ricamente.
     Sola.
     Con mi rayo de solecico y mis lecturas. No me entra azogue ni ná.
     Sin recochura.
    Si es verdad que, en calefacción, no se gasta mucho la empresa. Esta mañana me he dirigido a las dos cámaras que vigilan a ambos lados del local y les he dicho que, si pueden, le den un tiento al programador porque no podía ni pasar la página del libro. Estaba como amortajá.
     Que me dio un gusto de muerte doblar luego la ropa, tan calentita, después de revolcarse a sus anchas en la secadora.
    Me acuerdo, siempre que voy, de la frase de Julio César: veni, vidi, vici.
     O sea, que llego, lavo y me voy con la ropa dispuesta al uso. Vici.
     Un triunfo.
     Pero como, de puro buena, soy tonta, por la noche lavo algo a mano y lo tiendo con mimo, más que nada para que no digan las vecinas y para que mis pinzas no se sientan inútiles, jubiladas.
     Que para jubilado, ya tengo uno.
     ¡Ay, Virgen del amor hermoso!

Imagen tomada de la red.

4 comentarios:

  1. Je, qué gusto! Cada cosita podemos convertirla en algo placentero

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  2. Eso se intenta querida Inma. Y cada vez es más necesario. Un besote.

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  3. ¡Ay, Virgen del Amor Hermoso!. Que sufrida es esta chica. Maltratadora de tejidos. Con el frío que hace, los saca de paseo, luego los calienta, los marea en esas máquinas infernales. Ella, no, ella con su libro, sus ojos dispuesto a ver, trajinando nuevos escritos... Y las bragas y calzoncillos juntos, sin haberles pedido opinión. !Ay, Virgen del Amor Hermoso!

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  4. Pues no sabes lo que disfrutan, que lo noto. Un besote amiga y, cualquier día, me acompañas en la aventura. Verás que bien. Abrazos en remojo.

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