miércoles, 7 de julio de 2021

Abuela de verano. Cuando la felicidad se duplica.

     Julio hermoso, de este año hermoso.


Eneko y Martina

     Mi nieta Martina se quiere unir a la algarabía y el misterio de nuestra Villa Favorita, y llega una mañana con su pequeña maleta y su oso Viernes. Con su sonrisa y sus abrazos calentitos.

     La felicidad se duplica. Los cuentos, antes del anochecer, tienen ahora un público más cómplice. El eco de los aplausos se oye durante más tiempo. Hasta que la luna derrama su capa blanca y suave sobre sus cuerpecitos dormidos.

     La casa bulle con sus risas. Los cojines bordados ruedan ahora, libres, por el suelo y por los escalones que suben a la buhardilla. Los cuentos, se abren por todos lados. Los colores de las acuarelas y las ceras  decoran rincones que desconocía.

     Recuerdo ahora un mes de diciembre, cuando escribí una entrada en esta casa, anunciando mi alegría:

http://pardocastroeloisa.blogspot.com/2017/12/las-aventuras-de-martina-y-eneko.html-

     Desayunamos sentados en el suelo, debajo de la parra, inventando alguna historia, luego iremos a la calle a descubrir aventuras; yo, con mi sombrero de buscar poemas de nietos y abuelas locas; ellos, con sus mochilas repletas de inocencia y sueños.




      Me piden, para comer, albóndigas amarillas y un helado gigante de nubes. 
     Después, durante la hora mágica de la siesta, en un silencio deseado, escribiré este comentario. 

viernes, 2 de julio de 2021

Abuela de verano. Mi hombre rubio.

 

Una amable reseña de un amigo poeta.

 


Querida amiga Eloísa:

      Despacio y con buena letra, he ido leyendo tus libros, que me han recordado en algún momento aquel drama que ya tratabas en el "membrillero" que te publicó la BAM. La destrucción o el amor, ya lo proclamó Aleixandre: lo erótico y lo tanático entrelazados como dos buenos amantes. "Besos de nitroglicerina en el corazón" me ha conmovido por esa dolorosa experiencia que narras en él. 
     El recurso del diario estructura, su profunda naturaleza confesional, marca su espontaneidad expresiva, y eso hace que la contundencia de la primera persona sea mayor, porque hace más visibles las cicatrices de la herida. Habla de frío y de dolor, de sed y de lágrimas, de estar muriéndose por dentro, y esa naturalidad y sencillez con que abordas el escabroso asunto del cáncer resulta muy turbador, pero al final se tiene la sensación como de regresar, renovado, de algún infierno interior...




     Otro tanto podría decirte de "Piel", que veo escrito con el mismo aliento y bajo las mismas circunstancias, pero con frescura y sin caer en el patetismo, que dado su tema podría ser un riesgo. Tratar un tema tan serio sin caer en ningún énfasis melodramático ya me parece todo un acierto. Los últimos poemas dedicados a la muerte de tu madre son un nuevo ejemplo de ello, pues transmiten la emoción de una manera natural y directa. Algunas veces golpea la evidencia del dolor y del miedo, la dura travesía por "desiertos y naufragios", golpean las cicatrices que ha dejado la herida, esa necesidad de huir o de "salirse de la obra...", pero en general los poemas adquieren un tono amable y hasta vitalista, y algunos poseen ciertos toques de sensualidad y hasta de rotunda carnalidad, se trata de ese tipo de poemas que sólo una mujer puede escribir desnuda delante de un espejo... Me resulta sugerente también ese jugueteo metapoético, y hasta erótico a veces, con las palabras, esa forma de coquetear tan femeninamente con el poema como si de un amante se tratara... Pero subrayo, por ejemplo, uno que tiene aires de cuento (páginas 78-79), o ese poema en el que asocias tu vida a la máquina de escribir de tus quince años. Yo también escribí muchos poemas, a esa edad, con las teclas "rencorosas" de una Lettera 32 que todavía conservo. Por eso me emociona ese poema y me identifico con él.



      En "Los pecios del naufragio" me ha parecido ver que ya das por superada la crisis. Todavía, a veces, se te ve asomada "al borde del precipicio" y se te ve escupiendo angustia y masticando desolación y soledades, con la espalda vencida de mirarte las derrotas, según dices tú misma, pero creo que de ese anterior naufragio has decidido quedarte con los pecios. El título lo proclama. Las zapatillas "de huir" suenan como a recuerdo del pasado, y ya resultan "borrosos los deseos suicidas...", se impone un espíritu distinto, un deseo de levantarse "con ganas de volar", y la alegría de esa niña con coletas resulta muy contagiosa. En versión prosificada, o en versión haiku, o en versión poemática convencional, veo que tu voz ha ido madurando al mismo ritmo en que tus heridas vitales se han convertido en cicatrices.

 
      A tus sesenta y cinco años ¿o eran 33?, con tus tres hijos y casi todos tus sueños cumplidos, espero que muy pronto consigas plantar ese árbol que te falta. 
     Un fuerte abrazo

Pedro A.

(Pedro Antonio González Moreno, poeta de Calzada de Calatrava)
Agradecida por sus palabras.