domingo, 28 de junio de 2020

¿Cómo puede pasarme esto a mi?


    Mi participación para el magnífico grupo arteinvent (InventArte), que cierra, con estos vídeos, la temporada. 
   A la vuelta, seguiremos acompañándolos en la Plaza del Laberinto, en Leganés Norte, con el trasiego de libros, performances, apoyo a la biblioteca Gloria Fuertes y demás actos culturales. 
    El último sábado de mes. A media mañana. Un montón de gente guapa.
   Y yo, desde aquí, me quito el sombrero ante su tenacidad y savoir faire.
    Un abrazo amigos y feliz verano.

  (Esta historia, pertenece a mi libro de relatos Galería de trampantojos).

   Pincha aquí, si lo deseas.

https://www.facebook.com/watch/?v=190942989007342




viernes, 26 de junio de 2020

Ansias y sosiegos.

Voy a cumplir sesenta y cinco años.
Pronto.
Ayer tenía treinta y tres.
Lo recuerdo bien porque fue cuando me quedé embarazada
de mi tercer hijo.
Me acuerdo que hacía la compra
siempre en el mismo sitio.
Y me veo peinándome con dos trenzas
que luego me colocaba alrededor de la cabeza,
como si me coronara a mi misma.
Ayer era feliz y no lo sabía.
Voy a cumplir pronto sesenta y cinco años.
Ahora compro en otro sitio.
No me entretengo ni hablo con vecinas.
Camino rápido y llevo sombrero.
Le cuento a Chewie mis ansias.
Chewie es mi perro.
Me pinto las uñas de rojo
por ver algo de color al despertarme.
No me gusta la hora de la siesta.
No tengo espejos. No fumo.
Tengo canas y una caja llena de fracasos.
Tengo cada noche una pregunta nueva
y estoy deseando que me mientas.

lunes, 15 de junio de 2020

La terquedad de la tristeza





Se anuncia ya el comienzo del verano. Llega con el relato de la primavera sin hacer, apenas puesto el título encima de la hoja.
  Aún era invierno cuando cerré la puerta. Con todos los proyectos escritos en verde en mis cuadernos de vida. Con la chaqueta de entretiempo en la percha.
   Y, ahora, irrumpe el calor del sol y la algarabía. El tiempo del gozo y del oleaje, de los brazos al aire y de uñas decoradas, asomando entre las tiras de las zapatillas de baile.
   Tumbada en la cama deshecha contemplo en la pared mi colección de sombreros, pespunteados por los guiones de luz que dibuja la persiana. Me levanto y los cuento. Cuarenta y ocho.
   Tengo cuarenta y ocho sombreros. Los coloco de nuevo, alterando el orden: a mano, los festivos; más arriba, los de paño oscuro para los días imperfectos. Voy preparando, poco a poco, la casa para el tiempo de la piel aceitada y los pies descalzos. Me engaño, a sabiendas de mis manos frías y de mi corazón cobarde. 
   Mantengo las persianas bajadas para no ver, para dejar encerrada esta noche que no se acaba nunca, que me abraza la garganta y me niega el disfrute. 
    Los sombreros me llaman.
  Cierro la puerta y me envuelvo, obediente y derrotada, en toda la tristeza que me arrastra.

martes, 9 de junio de 2020

Nocaut técnico.




Esta mañana, me he duchado a las 7,45 h. A la misma hora de aquel nueve de junio de hace ya veintidós años. Estaba en un hospital y me esperaba una pelea, cuerpo a cuerpo, con el cáncer. Dicen, digo en el poema, que salí victoriosa. Pero no es verdad. Fue un golpe bajo. Un antes y un después. Estoy aquí. Gracias a la vida. Pero, aquel día, tiré la toalla.
Tengo una cicatriz en el pecho izquierdo,

estoy marcada por la noche
y por el ruido.
Elijo los vestidos con cuidado
para no exponerla a alguna luz
que la delate.
Algunas tardes me obligo a recordar
y acaricio su contorno con ternura,
para aplacar su ira y su estupor.
Mi pecho derecho asiste compasivo
a los brotes rebeldes del herido
y permite, humilde, que me olvide
de su orgullo y de sus ganas de gritar.
De la caída libre de aquel año,
me queda una señal y una advertencia,
pero cuando me desnudo ante la vida,
cuando coqueteo con lo oscuro,
cuando me adentro en la espesura,
mi pecho lastimado se subleva
y se yergue, altivo, con su hermano,
para defenderme del abismo y de la pena,
y para hacerme ver que, en este encuentro,
hemos ganado con soltura la batalla.





*Imagen tomada de la red.

lunes, 1 de junio de 2020

Poesía para poetas pequeñitos





"Mi abuela hace poesia", dice mi nieto Eneko, cuando le preguntan. Mi nieta Martina, acaricia a Chewie y abraza a su primo.
   Hoy, después del paseo, me piden una poesía para el perro.
   No me he visto en otra, pero si ellos lo piden...
Chewie, el pomerania
Tengo un perro
que es muy chuli

y se parece a un león,

ladra mucho
y mueve el rabo
y persigue a las ovejas,
yo le digo: ¡Eso no se hace!
y le doy un coscorrón.
Sonríe de oreja a oreja
y se esconde en su rincón.




   Les ha gustado la poesía a mis nietos. Y me piden otra. ¿A que me convierten en otra Gloría Fuertes?

El caballo bayo
Tengo un caballo bayo
que se llama Teodoro,

y se ha hecho amigo del loro,

del caimán y la gallina.
El loro que es un cotilla
y no guarda ningún secreto,
va y le dice a la gallina
que el caimán lleva anteojos.
La gallina ha puesto un huevo
y dice: me importa un pito.
El loro se ha puesto rojo
y se queda pajarito.



¡Otra, otra, güeli..!
   Esto no es serio. De verdad que no.
   Pues enjareto, sobre la marcha, una sobre unos gatetes.
   Esto es muy duro. Mirad:
   (Hay que leerlas con voz engolada y con grandes aspavientos)




Los gatos dormilones

Mi gata se llama Paca
y tu gato Casimiro,
de vez en cuando los miro
sentados en la butaca,
otras veces en la hamaca
y los lunes en el suelo,
me ha salido un gran orzuelo
y lo veo todo oscuro:
les voy a hacer un conjuro.
¡Se les va a caer el pelo!


Y colorín, colorado...