jueves, 20 de abril de 2017

Presentación Modesto González Lucas.




Con José Antonio Chico y Modesto.


 Fe de vida.

La palabra da fe de mi existencia
sometida a la forma del soneto.
Palabra en libertad, sutil secreto,
engendrada en el cuenco de la esencia.

La noche, sostenida en su potencia,
renueva la armonía de lo escueto,
sincera conjunción de lo concreto
en la dulce quietud de la conciencia.

La mañana en la calma bendecida.
La palabra hecha carne. La evidencia
de la luz se me impone sin medida.

Me adentro en el asombro de la vida.
Aunado el palpitar de la existencia,
doy fe de una bondad desconocida.

     Este soneto pertenece al libro Sonetos del descampado; en este poemario  Modesto habla de la vida, de la muerte, da forma y fondo a los meses del año, pergeña versos con su Leganés, con los alrededores, con nuestros monumentos, homenajea a amigos: Adolfina sentada entre las flores/estaba como ausente. La tristeza,/diadema de cristal en su cabeza,/la sumía en intensos sinsabores.
   He presentado a Modesto González Lucas, en varias ocasiones, una de ellas fue también en un mes de Abril en el desaparecido Café Comercial, hace tres años. Le he presentado en mi casa cultural de Castilla- La Mancha, en la Libre de Barrio, en las aulas de la UNED… hoy aquí. Me lo propusieron él y Mari Carmen, su mujer, y no me pude negar, porque, aunque poco puedo descubrir ya de su persona y de su trayectoria, siempre tengo un poco más de admiración hacia este poeta-amigo que lleva en la mirada el paisaje, su campo de batalla, su camino de perfección.
    Si diré que Modesto González Lucas nació en Madrid un 9 de Agosto, el mismo día en que la segunda bomba atómica dejaba caer la muerte sobre la ciudad japonesa de Nagasaki.
   Que vive en Leganés junto a su mujer y compañera Mari Carmen Ferreras, a la que dedica casi todos sus libros, a la que ofrece sus más sentidos e íntimos poemas.
    Que es licenciado en Ciencias de la Información y Humanidades y ha ejercido de periodista y dirigido varias publicaciones durante bastantes años en Leganés y toda la zona sur de Madrid. Que es perpetuo estudiante.
   Que es un escritor curioso, interesado por todo, un paciente historiador que, a través de sus relatos y poemas, nos deja una impronta de nuestros días, de nuestra geografía, del pasado, haciéndolo presente y, a veces, futuro.
   Ha publicado los libros Anita, fiel a su memoria, sobre una mujer luchadora y relevante, impulsora de la igualdad y la justicia, que se instaló en Leganés a comienzo de los años 70 y fue amiga personal del matrimonio: La casa está en silencio, suspendida/ en la calma que irradia la mañana./ Anita se levanta, su ventana,/ como su corazón, se abre a la vida.
   Ha escrito, El músico que vino de Valencia, un precioso y preciso retrato del director de la Escuela de Música de Leganés, D. Manuel Rodríguez Sales y del discurrir del tiempo en la Pablo Casals.
    El libro de relatos Cuentos de la ciudad dormitorio, racimo de historias cotidianas y sorprendentes asentadas en su mayoría en Leganés, su localidad, con personajes cercanos  y en las que todos sus habitantes, en mayor o menor medida, se vieron reflejados.
    Y los libros de poemas  Sonetos del descampado, del que hemos hablado,  En el huerto de los Castaños  y El paisaje en la mirada, donde nos lleva en volandas por todos los rincones del planeta, un poemario que deberíamos llevar si visitamos Nueva York: Ciudad de Nueva York, urbe incipiente,/ soledad de cristales por los cielos./ El cemento despliega sus anhelos/ ondulando su imagen bajo el puente.  París: A las puertas del Louvre, transparente,/ la madrugada es gris melancolía./ Un violín, una suave melodía,/ entre los dedos de una adolescente.  Y así con otros países del globo, en los que comprobamos el dominio del poeta por la técnica y la precisión del verso, del soneto preferentemente, forma de composición que viste de etiqueta al poemario.
    Modesto lleva el poema en la retina cuando contempla el mundo y sus veredas, versifica el paisaje en la mirada, busca, indaga, encuentra, hermosea y derrama sobre la hoja en blanco todo el arsenal que acumula, para deleitarnos, para instruirnos y compartir con los lectores todo el bagaje que, día a día, incansable, no deja de acumular.
    Modesto, hombre observador social y comprometido, ha puesto también su buen hacer y su pluma en la lucha contra las injusticias, en este caso sobre el duro tema de la hepatitis C., a pie de calle y con la publicación de un poemario, Vivir, ha exigido con su verso y su voz y junto a la plataforma de afectados por la hepatitis C, la solución al problema.
   Esta tarde nos ocupamos de su último poemario, Campo de batalla, Camino de perfección, donde se explaya con una tierra que ama especialmente: Ávila, en la quietud de la meseta; sus murallas de silencio y de granito; sus puentes; sus sierras; sus aguas y sus personajes. Teresa de Ávila o San Pedro del Barco, sus amigos, sus recuerdos, su lugar de meditación.
   Modesto es poeta, no sólo por los versos que compone tan delicada  y perfectamente, sino por su mundo interior y, en este poemario, que me ha gustado de manera especial, logra mostrarnos la espiritualidad,  el éxtasis y la mística de un tiempo enriquecido que nos muestra y que no nos podemos perder.
   Fundirse con el silencio, asentarse en la quietud, encontrarse en la raíz. Entrar sin ruido a escondidas en lo más hondo del alma, con hambres de eternidad. Alcanzar lo inalcanzable y no poderlo abrazar, nos dice la santa.
    Quiero hacer hincapié en el poema-biografía  sobre el presbítero   San Pedro del Barco, es una obra maestra que hay que leer despacio, masticando y gozando: Pedro del Barco se sienta- a meditar bajo un roble,- entre sus dedos desgrana- un rosario de oraciones,- la tarde se desvanece- sobre las aguas del Tormes.
    Escribe sobre los amigos ausentes, a su amor: Te pido perdón por nada,/ por mirarte y no mirarte,/ por quererte y no quererte./ Te pido perdón por todo,/ por perderme en tu mirada/ cuando sueño con la muerte.
   A la infancia: Mi madre cose…/ junto al balcón,/ en el silencio/ del corazón.
   Y a la muerte: Mis cenizas dormirán/ a la sombra del castaño,/ esparcidas en la hierba/ por el amor de tu mano.
   Desde Leganés,  Modesto contempla los montes de El Tiemblo y sueña, desde El huerto de los castaños, el poema surge como un torrente apaciguado.
    Poco más quiero y debo decir sobre este excelente poemario, porque es el autor el que queremos que nos desgrane el germen que le inspiró, su querencia por Teresa de Jesús, por sus tierras y por el ermitaño san Pedro del Barco. Cómo se documentó para ello, cómo discurrió su elaboración y cuáles son sus próximos proyectos.
   Enhorabuena Modesto y me tienes a tu disposición para presentarte en tantas ocasiones como desees porque disfruto y aprendo con tu poesía.
Gracias a todos.


Jueves, 20 de Abril de 2017.
Centro cívico Rosa Luxemburgo.

Leganés.

miércoles, 12 de abril de 2017

Una hermosa luna llena.



Eva sopló las trece velas de su tarta de cumpleaños y aguantó estoica pero feliz los aplausos de su madre y amigas.
Había pedido un deseo que, estaba segura, era compartido por todas las compañeras de su clase en el instituto donde cursaba sus estudios: deseó que Adrián, el guapísimo as del balonmano, se fijara en ella.
Una pequeña nube ensombrecía la celebración, hacía cinco meses que había muerto su abuela. Su querida abuela, que la cuidó siempre con tanto mimo mientras Marina, su madre, trabajaba como enfermera en el hospital de Barcelona, y Eva hubiera cambiado de buena gana la atención de Adrián porque su abuela estuviera allí, a su lado, apagando con ella las velas, como en años anteriores.
Había sido una niña feliz. Su madre y su abuela le habían dado mucho amor, se había sentido querida en todo momento, pero Eva no podía dejar de pensar, y mucho más en días como aquel, que le faltaba algo muy importante en su vida.
Desechó la triste idea con un movimiento de cabeza y se dispuso a repartir la tarta entre todas las personas que, en ese momento, la acompañaban en la fiesta que su madre había preparado para ella, en la amplia terraza de su casa.
Las jardineras repletas de flores que la circundaba, estaban ese día más vistosas que nunca, como en un homenaje colorista.
Por la noche, a solas en su habitación y mientras colocaba todos los regalos, no pudo evitar que una lágrima escapara de sus ojos adolescentes, echaba en falta dos: uno de su querida abuela y el otro de su padre.
¡Mi padre!.
Le gustaba decir esa palabra en voz alta cuando se sabía sola, ya que nunca se la había podido decir a él personalmente.
No conoció a su padre, no sabía cómo era, qué aspecto tenía, cómo sonreía ni cómo acariciaba. Nunca pudo ir por la calle de su mano, no pudo hacerse una foto con él el día de su primera comunión y nunca le pudo entregar un regalo en el día del padre, un día que ella odiaba y que, generalmente, pasaba en la cama aduciendo un repentino dolor de cabeza.
Desde que fue consciente de ello y preguntó a su madre, siempre encontró la misma respuesta: que era marino y que, cuando ella era muy pequeña, desapareció un día en el mar y que le dieron por muerto. Su madre le dijo que, por desgracia, no tenía fotografías de él. Por las vagas respuestas que le daban a sus ansiosas preguntas no se había podido hacer más que una ligera idea de su aspecto, su imaginación ponía el resto.
Para ella su padre debió ser simplemente el mejor y en su corazón siempre quedaba un rinconcito para su recuerdo.

*
Un sábado por la tarde estaba dando un último repaso a sus notas para el examen de inglés del lunes siguiente, mientras su madre veía la televisión en la sala contigua. Estaban dando las noticias. Algo vio su madre que la disgustó porque oyó un grito ahogado y apagar con rapidez el aparato.
Salió de su cuarto y encontró a su madre sentada en el sillón, muy pálida y tapándose la boca con las dos manos. Mantenía los ojos cerrados con fuerza.
Sólo tuvo que sentarse a su lado y ponerle la mano en el hombro como para darle apoyo y pedirle una razón. Su madre habló, le contó todo. En las noticias habían comentado la puesta en libertad de Andrés Luján, un pederasta y violador que había ingresado en prisión once años antes.
No tuvo que preguntar, su madre se lo dijo sin vacilación después de tantos años de silencio: Andrés Luján era su padre.

A los tres años de casados, le hallaron culpable de varios intentos de violación a niños y sospechoso del asesinato de uno de ellos, aunque nunca se pudo demostrar por falta de pruebas.
Fue condenado.
Ella nunca había sospechado nada y se quedó destrozada.
Rompió todas las fotos y se desprendió de todos los recuerdos que le pudieran relacionar con él.
Pero de ese breve y frustrado matrimonio quedó una niña de año y medio a la que intentó apartar para siempre del horror que le produjo saber la verdadera personalidad de su marido. Quiso olvidarse de todo como de un mal sueño.
Eva comprendió entonces las evasivas de su madre, la imposibilidad de que, aunque callara la verdad, no pudiera tampoco inventarse un personaje sólo para hacer feliz a su hija.
Pasaron tres días en casa sin salir. Eva mintió sobre una gripe y se comprometió a hacer el examen de inglés otro día y su madre tampoco fue a trabajar.
La niña, porque necesitaba tiempo para asimilar la identidad del padre que tanto había añorado y la madre, por un temor cerval a que intentara acercarse a ella o a Eva, a la que su marido nunca volvió a ver, Marina no accedió a llevarla a la prisión a pesar de recibir llamadas para que le visitara algún día con la niña. Tenía demasiado miedo y demasiada decepción.

*

     Acababa perezoso el verano, Eva y su madre habían pasado quince días en una casa rural en plena montaña vasca y volvían con nuevos bríos a la rutina. Marina volvería al trabajo en el hospital y Eva tendría todavía unos días libres hasta que el curso empezara de nuevo; los emplearía para arreglar los papeles que necesitaba y para ir a visitar a las compañeras y contarse las novedades acaecidas durante las vacaciones estivales. También  recabaría información solapada sobre Adrián, no había que perder las esperanzas.
La charla con sus amigas en el burguer del centro comercial donde habían quedado para merendar se había alargado más de lo previsto y casi anochecía cuando Eva se despidió del grupo y se dirigió a su casa, respirando agradecida la brisa refrescante de principios de Septiembre.
Iba sonriendo, recordando las graciosas anécdotas contadas en la reunión y la posibilidad, según sus amigas habían visto en las listas, aún provisionales, de que el chico de sus sueños estuviera en su misma clase, cuando se adentró en el pequeño parque que había antes de llegar a su casa, muy cerca de ella, tanto, que desde la ventana de su habitación podía ver el coqueto laberinto que formaban sus arbustos, los bancos de negro hierro forjado que salpicaban el centro y las altivas farolas que daban un aire bucólico al conjunto.
Se agachó para sacarse una piedrecita que se le había metido en la sandalia y, de repente, se vio empujada por una fuerza sobrenatural que la hizo caer de bruces; notó cómo las pequeñas chinitas del suelo se clavaban en sus mejillas, y la boca, al gritar, se le llenó de arena. Alguien muy fuerte la mantenía inmóvil, mientras unas manos mojadas la palpaban con ansiedad y hurgaban debajo de la blusa. Una hoja cayó planeando lentamente y se posó en su pelo, Eva se preguntó, a pesar del pánico que la paralizaba, si sería la primera hoja derrotada del incipiente otoño.
Los gritos se ahogaron cuando el hombre selló su boca violentamente con una enorme mano y Eva pensó, al faltarle el aire y a punto de perder el sentido, que iba a morir y lo mucho que sufriría su madre cuando lo supiera.
Sin dejar de taparle la boca con la mano el hombre la volteó y, con un rápido movimiento sacó una navaja que dirigió a la garganta de Eva, que miraba los ojos desmesuradamente abiertos de su agresor y el horrible rictus de su boca jadeante, de donde se descolgaron unas gotas de saliva que cayeron en el palpitante pecho de la joven.
Con un hilo de voz la niña suplicaba que no la matara, el filo de la navaja le impedía hablar, notaba su presión y temía que sólo con su propia respiración la hoja penetrara en su garganta. La mano izquierda del hombre se afanaba impaciente y nerviosa por la ropa de la chiquilla.
En un momento dado sus miradas se cruzaron, implorante y desesperada la de la niña, feroz y acuosa la del hombre.
Levantó éste con presteza la mano que empuñaba el cuchillo, la niña clavó sus ojos en los del hombre, deseando ya simplemente que su muerte no fuera demasiado dolorosa.
El tiempo se detuvo, el brazo armado quedó suspendido en el aire y Eva miraba ahora sus dientes, regulares y blancos  y un pequeño dragón tatuado en el antebrazo. Volvió a sus ojos  y notó una metamorfosis en la mirada del hombre, al tiempo que dejaba caer lentamente la mano y depositaba el cuchillo en el suelo.
-¿Cómo te llamas?-
La voz de su atacante era suave, moderada, en franco contraste con el gesto desabrido de su boca.
Con la suya llena de tierra y saliva le dijo su nombre, los años que tenía y el nombre de su madre, respondiendo a todas las preguntas que el hombre le hizo, como si estuviera interesado en hacerle una completa ficha antes de acabar con ella.
-¿Y tu padre?-
-Murió, pero se llamaba Andrés- no se le ocurrió otra respuesta.
La niña notó una agradable liberación cuando el hombre se levantó cansinamente con los brazos colgando a lo largo del cuerpo, el cuchillo olvidado en el suelo y boqueando a intervalos, como un pez demasiado tiempo  fuera del agua.
El estridente ruido de un tren que se acercaba a la estación del otro lado del parque, ahogó las palabras que el hombre decía moviendo la cabeza en rítmicos movimientos de negación. Giró, como si despertara de pronto,  en dirección al sonido del emergente tren y, como si obedeciera a una orden tajante e invisible, se agachó y, cogiendo a la niña como si tomara su chaqueta del respaldo de una silla, echó a correr hacia  aquel ruido.
Todo ocurrió tan rápido que Eva no pudo entender nada.


El hombre corría torpemente, apretándola exageradamente contra su pecho; llegó a las alambradas que separaban el parque con las vías del tren y por un hueco en que el alambre había sido arrancado, entró, agachándose un poco y sin soltar su cargamento. Eva sintió un dolor en la pierna al arañarse y una de sus sandalias quedó allí enganchada.
El rugido creciente el tren ocupaba toda la noche.

*

     Lo primero que vio cuando despertó fueron los ojos enrojecidos de su madre, le explicó, antes de formular ninguna pregunta, que se encontraba en el hospital, que estaba bien, sólo unas pequeñas magulladuras y que se irían a casa en cuanto la doctora volviera con el parte de alta.
Se lo contaron todo con mucho tacto, le procuraron la ayuda necesaria para que asimilara la noticia lo mejor posible, para que no sufriera daños, para que comprendiera.
El hombre que la atacó había muerto arrollado por el tren, a ella la encontraron inconsciente al lado de las vías. Se llamaba Andrés Luján y hacia apenas unos meses que había salido de la cárcel.

*

Eva sonrió con dulzura al hombre que la miraba desde la fotografía enmarcada que tenía en su mesilla de noche. Su padre.
La había recortado de uno de los periódicos que dieron la noticia. Buscó la foto en que se le veía mejor, y, a pesar las protestas de su madre, la colocó en su vida.
Aquella noche conoció el pánico, olió la cercanía de la muerte, pero también recordaba aquel instante en que los ojos de su padre reconocieron los suyos, recordaba aquellas manos que la abrazaban en la huida incierta y, sobre todo, recordaría siempre el beso que le dio antes dejarla en el suelo.
Su padre.
Tomó la fotografía y apretándola contra su pecho, se acercó a la ventana desde donde, después de mirar el silencioso parque que, como una nocturna acuarela, se extendía a sus pies, se fijó en el oscuro cielo de Septiembre donde se dibujaba, solitaria, una hermosa luna llena.


(Relato olvidado. Apareció, allá, al fondo de un cajón. Sin fecha. Lo cuelgo en esta percha, esperando ver si merece o no un planchado).


* Imágenes tomadas de la red.



sábado, 8 de abril de 2017

Entrevista.

Entrevista a Eloísa Pardo Castro





Escritora y poeta nacida en Tomelloso, Castilla-La Mancha, residente en Leganés (Madrid).
Como escritora, ha recibido numerosos galardones como el Premio de Poesía de la Universidad Carlos III de Getafe (2004) o el Premio de Narrativa Breve de la Universidad Permanente de Alicante, entre otros. También es monitora voluntaria y coordinadora de talleres de escritura en la Universidad Popular de Leganés. Responsable de Cultura en la Casa Regional de CLM. Ha publicado un poemario: Pronto será oro el membrillero (Diputación Provincial de Ciudad Real, 2015).
    1.    ¿Quién es Eloísa Pardo Castro?
    Una mujer que, a estas alturas de la película, se dedica a tiempo completo a lo que más le gusta y le salva: leer y escribir. Compartir mi tiempo con personas con los mismos gustos y reunirnos para jugar con las palabras y añadir experiencias a la biografía. O a intentarlo. Curiosa y excesiva.
    2.    ¿Cuándo empezaste a escribir?
    Creo que desde siempre. Ya de pequeña me hacía mis propias historias, completaba los tebeos o pergeñaba poemas. Con etapas de quietud a lo largo de los años por las circunstancias vitales.
    3.    ¿Por qué empezaste a escribir poesía ¿Qué te llamó de ella?
    Por paliar la infelicidad, la nostalgia de deseos que no tuve, por conocerme mejor, por buscar soluciones. Por curar.  
    4.    ¿Quiénes son tus referencias culturales literarias?
    Muchas, Casi todas. En poesía, autores de todo tiempo, soy muy ecléctica. En narrativa igual. Te podría decir dos o tres nombres de cada, pero me quedaría demasiado corta. Todo. Todo.
    5.    ¿Qué te ofrece la poesía que no te ofrece la narrativa?
    La poesía es más intimista. Escribir un poema cura, pone la tirita cuando algo duele. Es más inmediata. Soy yo y mi historia. La narrativa exige más demora, eres tú o no. Se inventa, se fabula, se añade, se sueña. No expresa los sentimientos tanto como el poema.
    6.    ¿Crees que hoy en día la poesía tiene una buena acogida en nuestra sociedad?
    Nunca ha sido para tirar cohetes la popularidad de la poesía, se disfrutaba entre una  minoría, pero últimamente un grupo bastante numeroso de poetas jóvenes y no tan jóvenes se obstina en fomentarla y se reúnen con bastante asiduidad en jams poéticos. Hay poetas muy, pero que muy interesantes.
    7.    Ahora vamos a enfocarnos un poco en tu trabajo dentro del mundo literario, cuéntanos algo sobre tus publicaciones.
   Pues tengo algún material, dos poemarios terminados, un par de libros de microrrelatos, uno de haikus, una novela atascada…, pero sólo, por ahora, un poemario ha salido a la calle. Fue un poemario que me premiaron en un concurso de la Biblioteca de Autores Manchegos y me lo publicaron. Tengo otro por ahí buscando editor,  pero por ahora no me han respondido.
Publicaciones compartidas con otros autores si hay por ahí algunas.  
8.  Centrémonos en tu último libro Pronto será oro el membrillero ¿Cómo surgió la oportunidad de escribirlo?  ¿Fue difícil el proceso de escritura?
 —Es un poemario homenaje a una amiga que se fue. Cuando murió escribí poemas a diestro y siniestro para fijar su historia. La suya y la mía, unirlas, para conseguir una foto que nunca nos hicimos. Al cabo de tiempo, lo perfilé, lo rematé y fue el que envié al concurso. Para darle alas. Gustó y eso me permitió cerrar ya aquella emoción pendiente. No fue demasiado difícil escribirlo, había mucha carga en juego y sólo me dejé llevar.
    9.    Has ganado muchos premios a lo largo de tu carrera, ¿hay alguno que sea especial ¿alguna anécdota curiosa que nos puedas contar?
    —No recuerdo nada especial. Tuve una época bastante suertuda. Gané algunos. Luego dejé de presentarme y me dediqué a las clases y a escribir.
    10.   ¿Qué puede puedes contarnos sobre tu experiencia como monitora y coordinadora de talleres de escritura en la Universidad de Leganés?
    —Todo cosas positivas. Como monitora voluntaria de la U.P.L., que imparto en la casa cultural de Castilla- La Mancha, aquí en Leganés, ya con unos trece años de trayectoria, sólo puedo contar maravillas. Tengo un grupo esponja, veintidós personas que absorben todo lo que se me puede ocurrir preparar. Un lujo. Y en cuanto a los talleres de escritura creativa o de ludolingüística, nos lo pasamos genial, jugando con todas las posibilidades que nos da el lenguaje. Salen cosas muy interesantes. Un disfrute.
    11.   A parte de escribir y dar talleres, ¿tienes tiempo para practicar algún hobby más?
   —Pintar, tunear cuadernos. Tengo toneladas de cuadernos contenedores de todo lo imaginable flores, frases, poemas, dibujos, recuerdos, huellas, anécdotas, de todo. Y paseo con mi perro.
   12.    ¿Qué consejo darías a los jóvenes poetas que están empezando?
    —Consejo, pues ninguno. Sólo que lean, por supuesto, mucho, y que dejen todos los bolígrafos que tengan vacíos. Que escriban todos los días.




   13.   ¿En qué estás trabajando actualmente ¿Puedes ofrecernos un adelanto?
     —Soy anárquica, nerviosa e impaciente. Leo mucho y escribo. Estoy luchando a brazo partido con una novela, pero, por ahora, voy perdiendo y me tiene maniatada y despistada. Ahí estoy.
    14.  Para finalizar la entrevista... ¿Cómo podemos dar contigo en la Red y así poder seguir tu trabajo o contactar contigo?
    —Pues soy bastante activa en las redes sociales. Si queréis encontrarme, estoy en facebook, en twitter y en mi blog. Sólo teclear mi nombre.

    Muchas gracias por dedicarnos tu tiempo.
    —A vosotros. Gracias por todo. Un abrazo.
Entrevista realizada por Jesús Mesado

martes, 4 de abril de 2017

Esos recovecos imprevisibles del camino. Y el dolor.






Doctor, hable con ella.
Se quiere ir a su casa.
Dice que tiene que lavar las cortinas
del salón
y dar cuerda al reloj que le regaló mi padre.
Que el mercado le pilla cerca, que le gusta estar sola
y que la casa de su hija tiene pocos metros
y demasiados libros.
Hable con ella y cuéntele la verdad,
endulzada,
como usted sabe hacerlo,
convenciéndola con sus manos calientes
y la fe que le inspira.
Yo le espero fuera, en el pasillo,
para que ella no tenga que fingir fortaleza,
para que pueda mirarle a los ojos
y preguntarle sus miedos.
Hable con ella y ofrézcale tiempo
con esas pildoritas mágicas que se toma, obediente,
tres veces al día con buchitos de agua fresca.
Hable con ella y muestre júbilo
ante la asombrosa mejoría.
Dígale que está hermosa
y, que su hija poeta,
le está haciendo un verso a escondidas.
Yo le diré más tarde que ya dí cuerda al reloj,
que las cortinas están limpias
y que llevaré los libros al desván
para dejarle espacio.

Hable con ella doctor.
Entraré luego, sonriendo, abriendo las ventanas,
admirando el otoño y las palomas,
y robándole una esquina de la cena,
como si estuviera alegre.
Ella me llamará loca
y yo me enfadaré un ratito,
remedando tiempos mejores.
Hable con ella doctor,
hable con ella.




(Foto tomada de la red).

lunes, 3 de abril de 2017

En el taller de escritura creativa y ludolingüística.





     Hoy, en el taller de escritura, hemos cruzado el horizonte. Se han leído textos con el método del binomio fantástico, recitado poemas de autores con pedigrí, llorado con historias que devuelven recuerdos caducados y reído con relatos embadurnados de golosa imaginación.     Para el lunes que viene, nos hemos prometido centones extravagantes y microrrelatos de líneas impares. Y jugaremos con el oxímoron.


    

     ¿Que te apetece?

     Pues ven.
     Tenemos pupitres amarillos y sillas libres.
     Tenemos ganas de vivir y cuadernos en blanco.
     Llama y pregunta por mí.
     91 248 95 56
     609 97 89 26
     Centro cívico Santiago Amón. Leganés.


Dios mío, ¡cuántas cosas le diría si supiera escribir!