viernes, 30 de diciembre de 2022

Nostalgias



Me he levantado, no sé porqué, tarareando esta canción de #VioletaParra. Quizá por el temor y el deseo del año nuevo que comienza. Quizá por los recuerdos que se enredan en mis piernas y me hacen dudar. Qué hice? Qué pude cambiar? Qué camino tomé aquella mañana incierta? Es tarde ya?

Querido 2023, en tus manos encomiendo mi paz y mis ansias. Dame un punto de apoyo. Falta me hace.

Volver a los diecisiete...




domingo, 18 de diciembre de 2022

Felices fiestas, amigos

 

Hoy es mi lunes feriado. Día del taller de escritura creativa, de abrazos y de palabras. Hoy leeremos poesía, escribiremos prosa naranja y nos despediremos por este año. Luego vendrán días de júbilo y encuentros.

     Había pensado en alguna felicitación nueva y original. Pero me parecía que, de esa manera, olvidaba la que os he enviado siempre y la que me colma de orgullo y satisfacción. Mi chico. Mi perro Haro. Mi felicidad durante doce hermosos años.

     Así que, de nuevo, os deseamos a todos, a toda la gente guapa que me rodea, me quiere y me apoya un feliz año nuevo y que se cumplan todos vuestros sueños. Los míos se cumplen si estáis ahí, conmigo, en este viaje maravilloso y enigmático. 

     Abrazos.




Mi perro, artista

A mi perro le gustan

los documentales de la 2,
la música de cámara de Schubert,
oírme recitar.
Mira atento los bañistas de Cézanne
y el Guernica.

A mi perro le gusta caminar por el otoño,

su trajecito de halloween,
oler el perfume de las librerías de viejo,
la Venus de Milo.

A mi perro le gusta llegar a casa
sin tomar el ascensor,
ladrar en tres idiomas
y los bordes de las pizzas.

A mi perro le gustan mucho mis silencios,

cuando hago una bola con ellos
y se la lanzo muchas veces
por el parque.


En alguna Navidad.



Os podéis regalar las historias de Haro, todo lo que vivimos juntos, sus secretos y sus logros. Con la compra de su libro, ayudáis a las asociaciones caninas de Leganés. Y os enamoraréis de Haro.

Domingo, 18 de diciembre

 




Esta mañana, al despertar, ha sido lo primero que he mirado. He extendido mis manos hacia el techo de la habitación, desplegando los dedos, admirando el rojo intenso de mis uñas. Tal como os dije ayer, fue el premio que me di por acabar con éxito, creo, mi poema: una décima erótica con el primer verso que me regalaron los dioses mientras caminaba.

     Y, esta mañana, me he bebido un buchito de agua, que tampoco hay que abusar. Se me ha vuelto a olvidar echarme alguna crema, aunque creo que estarán caducadas, ¿es verdad que caducan a los doce meses una vez abierto el envase?

     Da igual, el caso es que he bajado con Chewie a dar su primer paseo y ha ocurrido algo. Puede que ahora, de repente, los deseos caducados, como la crema, resurjan todos en tropel, atropellados, sin fuste. Buenos son.

     Y, al volver a casa, le he hecho un poema al milagro:


Hoy he vuelto a enamorarme,

ha sido apenas amanecido

cuando he sacado a pasear a mi perro.

Voy siempre por veredas desiertas

porque no me gusta encontrarme con nadie

—es mi momento de pensar—.

Venía en dirección contraria,

con un perro de la misma raza que el mío:

un pomerania,

moreno, alto, guapote,

(me refiero al hombre),

al cruzarnos, estallaron,

en la mañana ya alta,

simulacros de otras vidas

                 “podríamos haber sido felices”

 

juraría que él se alejó

pensando lo mismo.


¿No creéis que es una preciosa historia de amor?

Me voy a dar la crema, que sea lo que Dios quiera.

sábado, 17 de diciembre de 2022

Hoy es 17 de diciembre

 

No camino. No bebo agua. No como fruta. No me cuido el rostro ni el cuerpo con cremas. No me río. Duermo poco y mal.

      Cuando cumplí los cincuenta, lo recuerdo bien, y hace unos días, revisando antiguos cuadernos lo he vuelto a leer y recordar, me dije: "A partir de los cincuenta, un deseo es una urgencia". Es decir, me voy a cuidar, voy a realizar mis sueños, me voy a enamorar de nuevo, me voy a comer el mundo...

     Han pasado casi veinte años y ahí sigo, encapsulada en la frase, haciendo, religiosamente, todo lo que he puesto al principio. Con dos cojones.

      Hoy, en la ducha, me he dicho, de nuevo: Eloísa, hoy vas a caminar. ¡¡¡Enga, machota, que tú puedes!!! 

      Pantalones cómodos, playeras, un pequeño bolso en bandolera, los cascos en los oídos para no perder el tiempo e ir escuchando alguna entrevista guapa y me he tirado a la calle.

      Iba contenta. Me sentía bien. Aunque se me había olvidado darme la crema.

      Pensando en lo mío. Convencida de que había tomado una buena decisión.

      "Los minutos se hacen horas, cuando espero tu llegada". La frase, el primer verso que esperamos siempre los poetas para continuar, el que nos envían los dioses cuando ellos quieren. ¡Qué bueno!, pensé. Lo grabé en el móvil. Seguí andando. Había recorrido, así, a ojo, unos quinientos metros. Me gustaba mirar la alfombra de hojas del otoño, el frescor de la mañana en la cara...

      Y no pude continuar. Me di la vuelta, a casa, al tajo, a mi estudio. Me esperaba una décima con estos dos primeros versos. No había nada que me apeteciera más. 

     Y aquí estoy, un par de horas después, en mi mesa, en mi particular paraíso, acompañada con los regalos de mis amigas sudamericanas que encontré en el IV Congreso Mundial de la Letras Hispanas que organizó el grupo hermoso de Asorbaex y con el que, durante una semana, hemos recorrido el corazón de la península en una suerte de encuentro literario perfecto y enriquecedor. Mi taza personalizada, mis bolígrafos llenos de tinta mágica, mi cuaderno, en el que ya he pergeñado el poema con los primeros versos que me han regalado así, sin esperarlo. Feliz.

     Puede que hoy, casi veinte años después, (nunca es tarde), crea de nuevo que un deseo es una urgencia y comience a cambiar de hábitos. Puede que mañana me atreva a beber un vaso de agua, puede que logre caminar hasta aquella esquina en la que, quizá me espere un nuevo amor, puede que me acuerde de darme esa crema mágica que convierta la arruga de hastío en una mueca de esperanza. Puede que te encuentre y te abrace. 

     Los minutos se hacen horas, cuando espero tu llegada.

     Voy a pintarme las uñas.

         

      


domingo, 11 de diciembre de 2022

Abuela de guardia




Mis nietos son poemas,

haikus que esperan ser sonetos en diciembre,

coplas en las mañanas nuevas,

por las noches, odas al viento

de la ternura y de la dicha,

un romance de por vida,

un himno a la alegría del verano.

Son apuntes a lápiz,

esbozos aún,

acrósticos grabados para siempre

en mi garganta y en mis dedos.

sábado, 10 de diciembre de 2022

Noches.

 Aún es noche. Yo soy noche.

      Una oscuridad obsesiva y baldía, un apagón de brazos y cintura. 

     No voy bien por este camino elegido. Tengo que dar la vuelta o torcer por la primera esquina que encuentre. Aún es noche y la cama es un refugio que me cierra las puertas.

   Me levanto guiada por la débil luz del día aún nonato. No es todavía el momento de salir a escena.

     Pero yo me adelanto, no puede mi desasosiego esperar el avance lento de la claridad, el retroceso resignado de las sombras.

     Me acerco a la ventana y los cristales me devuelven frío. Más desasosiego no cabe en mi pecho. Me acojo a las luces que parpadean a lo lejos como un lenguaje morse.

     De socorro.

     Los árboles duermen.

   Si me quedo quieta un momento, olvidando respirar, puedo oír su rumor de despegue, su olor a génesis y victoria. Sus hojas calmas.

     Mi pecho bombeando ansias, suplicando su derecho a la risa, intentando ver.

    Ver algo ahí fuera que anestesie este miedo a lo desconocido, a algo que se mueve cerca pero que no se deja acariciar.

     Noto que la mente ya no obedece mis órdenes.

     Noto que me salgo de la ruta. Que los pies ya no están seguros.

     Que la mañana no avanza. Que las sienes no cesan ni un minuto de gritar.

    Que deseo volver al principio. Que no sé cómo poner el punto final a la historia.

    Que tengo miedo.