martes, 29 de abril de 2014
Diario de Haro.
Visita al veterinario. Vacunas. Revisión.
Dice D. Manuel que mi perro va entrando, lentamente, en la ancianidad. Le mira los ojos. Tiene principio de cataratas, me dice bajando la voz, para mitigarme el dolor. Mi perro me mira como si comprendiera. Creo que sonríe.
Tantos años ya. Juntos. Mirándonos, caminando con la misma cadencia, apoyándonos. Ya en la calle hemos ido al parque más cercano. Para oler la primavera, para estar solos.
Le hablo siempre mucho. Hoy no. Sólo hemos llegado hasta el final de la alameda, en silencio. Pensando Y hemos vuelto a casa antes de que la tarde termine.
Yo también estoy en ese tramo de la vida, le digo. No te preocupes. Nos cuidaremos. El uno al otro. Como hemos venido haciendo hasta ahora.
Y le beso. Y me mira con sus ojos de niebla.
Y se queda dormido.
domingo, 27 de abril de 2014
Pecios de naufragio.
Imagen tomada de la red.
Déjame que me busque por tus calles de niebla,*
déjame pasearte,
respirar por tu anhelo.
Pensarte.
Deja que mis pasos te hallen
absorto, con los labios pendientes
de mis ansias antiguas.
Déjame escuchar tu olor
entre los dedos
y recorrer con ellos tu espalda,
sin brújula ni destino.
´
Sin tiempo.
Déjame que te busque por mis calles de niebla,
que alguna esquina pronta
nos encuentre.
Vente conmigo a apurar el poema.
Escuchar el mundo.
Perdernos.
Llegar al mar sin detener miradas.
Naufragar de nuevo.
*Me deslizo a partir de un verso de Pedro A. González Moreno.
Gritos y silencios.
Imagen tomada de la red.
Salgo de la noche
con una cicatriz
amarilla
en el dorso de la mano,
con los pendientes rotos
y un dolor impúdico y turbio
al final de la espalda.
La puerta está abierta.
No me voy.
Me pongo una tirita encima del amarillo
y sujeto el ansia de la coleta
con una mordaza de fingidas
amapolas.
Entorno la puerta
y escucho una linea de escozor
en la garganta.
Es la herida que grita,
que grita,
ante el silencio.
jueves, 24 de abril de 2014
Otra tarde merendando poesía.
La Universidad Popular de Leganés ha arribado por cuarto año consecutivo al parque de la Chopera, a la casa castellano manchega para degustar un par de horas empapadas de poesía, de mensajes, de aplausos y, quizá, de algún sorbo de vino para emborrachar a la vida.
Os esperamos, como oyentes, como ayudantes, como amigos.
El cuarto año.
Más poesía.
Más palabras.
Con el corazón en los labios.
domingo, 20 de abril de 2014
Mi tienda china de ultramarinos.
Hace unos meses al lado de
la cafetería donde a veces desayuno, abrieron una tienda de alimentación,
aunque a mí me gusta más llamarla de ultramarinos, es una palabra que me lleva
en volandas por mi infancia y me llena la nariz de olores olvidados.
La tiendecita la llevan un
matrimonio joven. Son agradables, educados, simpáticos y tienen una niña
pequeña, muy despierta y alegre, que, a veces, se sienta en un rincón del local
para dibujar. Son chinos.
Algunos días, en la cafetería,
cuando tengo mi momento con un café y el periódico, al lado de un ventanal en
primera línea de sol, llegan “el chino” y su hija a desayunar. La pequeña se
acerca y me llena de preguntas y sonrisas. El padre cabecea levemente,
disculpando a la niña y se van los dos con el café y el cruasán para tomarlo en
la tienda.
Bajo de vez en cuando a
comprarles alguna caja de leche, la barra de pan que falta o un par de latas de
cerveza para alargar la noche.
Hace unos días, cuando
paseaba con mi perro, vi mucha gente alrededor de la tienda, una ambulancia
esperando y al dueño de la cafetería explicando algo a la policía.
Se habían confirmado mis
temores. Siempre pensé, cuando se hicieron evidentes su cortesía y amabilidad,
que sufrirían algún robo. No falla. La vida es así. El toro no contempla si al
que embiste con fiereza es vegetariano, si es alguien al que disgustan las
corridas. La vida no espulga hasta ese punto.
Le vi con el labio partido,
dos dientes rotos y una mirada de incomprensión dirigida al suelo. Tomaron
datos, buscaron huellas, ensuciaron aún más la tienda. Puro trámite.
Al día siguiente la mujer
intentaba recomponer el destrozo. Dejé a mi perro vigilando en la puerta y la
ayudé a archivar bolsitas de patatas y la lluvia de chucherías que alfombraban
el suelo.
Ella lloraba e intentaba
describirme el sinsentido del atraco. Que un par de chicos llegaron y, sin
mediar palabra, golpearon a su marido con una piedra en la cara y que,
aprovechando su estupor, consiguieron llevarse algo de dinero y botellas de
licor. Pero que, antes de irse, tiraron la caja registradora al suelo y el
contenido de algunas estanterías. Me preguntaba por qué. Pero yo no tenía las
respuestas.
Ya ha regresado el chino a
su tienda. Cuando voy, siempre me encuentro con la misma sonrisa y amabilidad
en su saludo, pero una sombra muy sutil en el fondo de sus ojos, en la pequeña
cicatriz del labio, refleja que aún no ha resuelto la incógnita.
Desde entonces, tres veces
al día, cuando bajo a pasear con Haro, doy vueltas y vueltas alrededor de mi
tienda de ultramarinos. Vigilando. Si vuelven, si osan arrojar su odio y su
mezquindad sobre este hombre discreto y bueno, mi perro y yo nos lanzaremos,
como ávidos justicieros, sobre sus huecas cabezas.
Esta mañana, al pasar por
la tienda en mi ronda habitual, han salido los dos, el padre y la niña,
sonriendo. Mientras la pequeña acariciaba a mi perro, él me ha dado un papel.
- Es su nombre en chino- me
dice, “escritura china complicada, no sé hacer bien, pero más o menos es así”,
continúa tímido.
Yo, sin saber leer chino,
lo he visto perfecto.
Y me he sentido pagada por
las jornadas de vigilancia.
Y ahí sigo.
Abril de 2014 en Leganés.
lunes, 14 de abril de 2014
García Pavón, Plinio y las Hermanas Coloradas.
Esta semana de asueto y ligereza la voy a emplear en releer toda la obra de mi paisano Francisco García Pavón. Y este inmenso placer se lo dedico a mi amigo del alma Andrés S. García Díaz que es el artífice de que este enriquecimiento sea posible.
Un beso para él, para su mujer Cathy y mi deseo de descanso y felicidad en estos días.
Semana Santa. Abril de 2014.
sábado, 12 de abril de 2014
Principiando el sábado.
7,45 h. de la mañana.
Encima de la mesa de mi estudio un café, una rosquilla (hija única), un poemario de Gil de Biedma: "A qué vienes ahora, juventud, encanto descarado de la vida"; acabando "La gente de July" de la Gordimer; releyendo algunos pasajes olvidados de "El hombre que fue jueves" del Chesterton y anotando, según se me va encendiendo la bombilla, algunas ideas.
10,37 h. de la mañana.
La cabeza como un bombo. Me planto un vaquero y le hago a mi perro una señal para formalizar el paseo. Mueve el rabillo y sonríe. Es feliz. Y no ha leído "Pandémica y celeste".
Es mi héroe!!!
viernes, 11 de abril de 2014
Mi encuentro con Leonardo Da Vinci.
Imagen tomada de la red.
Un viaje por los castillos del Loira.
Un viaje a ninguna parte.
Un viaje para ver nada.
El cuerpo no acompañaba,
se arrastraba detrás como cansino,
como descreído.
En el de Amboise,
al entrar en la capilla de Saint-Hubert,
mis ojos ya veían.
Mis manos se adecuaban a todos los contornos.
Sentí un frío que no era
el de mi dolencia.
Ya no está aquí- dijeron-
robaron su cuerpo.
Recorrimos andando
la distancia hasta el castillo de Clos-Lucé,
tu casa.
Todos entraron,
yo no.
Me detuve a merodear
los toscanos jardines de tu villa.
Sentí tus ganas de volar.
Alcé la mirada a las ventanas
disfrutando de la belleza del conjunto,
y allí estabas,
con un gran libro en tu mano izquierda,
la derecha vacilante,
quizá pretendiendo apartar la cortinas,
quizá cobijándote de mi presencia.
Percibí un ligero temblor en tus largas barbas,
se cimbreó el gabán y te ocultaste
por el mismo ángulo de la ventana
por el que habías aparecido.
Todos habían entrado,
yo no.
Y tuve tu reconocimiento.
Me fui enseguida, despacio,
salí y entorné el portón,
dejé la mano donde tú la pondrías
y te
imaginé allí arriba,
escondido.
Caminé mucho tiempo por tus calles,
cansada, me recosté en uno de los costados
del castillo, alguna campana sonó en algún cielo
y, en aquel momento, pasó un ángel.
Yo he guardado el secreto.
Tú me recuerdas?
Miércoles 12 de Marzo de 2008.
Leonardo se asomó a su ventana. Yo le ví.
Volveré, le prometí.
Ya pronto.
domingo, 6 de abril de 2014
Romance antiguo.
con miedo ¿porqué negarlo?
tenías entre la boca
las huellas de un desengaño,
las manos desorientadas
y en los ojos treinta años.
Yo me acerqué despacito,
el corazón galopando
y en el libro que llevaba
tres poemas subrayados,
tres poemas que explicaban
el deseo de una mano,
tres poemas que escribí
una tarde, algún verano,
a la sombra del almendro
y con un peso en los labios.
Casi veinte primaveras
llevaba, imaginando,
desdibujando las noches
con nuestros cuerpos bordados,
entre desvelos fingidos,
entre amaneceres largos.
Quien espera desespera,
no pensaba
demorarlo:
-vente conmigo- te dije,
mira el viento perfumado,
huele la luna y la seda
de nuestro amor embozado
y sonríe al horizonte
y a los tiempos marchitados.
´
La cosa no pudo ser,
ya llevamos muchos daños
de amor y días vencidos.
Fue un sueño deslavazado,
un fuego fatuo, un dolor,
espejismos refractados.
Deja que te lea un verso…
yo tenía veinte años.
(Los dos primeros versos tomados del romance de Rafael de León)
sábado, 5 de abril de 2014
Sonetillo.
Imagen tomada de la red.
Amores
reglados,
parados,
mortales.
Fatales
regalos,
quebrados
fractales.
Ogaño
desprecios,
engaños.
Antaño,
soberbios
soñamos.
Soneto antiguo.
escondida
detrás de cada esquina,
se han
perdido otra vez las golondrinas
porque
no pueden oler la primavera.
Hoy
vuelvo a mirar de mil maneras
aquel
mar de oleajes y de espinas,
entrever
que su fuerza ya declina
en
sutil y apacible torrentera.
Qué
taimada destreza para herirme
con
tus ojos de orate enamorado
que
mentía aunque no quería mentirme.
Te
recuerdo como gato extraviado,
¿qué
miedos no te atreves a decirme,
amor antiguo,
amor, si estás salvado?
viernes, 4 de abril de 2014
Soneto antiguo.
Me
dijiste que me fuera y ya me he ido,
que no
quiero que por mí vistas tristeza,
que
finjas, si me ves, falsa extrañeza,
lo
nuestro era, lo sé, un sin sentido.
En
este juego desigual yo no he perdido,
tu
vida terminó, la mía empieza
con el
recuerdo de aquel amor y la belleza
que te
di de beber y no has bebido.
Sediento,
rememoras el pasado,
yo sin
sed, porque bebí con desmesura
y te
amé como nunca te han amado.
Te
llevaré enredado en mi cintura
y, aunque sé que estuviste enamorado,
elegiste
el pedestal a la escultura.
Soneto antiguo.
Déjame recordarte mansamente,
con el mar de mi cuerpo sosegado,
el dolor dormitando en mi costado,
la mirada perdida, indiferente.
Las tinieblas han bajado de repente
su gris telón, la función ha terminado:
ya no tengo ni futuro, ni pasado,
como una enamorada adolescente.
Cual si fuera un okupa desalmado,
al invierno ya lo tengo de inquilino,
¡vive Dios!, hasta el día de mi muerte.
Por mis venas corre agua de la fuente,
por mis ojos pasa el tiempo muy deprisa,
pero la paz llegará... soy muy valiente.
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