martes, 31 de diciembre de 2013




“Cuando empecé a escribirte,
ya no eras”


A lo mejor te veo alguna tarde.
Te divisaré a lo lejos,
antes incluso de torcer la esquina.
Me llamará la atención
ese jadeo de tus pasos,
          tan tuyo.
Me fijaré también
en el enfoque forzado de tus ojos,
         para escudriñar pasados.
A lo mejor te veo alguna tarde,
y fingiré que miro a la otra acera,
o llamaré a mi perro
con alguna palabra secreta que,
       como hoja de un otoño,
                descenderá planeando tras tu nuca.




viernes, 27 de diciembre de 2013

Barro en los pies.



Hola Javi, acabo de llegar, reventado macho, unas seis horas pedaleando y lo he tenido que dejar porque, después de toda la semana lloviendo, menudo barrizal me he encontrado. Tengo la bici aquí en la habitación, hasta los topes de mierda, mañana madrugaré para limpiarla, como mi vieja la vea aquí dentro me mata.
Voy a darme una ducha rápida y me voy a sobar, mañana he quedado con los colegas para ir a la sierra a escalar y no tengo todavía nada preparado. Tú qué tal por aquellos barrios, joder nunca me acuerdo de la diferencia horaria entre tu Buenos Aires y mi tierra, allí será media tarde seguro.
Te dejo tío, ya queda menos para conocernos, al fin, este verano en Sevilla, como acordamos, pero te vuelvo a repetir que lo voy a tener crudo con el viaje a Suiza que ya tienen mis padres previsto para toda la familia. Ya veremos.


Unos golpes en la puerta hacen que Raúl apague el ordenador. Entra su madre y con sumo cuidado, como todas las noches, le acerca a la cama, le ayuda a acostarse, le da un beso y arrima la silla de ruedas a la pared. Sonríe a su hijo y cierra lentamente la puerta.




Imagen tomada de la red.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Ahora recuerdo.





Y fue en París.
No fui sola.
Pero aquel día quise recorrer
la lluvia
acompañada con el silencio.
Con mi silencio.
Ya he dicho que llovía
y la cumbre de la torre Eiffel
se mostraba algo triste
al final de la calle desierta.
Cerré el paraguas
y lo dejé al lado de un portal
de esbeltas puertas de forja.
Puede que de art nouveau.
Puede que no.
Yo caminaba sola
con mi silencio.
Mi lluvia y mis lágrimas.
Al final de la calle
desierta.
Y no fui sola a París.
Pero lo estaba.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Dieciséis años.




     He retirado la mesa de centro de mi salón, velas de canela en las esquinas, luz tenue. He pedido en silencio permiso a mi vecina y he puesto a todo volumen el equipo de música. Raphael joven, yo también. He cerrado los ojos y tenía 16 años. Me lo creo.
    Y bailo. Los brazos en alto, giro varias veces, voy de un lado a otro del salón, remedo las formas de bailar de aquellos años, río, río mucho, siempre con los ojos cerrados, visualizando la bola multicolor de la discoteca, el humo, mi vestido minifaldero y con un rizadito en el cuello y en los bajos, mis medias de rejilla... mi novio. 
     Cuando acaba la canción, me detengo, algo cansada, abro lentamente los ojos y miro mi reflejo en el espejo del rincón. Sigo siendo la misma? pregunto en voz alta y Haro, mi perro, dice guau. Y yo me lo creo. 
     Hoy para mi es un día especial. Puede ser mi gran noche.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

lunes, 16 de diciembre de 2013

Una boda en Navalcarnero.



Imagen tomada de la red.

“La mujer dejó la taza de té sobre  la pequeña mesa de hierro blanco del jardín y se cruzó la bata de seda sobre el pecho, le había dado un pequeño escalofrío de placer al recordar los tres días pasados, tres días de fasto y alegría  en los que la pequeña  y limpia ciudad de Navalcarnero había brillado con una boda que dejaría una huella perdurable y bella. 
Y todo comenzó hace apenas un año, pensó la mujer. Casualidades de la vida, el destino, vaya usted a saber qué fuerzas se confabulan para que ocurran estos hechos tan perfectamente rematados en un final feliz.
Su niña casada con el heredero de una de las mejores bodegas de la península, ella misma, sin ir más lejos, emparentada con una rama de bodegueros tan ancestral y remota que se pierde en la noche de los tiempos.
La mujer abrió de nuevo la carpeta de terciopelo color burdeos donde había guardado las fotos y  la invitación de boda de los jóvenes.
Los nombres de las dos familias, el dibujo de agua que se adivinaba al fondo, las esquinas doradas y, en el centro, resaltadas en elegante relieve, los nombres de los contrayentes: Marcos y Patricia.
Nombres regios, pensó, adecuados. 
El viaje de novios elegido fue, muy acertadamente, un recorrido por Francia y Estados Unidos:  Burdeos, Normandía, California, lugares donde observar viñas de diferentes estilos y formas, de ampliar miras.
Perfecto.
La mujer cerró los ojos dejándose acariciar por una brisilla traviesa que se enredaba en su cuello y pensó en aquella excursión con unos amigos a la bodega de Navalcarnero para pasar el día y comprar unas botellas, con denominación de origen, con vistas a los regalos de Navidad.
Se quedó hechizada con la explicación que, sobre los vinos que probaron, les dio Marcos, el enólogo, bodeguero, vinicultor y sommelier.
Que si la uva era de la variedad ora cabernet-sauvignon, ora garnacha, que la malbec o la merlot eran cepas que tenían preparadas para un proyecto futuro, que si los taninos, que nos fijáramos en las lágrimas de la copa, que si estructurado, armónico, brillante, untuoso o equilibrado.
Moría a cada segundo, paladeaba el caldo color teja, con aspecto aterciopelado, cálido, con cuerpo; en nariz, floral, maderizado, balsámico y de tintes animales… afrutado.
Estaba en mi salsa, -piensa ahora,- flotando, quizá un poco achispada.
Y de repente, una idea: había encontrado, así, como una iluminación, mi destino.
Yo pertenecía a ese mundo, lo sentía, y la visión comenzó a surgir con la nitidez de una imagen en el balde del revelado de una fotografía.
Pregunté al simpático muchacho y, voilà, soltero, edad idónea, dispuesto. Le planteé, como si bromeara, una hipotética unión con mi princesita, virginal y casadera, y heme aquí, año y pico después, descansando de una  fulgurante y espléndida boda que ha dejado a todos satisfechos.
Dice mi marido, negativo como siempre, que no estoy muy equilibrada, yo le digo que equilibrado tiene que estar el vino, rico en taninos, vigoroso y cítrico y que espabile y comience sin prisa pero sin pausa a utilizar un lenguaje que armonice con nuestra nueva andadura.
Él no bebe, lo que resulta totalmente intolerable para moverse en este mundo de las cepas, de la cata, del syrah y el tempranillo, se lo he advertido por activa y por pasiva y, si sigue tomando esos barreños de agua con que adorna las comidas, tendré que tomar medidas; mi consuegro, el bodeguero titular, viudo el pobre, creo que, por sus miradas durante la boda, estaría encantado de tenerme a su lado para próximas vendimias.

Comienza a caer la tarde, la mujer se levanta y con el álbum de la boda entre las manos entra en la bodega para tomarse, cerca de la chimenea, una copa de ese vino áspero y fuerte que tanto le ayuda en sus momentos de soledad y tribulaciones. 

        Me acaba de llamar mi niña, me dice que está muy feliz, que acaban de aterrizar en California y que está pensando su maridito comprar, a buen precio, unas bodegas que han visto a su paso por Burdeos y que si llama su suegro se lo comente. 
Pero el teléfono es muy frío, iré personalmente a hablar del tema con Carlos, mi consuegro, el bodeguero titular, el viudo.
He tenido otra visión, otra elegante y distinguida boda, no tardando mucho, entre los viñedos franceses.
          In vino veritas. 
         ¡Ay el amor!”


sábado, 14 de diciembre de 2013

El escritor.



Imagen tomada de la red.


El escritor es el paciente más loco
del internado.
El más peligroso
e imprevisible.
Tiene brotes suicidas
y sufre invasiones
de frío.
Se consume en un rincón,
siempre ausente.
Mira hacia algún lado
con mirada opaca,
buscando.
Es el paciente más loco
e imprevisible.

Cuando encuentra la palabra
huida,
requiere atención inmediata.

Después llega la calma.
                        Sólo entonces sonríe.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Feliz Navidad.


     Haro y yo os deseamos toda la felicidad del mundo en estas fiestas especiales y mucha salud para el año que comienza. Seguiremos en contacto. Besitos.

jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Qué he hecho yo para merecer esto?




Juro que es una cosa que nunca se me había pasado por la cabeza.
Yo vivía muy feliz con mi marido y mi dos niñas.
Se llaman Julia y Andrea y tienen 8 y 6 años respectivamente.
Mi marido se llama Adán.
Sé que soy una mujer guapa y discreta. Procuro ir siempre arreglada. Y gusto, gusto mucho, que eso se nota.
Pero juro que no se me hubiera ocurrido ni en mil años engañar a mi marido.
Después de dejar a las niñas en el colegio, algunas madres nos acercamos a una cafetería cercana a tomar un café.
Eso lo hacemos de lunes a viernes.
Y todos los días, desde la barra, haciendo como que leía el periódico mientras se tomaba un cortadito, me miraba.
Un día, no recuerdo porqué, me hice la remolona y salí la última de la cafetería. Y me habló.
Se llamaba Ángel, bueno todavía se llama, y no sé cómo se las apañó pero quedamos para tomar el vermut.  A las dos y cuarto.
Yo anduve muy nerviosa esa mañana y todas las mañanas y las tardes que siguieron a ese primer contacto.
No se me hubiera ocurrido ni en mil años.
Pero un día, a la hora del vermut, me propuso irnos a un hotel el fin de semana siguiente. El puente de Mayo.
Pensé rápido. Mi marido estaba de viaje en Dinamarca, de negocios creo. Las niñas se las podría dejar a mi madre.
El perro también.
Ahora que recuerdo nunca le pregunté si estaba casado, soltero, viudo o separado. No se me ocurrió.
Me pasé toda la noche del viernes eligiendo cuidadosamente la ropa que llevaría, sobre todo la ropa interior.
Ni muy provocativa, ni muy pazguata. Ni braguitas de mínima expresión ni de cuello vuelto. Ni de colores de cabaretera, ni de esos colores desvaídos y prácticos que, hay que reconocerlo, todas tenemos en el cajón.
Tenía que dar la apariencia de  improvisación, de que no llevaba nada especial que confirmara mi flagrante adulterio, insinuar, si podía, que no sabía lo que iba a ocurrir.
Me recogió a dos manzanas de mi calle a las 7 de la mañana del sábado para aprovechar bien el finde. Y enfilamos para Toledo.
Puso música variada: Mozart, Camarón, Piaf, Schubert, Los Panchos.
Y durante todo el trayecto su mano derecha encima de mi muslo izquierdo.
Antes de subir a la habitación, tomamos unos daiquiris en la cafetería del hotel.
Mientras él fumaba un cigarrillo y hacía un par de llamadas, yo me metí en el lavabo para darme una ducha.
Ni en mil  años me hubiera imaginado esto. Esperaba hacerme a la idea y tranquilizarme debajo de un buen chorro de agua calentita. Me relajaría.
Le oí llamarme. Con esa voz excitada y caliente que me enamoró desde el primer día.
Encima del bidet me esperaban unas braguitas color salmón y una batita a juego.
El corazón triscando como un esquizofrénico en plena crisis.
Débiles las piernas.
Ésa debe ser la explicación a lo que me ocurrió después.
Recuerdo que bajé de la bañera levantando la pierna derecha con cuidado, creo que debí resbalar, mi brazo izquierdo quedó en el aire, un desmañado trastabilleo y un aterrizaje ridículo con tope en la puerta cerrada del baño.
Si me lo permitís, no quiero recordar el resto, el trabajo que costó abrir la puerta cerrada, mi inmovilidad, mi Ángel, el  responsable del hotel.
Mi desnudez,  la ambulancia…

Sólo ha sido una frente algo desollada, un esguince en brazo izquierdo y pie derecho y una infidelidad abortada.
Las explicaciones.
Luego, mucho tiempo después, recordé las braguitas salmón y la batita a juego que se quedaron impolutas y olvidadas encima del bidet.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Y se hizo la luz...




Se escondió en el cuarto de baño agarrada a un bote de pastillas para dormir.
Era lunes y comenzaba la primavera.
El espejo reflejaba el vacío, la luz no desprendía calor y, en el suelo, una horquilla gritaba su perplejidad al lado de la báscula.
Hacía mucho tiempo que no se pesaba, aunque según su marido había aumentado de peso en el último año.
En el último año se habían producido demasiados cambios en su vida.
Se quitó los zapatos y se alzó sobre la pequeña báscula, la flecha se desperezó y, después de alguna duda, se encaprichó de unos dígitos.
No, no había engordado. Su marido no tenía razón.
Dejó caer el bote de las pastillas. Una lluvia de pequeñas píldoras rosáceas se esparció por las baldosas cuadriculadas.
Una alfombra de sueño a sus pies. 
Una ofrenda.
Era lunes y comenzaba la primavera. La primavera era de color azul. Como su blusa.

Llevaba una mirada limpia cuando salió a la calle.
Y olía a lilas.


martes, 10 de diciembre de 2013

Poema-regalo de mi amigo y poeta Primitivo Oliva Fernández.

  

Primitivo Oliva  (Aseapo Poetas)



 UNA VEZ MÁS NOS LLAMA...

                                                                    

En estas fechas llega, una vez más
-como pisadas en reciente nieve-
sencillamente, casi en un suspiro,
el latido de un corazón Supremo
queriendo poner ritmo con su influjo
en los nuestros, a veces pequeñitos.

Vientos  de altruismo franquean
los personales páramos mezquinos
rebullendo las hojas marchitadas,
batiendo las ventanas del cariño.
Se reiteran felices amistades
y conjuntan afines apellidos.
        En las mesas se agrupan las viandas.
        En la calle se esparce el regocijo.

Un soplo que huele a dulces    
y a niño recién nacido,
alienta a que reverdezcan
nuestros desiertos baldíos,
y la voz más sutil de las estrellas
entona ese mensaje repetido:
caridad, tolerancia, afecto, ayuda,
eslabones de inmejorables brillos
para suplir las ruines ligaduras
que impiden al humano ser divino
y embellecer conductas personales
irradiando el  recuerdo y el olvido.

Olvidos que rebajen las inquinas
por las culpas de errores cometidos,
porque cuando las nubes se dispersan
refulgen más las piedras del camino.

Recuerdo de esos seres que declinan
cargados de miserias y suplicios;
y memoria de aquellos, alejados
de nuestras percepciones y sentidos,
que al irse no pensaron que dejaban 

un hermoso recuerdo entre los vivos.

http://www.youtube.com/user/aseapo1

lunes, 9 de diciembre de 2013

Just try before you die.


A mi derecha Juani y Begoña, a mi izquierda, Mari Jose.

El viernes untándonos de Navidad en la calle Larios de Málaga; de madrugada vinos, pescaíto y copas. El sábado ferry, dando un mordisquito al continente africano, Tánger a nuestra disposición: calles, cuscús, té, paseo en camello, más calles, más té, una cohorte de vendedores a nuestra disposición, encantadores de serpientes. El domingo baño de pies en el mar de la Malagueta, calor, sardinas, concierto en el espigón. Y vuelta a casa. Hoy desayuno tranquilo (sin diamantes) y un poco de Leonard Cohen para digerir todo. Cada dia tiene su afán. Próximo destino Berlín. Y, desde aquí, las gracias a mis compañeras de viaje. Por todo.



Y escribo:

Escapada a Tánger.


(Ya de vuelta).


Avanzamos hacia lo conocido.
Al comienzo.
Atrás queda la sorpresa,
lo nunca contemplado,
el descubrimiento.
Mar y océano en abrazo,
chilabas y cuscús,
alfombras de trenzado
inesperado, ofrecidas.

Cavilamos ahora
hacia un nuevo rumbo.
Esta vez por otro punto cardinal.
Cuatro mujeres buscando
el mundo.

Buscando.

Esperando siempre.



Y




miércoles, 4 de diciembre de 2013

Murmura la tarde.





Foto tomada de la red.


Trasiega la tarde
las miradas a su antojo.
El frío se cuelga de las pestañas
disuadiendo metas
y esquinas alejadas.
Las manos se avergüenzan
de los dedos inservibles
y los cuellos retroceden
entre toboganes de lana
de colores oscuros y densos.

Trasiega la tarde
las virutas de vida descuidada,
             se arremolinan en plazas
                       desnudas y ateridas,
dando vueltas inútiles,
     esperando.
El frío se enfurece a ratos,
levanta muros
y los cuellos se hunden un poco  más,
temerosos.
Huele el aire a desamparo
y los pasos se dirigen al origen,
al abrigo del puchero humeante,
a los ojos de siempre.

Trasiega la tarde,
             decae 
y murmura a nuestra espalda.

Murmura.


domingo, 1 de diciembre de 2013







Imagen tomada de la red.


Acabo de tener mi media hora especial de los domingos. Ver "Página 2" con una coronita, un poquito de queso, una mantita de color tranquilo y mi perro. A los dos nos gusta, no despegamos los ojos de la pantalla.
Cuando acaba, apunto los libros que hayan recomendado para echarles luego un vistazo y nos marcamos (mi perro y yo) unos pasos de baile para celebrarlo. Tan ricamente.
Ahora nos echaremos a la calle para dar el último paseo del día. Voy a coger la bufanda. Se acaba este domingo de otoño, festividad de San Eloy. 
También es mi santo, pero nadie se ha dado cuenta.

http://www.rtve.es/television/pagina2/