viernes, 27 de junio de 2014

Las brujas en la noche de San Juan. Lectura dramatizada.










Momentos de una noche mágica con mis amigas brujas en el cercano Butarque, en el aquelarre al que nos incitó un hombre con sayón, que imaginó esta preciosa obra a la luz de la luna.

"Las brujas de la noche de San Juan". 
Autor: José Manuel García (Josman)

Llevaron la obra a buen fin:

Lujuria:  Mª Carmen Estévez (y directora)
Ira:  Pilar Honrado.
Pereza: Paquita Oller.
Envidia:  Eloísa Pardo.
Soberbia: Pilar Peña.
Gula: Magdalena Sánchez.
Avaricia: Victoria Sánchez.

Martes, 24 de Junio de 2014.

miércoles, 25 de junio de 2014

Expulsión del paraíso.







Imagen tomada de la red.


Supo de su expulsión del paraíso en el mismo instante que su madre le anunció, alborozada, que iba a tener una hermanita.
Es preciosa, ya tenemos la vejez asegurada, qué suerte hemos tenido, escuchaba decir a su madre mientras competía con su padre por bañarla o darle el biberón.
Tantos mimos.
Tanto vagar sólo por el jardín.
Él la quiso desde el primer momento. Su carita diminuta, su sonrisa, las manitas que se cerraban con inusitada fuerza alrededor de su dedo, cuando acudía por la noche a contemplarla, a velar su sueño.
Adelita, te quiero tanto, le decía bajito, para que sólo ella lo escuchara.
Tenía que saber que él la quería mucho. Era tan bonita. Todo el mundo tan pendiente de ella.
La reina del paraíso.
Y él, dueño de los rincones.
Tanta soledad desconocida.
Pero Adelita sabía que él la quería. 
Por si acaso, se lo repitió muchas veces, mientras apretaba la almohada sobre su pequeña boca:  Adelita, te quiero mucho, te quiero, te quiero...


lunes, 23 de junio de 2014

Tocada... hundida.



Imagen tomada de la red.


Si pudiera escribir un poema
lo haría desnuda,
mirándome los brazos sedientos,
los pechos tímidos,
exhaustos,
la cintura valiente
y las piernas
abiertas a la mañana oscura.
Los pies indecisos
sosegados con el disfraz azul 
de las uñas.

Si pudiera escribir un poema
la cicatriz de mi teta
 señalada
se diluiría en tus manos.
Mi cabello, crespo y rebelde,
 se trenzaría lentamente

y aquella herida ciega
                       del comienzo
                                       
se volvería verso.

miércoles, 18 de junio de 2014

El sepulturero.





Imagen tomada de la red.




Una vez, mientras yo estaba enterrando a uno de mis egos, se acercó a mí el sepulturero, para decirme:


-De todos los que vienen aquí a enterrar a sus egos muertos, sólo tú me eres simpático.
-Me halagas mucho -le repliqué-; pero, ¿por qué te inspiro tanta simpatía?
-Porque todos llegan aquí llorando -me contestó el sepulturero-, y se van llorando; sólo tú llegas riendo, y te marchas riendo, cada vez.

El Loco de Gibran Khalil Gibran.

En el camino de Santiago. El quinto. Apuntes.





Grupo de peregrinos. Amigos.


"Si vas a emprender tu viaje a Ítaca, pide que tu camino sea largo, rico en aventuras, lleno de experiencias.
Mas no apresures el viaje".

El mismo número de peregrinos, de andantes, de buscadores emprenden su camino a Ítaca, llevarán la mochila liviana para rellenar los huecos con respuestas, con trocitos de vida añadida, de experiencias.
Van a la búsqueda de respuestas o de preguntas. Algunos no llegarán a encontrar lo que no saben que buscan, otros no encontrarán lo que desean. 
Unos afortunados, sí.
Los más, no sabrán qué hacer con lo que encuentren.
Nos miramos todos en el punto de partida, en esta tarde nueva y estrenamos una hora compartida, la manoseamos, se la pasamos, algo menguada, al compañero de la derecha y, cuando se nos va acabando el calor de la tarde, vamos pespunteando las últimas calles de la ciudad temblona y salimos al bosque.
Nos adentramos ya en el camino, bajo las nubes brinconas, tanteando el suelo con los bastones, la mirada al frente. Arropados.
Cada cual con su anhelo. 

martes, 10 de junio de 2014

Los pecios del naufragio.

1.

No me acuerdo de nada
cuando despierto en la noche
y me cuesta llorar
aunque piense en desiertos,
siento sed en los ojos
y lágrimas en los labios
y se me ríe la oreja
cuando oigo el silencio.

2.

Hundo la nariz
en un vaso de vino,
que son dos o tres
a poco que me esfuerce.
Cuando acabo el cuarto
me pongo recordona
y le otorgo a tus ojos
colores que no existen.

3.

Y me acuerdo de la nave
de tu cuerpo
y de cómo estallaba,
con fuerza de suicidio,
mi deseo
en ella,
como en una botadura
de inauguración
perpetua.

(Del poemario Los pecios del naufragio)

martes, 3 de junio de 2014

Versos en la residencia.






Me he detenido en el patio de la residencia,
las flores ponen color a los árboles viejos,
el sol ese día era de cobre y fuego,
las ventanas se abrían a pájaros emigrados.

-"Hemos vuelto al Paraíso",- me susurran,
aquí no hay peligros ni asusta la noche,
como en aquel hay Adanes y Evas
y las manzanas se pueden morder sin pecado.

A veces cae la lluvia y moja las risas
que olvidan sin miedo al pie del parterre,
a veces las estrellas iluminan sus cuerpos,
que esconden secretos tras livianas cortinas.

Cuando en alguna ocasión hay una boda,
las campanas de iglesias lejanas voltean sin ruido
y una vez oí al novio, elegante y añoso
regalarle a la novia anhelante, al oído,
un verso que escuchó de algún poeta antiguo:
-"Esta mañana, amor, tenemos veinte años".

lunes, 2 de junio de 2014

Tuyo, siempre.


Imagen tomada de la red.


Danzan los libros, ebrios, por toda la casa,
no respetan mis comidas
ni mis horas de sueño,
golpean mi espalda si ven que ignoro
semejante rebelión,
yacen abiertos en el suelo
como rameras ofrecidas.

Ayer tiré a la basura los cuadernos,
no volveré a escribir más.

Hoy empecé anidando libros en cajas de cartón
que pedí en la panadería,
cinco o seis aguardan ya,
henchidas, cerradas, derrotadas,
en un rincón del salón,
repletas de dóciles criaturas
resignadas a su suerte.
Los hay que se resisten y vuelan
luchando, indómitos, con las hojas
desplegadas,
abanicando el polvo que desprenden
sus historias muertas.

No volveré a leer más.

Consigo alojar nuevos cadáveres en las cajas,
abiertas como fosas voraces,
los aplasto con la mano extendida,
 doblegando su soberbia,
vengándome de su influencia,
domeñando su primacía.

Uno de tapas gruesas y verdes,
aleteó cerca de mi oído,
dejando una estela de versos
que cayeron lentamente sobre mi cuello
obligándome a completar la trova.

Me arrodillé un momento, exhausta,
vencida,
un tomo pequeño y vanidoso esperaba,
desvencijado por el combate,
reconocí su vestidura, sonreí, como una madre
ante la travesura de su preferido
y el libro se abrió inesperadamente, ofreciéndome
una promesa antigua y recordada:

"Tuyo, siempre".