lunes, 26 de enero de 2015

De ansias y sosiegos. Último lunes de Enero.

26. En paliativos. 

Imagen tomada de la red.

Hoy comienza la primavera. Me lo ha recordado Merche, la enfermera de las mañanas, cuando ha arrancado la hoja del calendario, un gran taco colgado cerca del televisor y que me ofrece todos los días, — ¿La quieres Marcela?
— ¿Qué dice la frase?— le pregunto.
—“Comete tres veces el mismo pecado y acabarás por creer que es lícito”, — es un proverbio judío.
—Vaya, no está mal. Llévatela tú hoy.
Se la guarda en el bolsillo del uniforme. Nos repartimos las hojas según nos guste la cita que figure en ellas o el tipo de pasatiempo que haya en el reverso.
Es una mujer de casi cincuenta años, grande, con el pelo muy corto teñido de naranja y con todos los dedos llenos de sortijitas.
— ¿Y qué tal estamos hoy Marce? ¿Te has terminado el desayuno? ¿Te duele algo? ¿Nos bañamos?
Así es ella, todas las preguntas seguidas, correlativas, sin esperar ninguna respuesta.
Ya se ha ido.
Me doy la vuelta y miro la ventana, los cristales, las ramas del magnolio que conversa conmigo todos los días y las copas de otros árboles que no sé de qué tipo son.
Y las nubes. Y el cielo azulito y limpio. Insensible. Inconmensurable.
En la repisa, dos jarrones pequeños con unas rosas amarillas en uno y un capullito blanco de mentira en el otro. Las rosas me las trajo Julián y el capullo de mentira mi amiga Pilar que vino ayer a las siete y a las siete y cuarto seguro que ya estaba cogiendo el autobús. Visto y no visto.
Reconozco que no es agradable visitar a alguien que se está muriendo y que lo sabe.
¿Qué se dice en estos casos? ¿De qué se habla?
Miro la bandeja encima de la mesita todo uso del hospital, me he dejado un par de galletas del desayuno y, entre la servilleta, deliberadamente arrugada, he escondido la pastilla de las mañanas. Hoy no me apetece tomármela.
Y no, hoy no me baño. No me lo pide el cuerpo.

Con el mando de la cama elevo un poco el cabecero y me acomodo la almohada en la espalda. Tomo el libro que espera junto a la bandeja.
Memorias de Adriano. Tellus Stabilita: “Mi vida había vuelto al orden, pero no así el imperio. El mundo que acababa de heredar semejaba a un hombre en la flor de la edad, robusto todavía aunque mostrando a los ojos de un médico imperceptibles signos de desgaste y que acabara de sufrir las convulsiones de una grave enfermedad”.

Ya viene otra vez Merche.

(De mi novela El ruido del silencio).







2 comentarios:

  1. Aunque ficcticio, la verdad se impone a las palabras. Recuerdos tristes. Nostalgias perdidas. Cariños perennes. No hay intermisión

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  2. Hay más realidad que ficción en el escrito. O no. En todo caso sí son recuerdos tristes. Continuar es lo que haremos. Continuar siempre. Abrazos sin pausa.

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