miércoles, 16 de diciembre de 2020

Adúltera

 




Juro que nunca se me había pasado por la cabeza.

     Pero me gustó tanto aquel hombre.

     Quedamos.

     Me llevó a un hotel caro. Divino de la muerte.

   Yo vibraba, por una vez en mi vida, entre la pasión (desconocida) y los nervios.

     En el trayecto, entre caricias y susurros, me confesó que tenía un tatuaje en un punto geográfico interesante.

     Yo vibraba.

     Juro que nunca se me había pasado por la cabeza ser adúltera.

     Mientras me preparaba un gin tonic me metí en la bañera.

     Resbalé al salir.

     Hospital y todo eso.

     No llegué a verle el tatuaje.


(Relato premiado en la VIII edición de microrrelatos "Amor en 1 minuto" de SER Madrid Sur. Año 2015.

Máximo 100 palabras, incluyendo los términos hotel, tatuaje y bañera)

viernes, 11 de diciembre de 2020

Mis cuestionarios Proust. Inma Luna.

 Yo no sabía que se hacía tan largo

este camino al filo,

este sudor de barandilla

que se agitaba la respiración,

que el músculo negaba el equilibrio.

Cuando vivía sin escalas

no había estos embates trastornados

tampoco este fulgor en las prolongaciones.

     Tenía una cita con Inma Luna, en la plaza de la Fuente Honda, de Leganés. Allí quedamos, en un lugar que despierta sus recuerdos de infancia, de olores y caricias, de familia y de comienzos.

   Yo la esperaba con su último poemario Edificio Nautilus. Y la vi llegar, arrastrando palabras y tocada con su habitual luz y con un sombrero. Yo también lo llevaba. Y nos sentamos al aire libre, en una mesa abierta a la charla y bajo el abrazo de los plátanos de sombra de la plaza. Pero hacia frío. Me costó que el bolígrafo guardara las respuestas que me iba dando a las preguntas del cuestionario Proust, ni él ni mis dedos respondían. 

     Y sin anotar nada, tomado un café y dejándonos llevar por los vericuetos de la vida y sus sensaciones, me fue desgranando sus gustos, sus ansias y sus sosiegos. Yo confié en mi memoria.





     Me confesó que el principal rasgo de su carácter es la curiosidad, la pasión, las ganas de experimentar; que admira la inteligencia en el ser humano y que cocinar es una de sus ocupaciones favoritas; que no espera nada de sus amigos y que se adapta a vivir en cualquier lugar. La magnolia es la flor que más le gusta y la gama de color que discurre entre el rosa y el violeta. Se reconoce algo brusca en determinadas ocasiones y le gusta la felicidad de provocar la sorpresa y el asombro si la rutina viene para quedarse. 

     Le gustaría llegar a ser una buena novelista, reencarnarse, si se lo ofrecen, en un hombre y admite que puede mentir en las ocasiones en las que no se siente orgullosa de lo que ha hecho. Le hubiera gustado ser joven en los años 60. Me habló de Lisístrata y su vuelta de tuerca cuando le pregunté por un héroe o heroína de ficción.

     No soporta a los que no dudan y la falta de humanidad y se arrepiente de no haber sabido expresar sus deseos. Su estado actual me lo describe como muy bueno y se sabe con el lujo de sentirse querida y mimada. Su nombre favorito es Violeta.

     Las rapaces y las cigüeñas, me contestó, cuando le pregunté por sus aves preferidas y la cantante y compositora mexicana Lila Downs es la elegida cuando me intereso por la música que escucha a menudo.

    Clarice Lispector, Ian MçEwan y Siri Hustvedt, son, entre otros, sus autores preferidos en prosa. En poesía, Anne Sexton, Sharon Olds, Pizarnik o Wislawa Szymborska. Y el expresionismo del pintor austriaco Egon Schiele.

     Inma Luna expresa ahora sus deseos con su incursión en el teatro y busca la sorpresa con la acuarela; con los pinceles, pergeñando platos o desarrollando monólogos sobre el escenario, rematando poemarios o mirando el mar desde su ventana: "Agua de mar temprana / me cubre de la sal que tú retiras / cuando llega la hora de la siesta".

     A Inma le gustaría poseer el don de adaptarse al medio, a esas cosas extrañas que sin embargo ocurren y admira la lucha eterna de las sufragistas. Me recomienda la última novela que ha leído La violencia tranquila de los sueños, de K. Sello Duiker.

     Había quedado Inma con otras personas, quería aprovechar el primer fin de semana decembrino para cubrir todas las citas antes de volverse a su isla, a continuar con sus estudios de arte dramático, a retomar sus pinceles y a poetizar la orilla del mar y sus quehaceres, a mirar, en un día claro, la silueta africana, la barbilla de nuestra península o, amusgando un poco los ojos, allá, a lo lejos, el costado derecho del continente americano. 

     Nos hicimos unas fotos, nos retocamos las mascarillas y el sombrero, y nos despedimos, con la promesa de otro encuentro y con un vago temblor de rodillas en el corazón. 


Me persigue el abismo de una mujer inabarcable,

me hace pensar que cualquier noche

el bocado desgarrará las comisuras

saltará por los aires

este desollador aplomo

se abrirán paso unas ganas feroces

de comérmelo todo,

con placer y sin límite,

todo lo puro y lo recién nacido

en un ciclo precioso

una vorágine

que camine de fiesta hasta la vida.

     Gracias, Inma.


(Poemas de Edificio Nautilus).

https://es.wikipedia.org/wiki/Inmaculada_Luna