martes, 28 de enero de 2020

Encuentro poético






Amigos, os lo voy a decir con tiempo. 
     El viernes 31 de este primer mes del año, tendremos el encuentro poético habitual. Será el quincuagésimo segundo, el primero de este año que estrenamos. 
     Vamos a reunirnos para despedir enero con versos elegantes y con aplausos de marabunta. Te espero, al pie de la escalera y con el sombrero en la mano.

     Tráete a tu mejor amiga y a la vecina del cuarto. Puedes escuchar y recitar, tendremos micrófono abierto y abrazos de sobra.
    Recuerda, viernes 31, en la Casa cultural de Castilla la Mancha, parque de la Chopera, en Leganés.
      A partir de las 19,30 horas.









Mirando al mar







Me he venido a la playa para buscar mi minuto de silencio y para contemplar el arrepentimiento del mar. Desayuno, hoy domingo, y me despido con un café y un suave olor a azahar.

     Entablo conversación con un elegante caballero de la mesa contigua.       Hablamos de poesía y de Gioconda_Belli, la conoce.
   Comentamos el artículo del Pais Semanal. No, no está en las redes sociales. Nos veremos, dice, en otra ocasión en esta misma cafetería. 
    Se va.
   Vuelve al rato mostrándome la foto que me ha hecho antes de irse.      No, no me importa. Le doy mi teléfono para que me la envíe. Gracias, me dice, tocándose el ala del sombrero con un gesto de su dedo, pues ya estamos conectados. 
     Y miro como salva la esquina y cae, de repente, una tenue llovizna.
     Gracias a usted, don Francisco.

Los pecios del naufragio



Debajo de mi piel corren miles de hormigas salvajes.
      Se deslizan por mi espalda en las mañanas de lluvia y se detienen, a mediodía, en la cintura.
     Siento su aliento de lucha y su titubeo. Las oigo hablar y decidir el próximo destino.
     Rodean, en loca marabunta, mis caderas y se introducen, ladinas, entre las ingles y la curva cobarde del pubis.
     Algunas descienden por los muslos indecisos, por las piernas vacilantes y cubren de dudas mis pies descalzos. Me paralizan y me hacen temblar en silencio.
     Me obligan a recomponer mis tardes y abandonar la alegría entre los visillos sucios de las ventanas cerradas.
     Me descubren la miseria de tu olvido, me sonsacan la locura que había dejado entre las sábanas frías de aquella alcoba en penumbra.
     Se regodean en la angustia de mi boca apretada. Pugnan por salir a través de mis pechos dormidos y taponan mis oídos para que no te oiga llegar en la noche.
     Cuando clarea, me descubro aún en medio del caos y del tumulto de las vidas expuestas, con el contorno del sofá desdibujado, conmovido y triste, con el ruido pertinaz del pulso en mis venas sin caudal, con la zozobra del comienzo, con la certeza del naufragio.
     Las creía muertas, a las hormigas digo, y es cuando noto el avance de éxodo por mi cuello, por mis hombros y mis dedos contraídos.
     Sigo allí, de pie, cuando llega la noche de nuevo.
    Y las hormigas no duermen bajo mi piel y el reloj ha dejado de latir y sólo el murmullo de tu llegada podría vencer este escándalo de muerte.
     Ya se están acercando hasta mis labios secos.
     Y ya no duele.



Al olor del recuerdo.


Hace dos años que murió mi madre.

     Tengo los brazos llenos de caricias que ya no sirven.
     Esta noche me he despertado a la misma hora que, volviendo su cara hacia el sillón donde yo dormitaba, dejó de respirar.
     Yo abrí en ese instante los ojos, alarmada por el escandaloso silencio que estalló en la habitación del hospital.
    Me quedé quieta unos instantes. Sólo la contemplé. Desde aquel sillón de plástico donde me había recostado un poco, agotada de tantas noches luchando por lo imposible.
     Y no la vi morir. Ella no quiso. Esperó a que me durmiera. Siempre evitó mi sufrimiento.
    La contemplé largo rato y me acordé de todos los abrazos que me reclamó sin pedirlos y no le dí. Pensé que ya habría tiempo, y aquí se quedaron, inservibles y egoístas, ardiendo en mis brazos baldíos.

Haro y yo.

Ya está aquí Haro. Y os va a contar todo lo que sabe.
    Lo que hablamos en aquellos paseos bajo la luna.
    Las confidencias que compartimos.
    Ha vuelto para conoceros.
    Para que le conozcáis.