jueves, 18 de enero de 2024

Reseña de un amigo.

Mi amigo, el estupendo escritor José Luis Labad, me hace llegar un mensaje que agradezco y que me apetece compartir. Me dice: "Ayer terminé de leer tu última novela. Es dura, pero a la vez esperanzadora. No puedo decirte mucho más, que me ha emocionado y que has sido muy valiente enfrentándote a todo eso. Eres una mujer coraje".

Y me regala este poema.
Y yo le mando un abrazo muy grande.
Y me pongo contenta.
CORAJE
(A la manera de mayo y su cuchillo)
A Eloísa Pardo
En mayo, se borraron las letras de tus escritos,
se ausentaron los trinos de tu ventana
y la primavera voló sin alas por tu cuerpo
herido y vejado por el miedo.
En mayo, se rasgaron los versos,
ahuyentaron la vida que poseías
y rodaron las lágrimas desperdigadas
por la tibia hendidura de tu costado.
En mayo, provista de un cuchillo
llamó la Parca a tu puerta,
y con coraje la echaste de casa,
sin habla, sin miedo y sin resuello.
En mayo, amiga mía, en mayo,
en una tibia mañana en que sol relucía,
venciste a la muerte con valentía
con el fresco color de la frambuesa.
En mayo, te fuiste a buscar a la luna,
a encontrar el sombrero perdido,
a borrar la tinta verde del cuaderno,
a sentirte erguida y valiente.
En mayo, como el junco serás más fuerte,
te pondrás tus zapatos con altos tacones,
vestirás tu talle con sedas y pedrerías
venciendo a las fétidas sombras de la noche.
En mayo, primer mes de tu vida
acallaste las voces que te oprimían
saltando a la vida con valor y alegría.
En mayo, en mayo, amiga mía.
En mayo, volarás como cualquier día
dejando de oír tu cuerpo en la carcoma,
y como a la manera de mayo y su cuchillo
verás el fin de ese mes de mayo aciago y frío.
En mayo, amiga mía, en mayo…
volvieron las risas y las flores a tu ventana.




martes, 16 de enero de 2024

Desde las vísceras.

 Llegó tarde a mi vida,

en mis ventanas sólo se apoyaban
la lluvia y los estorninos.
Había sed en el álamo,
crujir de hojas y un olor
a cieno y escombros.

Pero aquel día amaneció
antes de tiempo,
el lubricán cabalgó,
saltando,
sobre los montes que separaban
los dos azules
de aquel abril prematuro.

Llegó tarde he dicho,
entró sin llamar
a la sala oscura
donde sólo quedaban rescoldos
y sábanas frías.
Con pasos lentos dejó el látigo
en el respaldo del tiempo,
se sentó en la mecedora vieja
y extendió los brazos
para que yo me refugiara en ellos.

Allí estoy desde entonces,
con un verano perpetuo en los ojos
y las ventanas abiertas
al murmullo
de las noches cálidas.



martes, 2 de enero de 2024

Acabando diciembre

 Aún estoy a tiempo, pienso.

Aún es hoy, aún tengo los pies detenidos en el ahora, todavía estoy a tiempo de sumar. Todavía no he dado el salto al frente, aún no es pasado.

Y, en el borde del nuevo año, recuerdo un enero anotando en la agenda todos los sueños, los proyectos, los perdones pendientes, los abrazos ignorados, los besos que se perdieron aquella tarde de lluvia y miedo. Recuerdo aquel arrebol a destiempo, que me produjo un vértigo en la comisura de los labios. Aquella mirada de canela y esperanza, mis uñas coquetas y sedientas de tu piel ofrecida. Recuerdo la huida, el abandono de la risa, la llegada del lubricán, tan escandaloso, tan nuevo. Y vuelvo a preguntarme, qué hacer con este último día, cómo recuperar la risa, de qué color será la película que comienza, qué palabras acudirán a mis manos para poder seguir caminando. Abro una nueva agenda, no puedo esperar, escribo esto en la primera hoja. Un día más en este año bisiesto. A él le pido historias, poemas, le pido un caligrama hermoso de vida, como éste que me regaló mi amiga Aman. Al nuevo año le pido ilusión, salir de este remolino.
Ganas de respirar. Profundo.


Año nuevo. La insidia de la nostalgia.

Me despierto y veo la mitad de la mañana,

abro con desmesura los ojos

y solo uno responde a su cometido.

Julio se derrama por mi colcha azul

y sé que anoche me acosté en enero.

Una nube diminuta ha eclipsado mi ojo izquierdo.

Al mirarme las manos, mis uñas, ayer color berenjena,

son ahora de un tono pajizo y nuevo.

Me han crecido los pechos.

Una melena larga se derrama por la almohada.

Mi cama, observo, no es de matrimonio.

Mi ojo sigue ciego. Hace calor en esta habitación que recuerdo.

¿Te hago un café? me grita mi madre desde algún lugar.

Tengo que levantarme, pienso, he quedado para comprar regalos.
Es víspera de Reyes y tengo nietos.

Me toco las tetas y la tripa inocente. Llego al pubis.

Oigo a mi madre avanzar por el pasillo de aquella casa.

Poco a poco mi ojo izquierdo se hace luz.

Tengo diecisiete años en el reflejo del espejo del armario.

Me incorporo para esperar el café y el regreso.

Luego quizá vuelva a dormirme, para despertar de nuevo.

O puede que decida levantarme deprisa y vivir.

(Escrito de madrugada, quizá aún conticinio, con el desengaño de la vida apretando con saña en las pestañas)