sábado, 27 de junio de 2015

De ansias y sosiegos. Me bebo la felicidad en botellas de cuello ancho.

178. Poema a cuatro manos.





Ayer acabé mi relato así:


Hoy es viernes, hemos salido Haro y yo, tan temprano, que la luz de la mañana aún venía renqueando por la linea acuosa del horizonte. Hemos recorrido, lentos, las calles adormecidas del barrio. Gozosos.
Nos gusta ese vagabundeo tempranero, ese instante tan nuestro que nos sentimos los creadores del nuevo día.
Empezaba a clarear cuando volvíamos.
Yo, con un olor de tierra húmeda en las manos y mi perro con la trufita mojada del verde de todos los árboles del parque.
Con un café y una música suavita revoloteando por los rincones redondos de mi estudio, vamos a escribir un poema, Haro y yo, a cuatro manos. Os lo enseñaré un día de estos, mañana o pasado.
Si él me da permiso.
Si me deja.

Hoy hemos hecho lo mismo. Talmente.
Madrugar, pasear, en la fina linea que separa la noche del día, caminando sobre la espalda del lubricán.
Y le he pedido permiso a mi chico para enseñaros el poema que hicimos ayer entre los dos. A cuatro manos. A medias. 



Y también decía ayer, cuando le miraba:
Haro luz de mi vida, compañero de letras, muso, escuchador, alfombrita peluda y suave a mis pies. Siempre ahí, rodrigón silencioso cuando me tambalea la tarde herida, cuando mis pasos dudan.

Y he aquí el poema que hicimos:

Quiero huir
y quiero quedarme,
a velar por los brotes de mis entrañas,
por mi perro,
porque éste es mi sitio,
ningún otro.
Pero me asfixio, me ahogo.
La congoja me aprieta los pechos
y me vuelve baldía la mirada.
Quiero huir,
pero no quiero.
Me falta el aire
y la música que inunda mi garganta
me pide que cante.
Quiero bailar sola, sola gritar,
quiero estar sola
y que mis brotes sigan engastados
en mi alma
como diamantes venerados.
Yo soy alegre.
Yo me visto cada mañana con túnicas largas
enjaretadas de dicha.
Me bebo la felicidad en botellas
de cuello ancho.
¿Por qué entonces esta tristeza?.
¿Por qué me ahogo?
¿Por qué la zozobra me persigue
en cada rincón,
observándome con ojos sardónicos
cuando me ve contenta?.
Me gusta la vida.
Meriendo vida por las tardes
y desayuno vida cuando despunta el día.
Pero quiero estar sola y correr libre.
Quiero suspirar alguna noche
de nostalgia
y que nadie intente redimirme.
¿Por qué tengo que cargar eternamente
con yerros de otras vidas
que apenas recuerdo?
Tengo que huir.
Necesito beber la felicidad
a tragos grandes, desbordados.
Yo no tengo la culpa.

Os deseo, amigos, un cucurucho de felicidad.
En cada mano.

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