domingo, 17 de mayo de 2015

De ansias y sosiegos. Domingo, regreso a Leganés.

137. Me acuerdo.


    "Peregrino es todo aquel que tiene un espíritu libre, un equipaje ligero, un alma solidaria y sigue espontáneamente el camino de sus sueños. Entonces el camino es hermoso y pones amor en cada paso".


   Ya acabó.
   Hoy es el día de los "me acuerdo".
   Y de las despedidas.
   Hemos paseado Lugo, hemos comido en Ponferrada, hemos comentado las pequeñas incidencias y las grandes sensaciones.
   Los paisajes, los cielos, las nubes juguetonas, las flores, los guijarros, el agua, los valles, los albergues.




   Y me acuerdo del primer día, de la emoción, de la esperanza, del cuaderno en blanco.

  Me acuerdo del baño de pies, del agua helada, del puente de piedra.
  Me acuerdo del disfrute de Andrés Fernández, de su satisfacción por el discurrir fluido del camino, por su disponibilidad y sus préstamos del periódico. De sus charlas para enseñarme.

  
 Me acuerdo de Andrés García, de su cayado brujuleador de senderos, de su hambre de paisajes, de sus bromas y de su atención disimulada y constante.
   Me acuerdo de Juani Orellana, de su cadencia al caminar, de su paso silencioso y atento por todo el grupo, para compensar fisuras. De su paz.
  Me acuerdo de Benito y de su mujer Mari Carmen, siempre a la par, prudentes y dispuestos a la ayuda, al regalo de sonrisas y de un poema para anudar el final de la aventura.


Con Caty y Diego que nos fueron a recibir al término del peregrinaje.


   Me acuerdo de Mari Carmen Sánchez, de Mari Jose, de Lourdes, de Loly, de María,  de sus ganas de camino, de su suave empuje cuando la subida era altiva y las piedras del camino nos herían las botas polvorientas, cuando nos faltaba el pan y el agua, la risa o el hombro al final de la tarde.  Ahí estaban.

   Me acuerdo de José Luis, libro abierto que nos dejaba mirar cuando se necesitaba, con un chiste en cada sobremesa y a la hora del lubricán, para que la sonrisa no se notara ausente y no nos quedáramos rezagadas. Contaba siempre hasta catorce, para no perdernos, para que llegáramos todos a la meta, al mismo tiempo, con las mismas ansias.



Lourdes, nueva en el camino, pero ya indispensable para los que vengan.


   Me acuerdo de Vicente, madrugador diplomado, colocando las mochilas y los sombreros, hablando con todos y de todo, en todos los idiomas y con toda la bonhomía que le caracteriza.

  Me acuerdo de Mari Carmen Estévez, encontradora de objetos con historia posterior, deseosa de alargar las noches para que la luna ilumine más tiempo las literas y las botas doloridas, para robar emociones y manos que agarrar con fuerza.


Ahogando el cansancio en las frias aguas del rio Meruelo en Molinaseca.



Estamos en capilla.



Sobre la Cruz de Ferro, el techo del camino francés en España.



  Y nada más. Os he ido contando algunas pequeñas vivencias de cada día, no todas, el acceso al ordenador no siempre era sencillo. 
  El dolor de piernas, el calor, la fatiga acumulada a lo largo de los días, el sueño que, a veces, no acudía, la sed, las ampollas, el polvo, el dolor, y algunas incomodidades, no han tenido aquí protagonismo.
  No lo merecen. 
  No lo hemos sentido apenas.
  ¡Hemos sido tan felices!
  Y gracias por seguir nuestra crónica desde este punto de encuentro que es el vuestro.
  Buen camino.
  Pura vida.
  Y me acuerdo de un libro dedicado con tremendo cariño, el día de las despedidas y firmado por tres amigos a los que quiero y admiro.

2 comentarios:

  1. ... Y ME ACUERDO de las pequeñas emociones compartidas contigo. Gracias por todo

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    1. Aquello que comenzó como una sugerencia hecha al azar, se ha convertido en seis encuentros por esos caminos de Dios que creo han merecido la pena. Sin duda. Un abrazo compañero. Peregrino.

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