martes, 7 de julio de 2015

De ansias y sosiegos. Mi amigo S.

188.  Libros viajeros.






     Esta mañana he dejado que otro miembro de la familia le diera el paseo a Haro. Se iba triste mi chico.
    Pero es que yo, con mi primer café del día en la mano, tenía prisa por tejer la entrada a mi blog, vuestra casa. Una entrada, un comentario muy especial.          De agradecimiento y buenos deseos para mi amigo S.
     Va, mi amigo, en este momento de su vida, en una locomotora antigua y veloz, con los frenos rotos y una chimenea reventona de humos y polvo tóxico y cegador.
     Y dirigida por un maquinista algo loco.
     Y mi amigo está un poco asustado. Y ha decidido tomar medidas.
  Entre otras, ha comenzado a soltar lastre. Para poder defenderse mejor. Y ha empezado a desprenderse de la mayoria de los objetos y enseres queridos que todos acumulamos a lo largo de la vida.
    Me llamó una tarde de principios de otoño para proponerme que me hiciera cargo de su biblioteca. Por si la locomotora no conseguía parar a tiempo, por si ocurría algo, por si los raíles no aguantaban la embestida.
    Le dije que sí, primero porque él me lo pedía; segundo, porque sabéis de mi pasión desenfrenada por los libros y tercero, porque me apetecía guardarle algo tan apreciado para él, mientras  dure la travesía.
    
    Mi amigo S. está inmerso en eso que nombran con el eufemismo de "una larga enfermedad". Mi amigo tiene cáncer.
    Se está recuperando, se va a curar, por supuesto. Ahora va a continuar la lucha, paciente, fuerte, hasta que la caldera de la locomotora se quede sin combustible y el maquinista, resignado, detenga el viaje absurdo en una estación luminosa y coqueta. Allí, mi amigo se bajará, cansado pero feliz; asustado, pero jubiloso.
   Y el viaje tenebroso habrá acabado.



    Entonces yo le invitaré una tarde a mi casa, para que recupere sus libros, los que quiera, unos pocos, todos los que dejó a mi cuidado, o algunos más de los míos, si lo desea. Le dejaré elegir. 
    Con una cervecilla en la mano, nos reiremos del molesto viaje por esas estepas frías y oscuras del terror, por ese tobogán de angustia que ha recorrido durante demasiado tiempo. Yo le entiendo muy bien, conozco esos rincones sombríos, esos pasillos largos en los que la salida está oculta y lejana. También estuve viajando en la locomotora.
    También tuve mi cáncer.

     Amigo S., que sepas que guardo con cariño tus libros. 
   Que voy leyendo algunos. Que los huelo. Que los acaricio. Que les hablo.
   Yo te pido que te agarres bien al asiento mullido de la vida, que te dobles con sosiego en las vueltas, que vayas mirando con interés y alegría el paisaje y que, cuando el viaje llegue a su fin, que siempre llega, lo celebraremos con toda la gente que te quiere y te espera.
    Ánimo S.
    Ya sabes dónde estamos.




* Fotos bajadas de la red.

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