sábado, 25 de julio de 2015

De ansias y sosiegos. Asiole Dorpa. Día 6.

206. Y continuamos con las presentaciones.

     Hoy es un día tranquilo.
     Casi todos los propietarios se han ido ya de vacaciones o a pasar el fin de semana a otro lugar.
    Acabo de llegar de ver a Angustias. Le querían dar el alta, pero ella ha pedido quedarse hasta el lunes. Esta mujer no tiene nada, sólo una acumulación dañina de ansias, demasiado rencor en las venas y un empacho de melancolía. Me ha pedido que no le diga nada a sus hermanas, que le riegue las azaleas y que le recoja un mantel que se dejó tendido.
     Yo le he pedido a ella que procure llamar a la alegría y le he prometido acompañarla a cumplir su sueño, visitar Italia. Por lo menos ha sonreído mientras me despedía.
     Me he tomado el aperitivo en el bar mientras Eduardo y Nati me contaban lo de siempre: lo mal que les va el negocio, lo poco que les llaman sus hijos y que cerrarán pasado el verano. Así llevan ya once años, desde que los conozco.
     Y dedico la tarde a darle un empujoncillo a la alfombra de nudos que tengo a medias.


      ¿Os he dicho que soy una enamorada de las manualidades?
    Estoy siempre enredando. Con todo pruebo y de todo intento sacar una doble finalidad, otro uso. Hago broches, pendientes, collares, cestitas. Luego coloco algunas cositas en el mostrador de la portería para que mis inquilinos tomen lo que les guste.
       Me entretengo.
    Esta tarde ha bajado un rato el Sr. Andreas. Hemos tomado un refresco en mi patio, y se ha disculpado por lo de ayer.
    Os cuento. Es un hombre de unos 70 años, alto, educado, culto, un ingeniero que, según me dijo un día su mujer, descendía nada más y nada menos que del Gran Capitán. El caso es que no ha superado la muerte de su mujer, Aurora, una mujer casi analfabeta, pero tan lista y despierta, tan discreta y enamorada, que fue el verdadero rodrigón de este hombre durante toda la vida. Le admiraba mucho y dejó siempre que fuera él el que destacara en todo, mientras que ella, en la sombra, era la que sostenía fuertemente la figura de su marido, le difuminaba sus deslices y le consentía sus, a veces, salidas de tono.
      Ahora él intenta encontrar su razón de vivir en la bebida.




      Hemos pasado un ratito muy agradable hablando de libros, de música y del pasado.
      Barrigas sigue sin aparecer. No consigo domar el temperamento vagabundo y aventurero de este gato.
         Voy a cerrar.
         No he adelantado nada con la alfombra.
         Buenas noches.

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