lunes, 24 de agosto de 2015

Día 36. Asiole recibe una visita.

236. De gatos y de maridos perdidos.


"Bésame mil veces, después cien, después otras mil y otra vez cien, otras mil, y, aún después, cien más, Luego, cuando hayamos sumado muchos miles, embarrullemos la cuenta para olvidar y para que ningún envidioso sepa que nos hemos dado tantos besos".
(Catulo)





      Buenos días.
     Comienzo la semana con emociones que no he ido a buscar.
     Me acababa de dar una ducha ligera después de apañar el portal  y me disponía a tomarme un segundo café, tranquilita en mi cocina, escuchando los lamentos de Cohen, cuando han llamado a la puerta.
     Al abrir, me encuentro a mi ex, Alberto, con Barrigas en los brazos.
     -Lo he encontrado vagando por  Principe de Vergara-, me dice.
     -Y lo he reconocido-, es Barrigas, ¿no?
     Si lo sabrá él que fue el que me lo regaló a cambio de irse con otra.
     Les hago pasar. Le pongo al gato chulo y errante su comida y a mi ex le ofrezco un café. Acepta.
     Nos sentamos en el jardín y Frida acude, lenta, a saludarle.
   -¿Le sigues dando profiteroles y salmón?- me pregunta, algo irónico. Lo capto.
    Le pregunto por su vida, le pregunto por su novia Carmela, por cómo lleva la prejubilación, por los viajes que han hecho últimamente, por su salud.
     Todo le va bien. Me alegro. O no, que no estoy segura de lo que siento.
     Él también me pregunta y le cuento las novedades de la finca.
     De mí no le cuento nada, para evitar que sepa que no hay nada.

Marc Chagall

    Antes de irse, me toma de las manos, adelanta el cuerpo a través de la mesa de mármol del patio y me dice que me ve muy bien y que guarda en el corazón todos los recuerdos bonitos que compartió conmigo.
    Siempre fue algo poeta y dandy, adulador, engreído y falso. Pero se hace querer. Ésa fue mi perdición.
     Con sumo tacto y delicadeza, me cuenta poco de su novia, que le va bien con su tienda de modas, que sus dos hijos, chica y chico de dos relaciones anteriores, están estudiando en Londres y que se van a cambiar de piso en breve. Pues qué bien.
     Yo le digo, con muy mala baba, que tenga cuidado, que es el tercero y que se fije en la canción de Massiel, Lady veneno.
     Se sonríe, me da una palmadita en la mano, se levanta y se va.
    Yo me quedo pensando que, con cianuro en el café, no, pero que, con un majadito de azaleas, podía haberle dado un susto.
    Quizá y, que Dios me perdone, lo que pudo haber hecho Angustias con el plasta de su marido.

    Me pongo a limpiar todos los cristales de la finca, aunque no les hace falta, sólo para sacarme esos pensamientos de la cabeza. 
     Los utilizaré para algún relato en los próximos días.
    Luego, más tranquila, pienso en lo que me ha gustado la visita de Alberto y me da por pensar que ha sido Barrigas, quien  ha ido a buscarle.



Os deseo felicidad.
Y muchos miles de besos.

2 comentarios:

  1. Sería bonito, guardar besos sin tachar, en una caja con broche de oro. Y en un momento adecuado contarlos, recordando cada momento. Ultimando mis vacaciones, el miércoles de regreso, no me debo quejar. Besos.

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    1. Pues feliz vuelta amiga. No, no nos debemos quejar. .. pero, a veces! Un abrazo.

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