lunes, 4 de septiembre de 2017

A Chewie no le dejan entrar en el hospital.

    1. Escribo porque algo tengo que hacer.



    En el hospital todos los días son iguales y diferentes. La misma rutina y biografías dispares.
     Historias parecidas y sorpresas de última hora.
     Ya sabéis que mi madre continúa allí disfrutando de unas vacaciones.
     Va para un mes.
   Su compañera de cama en la habitación 435 se llama Carmen y le gusta mucho reír y ser amable. Tiene un marido arquitecto y están muy enamorados.
   Carmen tiene el pelo largo y un problema en el colon. Tiene dos perritas galgas a las que llama mis niñas y un neceser enorme y sorpresivo.
    De él saca cada mañana un olor diferente a frutas desconocidas y una colección de pasadores para trenzarse el pelo.
    Es capaz de sonreír de forma personal a cada enfermera y cuida de mi madre cuando yo salgo un rato al sol a caldearme el alma y a comer chocolate.

    La habitación del otro lado del pasillo es de ésas a las que hay que entrar con mascarilla y bata. "Aislamiento" se lee en la puerta y dentro se recupera de un trasplante un poeta viejo. Cuando pasan a verle los cirujanos le dicen, ¿cómo está artista? y se oye una risa y una tos en todo el pasillo de la cuarta, y riman las dos como un pareado fortuito y genial.
     Mi madre se recupera lento. Hoy le han puesto sangre. Dos bolsas de vida donadas altruistamente por desconocidos. El rojo oscuro gotea con cadencia, con parsimonia y orgullo. Decidido. Milagroso.
   Las enfermeras son casi todas jóvenes, una se llama Laura y nos dimos cuenta en cuanto la vimos que ha nacido para el oficio. Coloca sus cejas en modo concentración y sus manos son rápidas y calientes. Van directas al centro del dolor y curan como la saliva de las madres.
     El pasillo a veces se llena de parientes y hay que decirles que para eso están las salas de espera.
   De vez en cuando yo voy allí a pasear, estar tanto tiempo en el hospital te deja las piernas despistadas. Cuando quieres irte se olvidan de avanzar y tienes que darles ligeros masajes para que recuerden.
Los pies se hinchan y lucen más bellos y lustrosos. Los dedos, parecen diminutas salchichitas, rematadas por las uñas rojas, festivas y graciosas.




     Otra de las enfermeras se llama Isabel y su historia la contaré otro día.
      Mi madre me pide de nuevo el abanico y me pregunta por Chewie.
      A Chewie no le dejan entrar en el hospital, le digo.
      Y cierra los ojos y se abanica dormida.



8 comentarios:

  1. Espero que pronto nos relates la vuelta a casa de tu madre. Un abrazo

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    1. Gracias amigo, más que nada porque como tarde mucho tendréis que aguantar mis comentarios diarios. Pero es que me aburro y escribo y para eso están los amigos. Un abrazo. Todo saldrá bien.

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  2. Que mejore pronto tu madre. Los días de hospital son pesadas y tristes. Besos

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    1. Ya lo creo, creo que todo el mundo lo sabe. Un abrazo poeta. Nos leemos.

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    1. Muchas gracias artista, pero sígueme con indiscreción. Yo haré lo mismo. Un abrazo.

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