Buenos días corazones.
Esta tarde tenemos la castañada en mi sede manchega.
Y esta mañana hemos ido a decorar algo el centro.
Poca cosa, pero algún rinconcillo alusivo al acto había que poner.
Comencé el día terminando el libro que estaba leyendo y tomándome un café en mi taza de los escritores.
Ahora, todo Lorenzo Silva.
Haro ya estaba "sacado", pero, apegado a mí todo lo que se puede estar, se puso su mejor traje y me miró con esa carita que sabe poner, y se plantó en la puerta con la correa en la boca.
A ver qué hago.
Pues llevármelo.
Hemos estado haciendo los cucuruchos para las castañas y colocando unas hojas de otoño en algunos puntos de la sala.
Nada ostentoso; las hojas y los colores del otoño no necesitan afeites ni marcas, son una joya en sí mismos.
Luego, por la tarde, se llenó el salón de socios y amigos. De olor a castañas y vino dulce. De música y bailes diversos.
César Martínez Perona, el saxofonista de la sede.
Ya era noche, ya tocaba la luna los cristales empañados de la sala, cuando nos íbamos, cuando el parque cercano nos recibía, cuando nos despedíamos, cuando en los recodos de los rosales y las encinas se agazapaba el día, esperando, esperando.
Sed felices.
Pura vida.
P.D. Os dejo un poeconsejo, porque me ha parecido corta la entrada.
Escuchad:
Si te levantas con mala cara, prueba a machacar una aspirina normal, mézclala con agua y extiéndela por la cara. Hace lo mismo que una ampolla de belleza.
Si sacas las castañas del fuego por alguien, pon cuidado, porque algunas veces, te quemas. Me encanta lo de la castañada, huele a otoño. Yo con los membrillos liada. Pasadlo bien. Un beso.
ResponderEliminarTienes toda la razón, una quemadura de vez en cuando no hay quien te la quite. Pero así es la vida. Qué ricos los membrillos! Un abrazo de mermelada.
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