domingo, 8 de noviembre de 2015

De ansias y sosiegos. Amores de ésos que se escriben con mayúsculas.

312. Para Haro que, perdido, nos encontró un domingo de Febrero.



Buenos días, corazones.
Hemos querido, Haro y yo, aprovechar este domingo desde primeras horas.
Y nos hemos echado al monte.
Me he llevado una pelota azul, muy viejita ya, pero su preferida, para que haga algo de ejercicio.
No corre mi chico ya como antes. Se fatiga más deprisa.
Y yo, que no soy de llorar, se me acumulan las lágrimas en la garganta y tengo que mirar hacia otro lado y respirar hondo.
Recuerdo, como si fuera ayer mismo, la mañana que lo trajeron. Fue un vecino de mi misma planta el que lo había encontrado; yo, esperaba el ascensor. Cuando se abrió la puerta nuestras miradas se cruzaron. Él, un chuchillo callejero, perdido, maltratado, con el pelo anudado, sin chip, asustado. Yo, una mujer, a la que le daban miedo los perros y, quizá, ahora lo sé, también un poco perdida. Dí un paso atrás, pero su mirada ya me había enamorado de por vida. 
Le adopté.

Ya son casi doce años de aquel día.
Hoy, al verle necesitado de mí, tanto como mi necesidad de él, lo he recordado.
Y he venido recitándole aquel poema que le hice.

Escribo sobre ti, botón perdido,
nómada  indolente, sin norte, señero,
huroneando un nido de calor donde ovillarte,
solitario, errante, derrotado.
Sobre la brisa me buscabas, y yo
esperaba un milagro ignorado
barriendo con preguntas
las mañanas.
Escribo sobre ti, mi camarada,
escribo de tu pelo enmarañado,
de la arrogancia del trazo de tu cuello
y del radar de la trufita, que me descubre,
siempre,
al final del camino.
Tus ojos cómplices indagan en los míos,
interrogando secretos,
y yo, a corazón abierto,
te hablo.
Con la patita celosa
apartas el libro que me ocupa,
para que me consagre a ti,
para que mi mano continúe
desenredando tu espalda de recuerdos.
Ahora eres mío,
siempre lo fuiste,
sobre la brisa se encontraron los efluvios
del destino
y ahora viajo sobre las hojas ocres
de mi otoño, amarrada
a tu figura,
bolita blanca, algodonosa,
milagro.

Escribo de un cruce de caminos,
escribo sobre dichas y algazaras,
y del gozo de sentir
 y de la vida.


Se pone contento mi chico cuando le recito este poema. Sabe que es suyo, que él me lo inspiró.
Me inspira muchas cosas.
Ahora tengo un problema, Haro es muy dependiente por lo que os he contado y, cuando no me ve, se siente abandonado de nuevo y ladra.
Mis vecinos, unas personas maravillosas, queridas y respetuosas, han aguantado sus protestas todos estos años cuando se queda solo. Pero me dijeron el otro día con mucho tacto para no herirme, que los llantos de mi perro no dejaban a su hijo estudiar.
Y, desde entonces, para dejar concentrarse al muchacho, al que adoro, y por respeto a mis estupendos vecinos, me llevo a mi chico a todos lados.
Me he hecho un  portabebés, un kikuyu personalizado y, a partir de ahora, haremos juntos la vida, recorreremos el camino.

Si me veís, amigos, con mi amor a cuestas, disimulad y felicitadme.
Me gusta llevar a mi perro cerca del corazón.


Ahora nos vamos al Rastro.
Mi perro me va a regalar un bastón para mi colección.
Y yo a él una hamburguesa de plástico chillón.
Sed felices.
Hasta mañana amigos.


5 comentarios:

  1. Una persona que recita poemas a su peluche viviente, que descifra su mirada y siente todo su AMOR con mayúscula. Creo que puede VIVIR con mayúscula, todos los amores de su vida. No solo el llorar, hace la sensibilidad al ser humano. Un abrazo. Un achuchoncito para la cosa bonita.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mi me inspira Haro, a tí la Luna. Todo es amor. Un abrazo con mayúsculas.

      Eliminar
  2. Un escrito precioso Eloisa! Me has hecho llorar porque yo siento lo mismo por el mio.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias, es una suerte compartir un trozo de la vida con ellos. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias, es una suerte compartir un trozo de la vida con ellos. Un abrazo.

    ResponderEliminar