domingo, 22 de marzo de 2015

De ansias y sosiegos. Bebiéndome el mar. Y tres.

81. Mimando el paladar en el Telero.



     Os lo comenté ayer.
     Teníamos mesa reservada en el Telero. El regalo de un hijo. Mesa para dos.
- "Para mis padres. Que no falte de ná".
  
 En pleno centro histórico, en el corazón del raval de Gandía, se encuentra el restaurante Telero, dirigido por José Raúl Fenollar, gerente y sumilier, enamorado de la gastronomía, del baloncesto y de la informática. Excelente restaurador, con su mujer al frente de la cocina, y su hijo, como jefe de sala.
    El local, acogedor, sugestivo. Te arropa como un confortable útero. Se respira arte y buen gusto.
   El trato, amable y familiar, pero dejando respirar, aconsejando pero dando protagonismo, enamorando con la descripción de los diferentes platos. Disfrutan ofreciendo explicaciones de los materiales con los que juegan, conjugando el elixir de los vinos. Entienden y lo comparten. 
  Nos dejamos guiar por Raúl, además, su altura y su sonrisa, lo propiciaba.
   Nos presentó unos entrantes para compartir:
 "Buñuelos de brandada de bacalao". Suaves y cariñosos en la boca, explotaban de gozo dentro del paladar, se hacían querer.



    Unas "coques de dacsa con gambeta de bleda y tomate, atún, huevo duro y anchoas" vinieron después.


   Resultaron originales, discretas en el plato, pero soberbias en la boca.

   "Vieiras a la plancha sobre lecho de verduritas al jenjibre y gratinado de alioli a la miel" desfilaron por el mantel. Acogedoras y contundentes. Con sorpresa al fondo. Nos dejaron con ganas de continuar escudriñando entre los pliegues de la concha.


    La procesión continuó con unas "piruletas de gambón con mayonesa de soja y wasabi". Divertidas y refrescantes, le dije al gerente, y coincidimos en los adjetivos. 

  Nos decantamos luego, por recomendación de Raúl, por un "arroz meloso negro, mar y montaña, de sepia y secreto". Oscuro y deslumbrante. Perfecto.





  Tomé un vino de Hacienda López de Haro, crianza 2010, con un color exacto, pinceladas de fruto rojo, toque picante, algo de cuero y, al paladar, pulido y tranquilo.



     De postre y, por recomendación expresa de mi hijo, que ya lo había degustado y era el del regalo, pedimos el helado de galleta María y una tarta templada de chocolate y avellanas. Nos lo repartimos entre mi marido y yo y lo acompañamos con unas copitas de moscatel. Maridaje perfecto resultó el binomio.


     Se nos quedó, en el ansia de continuar dando satisfacción al paladar, probar la ensalada de magret de pato ahumado y el pulpo con parmentier de patata y crujiente de yuca. Pero ya no podíamos más.        Hay mas días.
     En la próxima.



     Raúl accedió a inmortalizar el encuentro y le pidió a su hijo que nos hiciera una foto, sonrientes, ahítos y con el cartel del restaurante debidamente encuadrado.
    Gracias Raúl, por el servicio, por la conversación, por los consejos y por ese ratito que te sentaste a nuestra mesa para hacernos cercanos.
   Nos vemos.

  Luego paseamos, mi marido y yo, por la avenida ancha y loseteada de Gandía, bajo plátanos enlazados, para respirar la lluvia caída y el olor a azahar que ya se desperezaba entre las esquinas de la primavera.
  Ah, y brindé por todos vosotros.
  Que lo sepáis.

6 comentarios:

  1. Me alegro qué disfrutarais! Os queremos! Besos

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    1. Hubiera sido redondo con vosotros allí. Pero gracias por todo. Besos miles.

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  2. Excelente descripción que, incluso, te abre hasta las pupilas gustativas.
    Pero creo que debiste terminar con algo...
    Ya veras con que...

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    1. Pues ya me lo dirás querido calatravo. Nos vemos. Un besote.

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  3. Y luego dicen que con pan y vino se anda camino. ¡Ah, claro! Es que a tí te gusta correr
    MC

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    1. Me gusta correr, a veces demasiado y eso no es bueno. Intentaré corregirme, aunque, a estas alturas, no sé, no sé... Un beso en el camino.

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