viernes, 4 de abril de 2014

Soneto antiguo.

Déjame recordarte mansamente,
con el mar de mi cuerpo sosegado,
el dolor dormitando en mi costado,
la mirada perdida, indiferente.

Las tinieblas han bajado de repente
su gris telón, la función ha terminado:
ya no tengo ni futuro, ni pasado,
como una enamorada adolescente.

Cual si fuera un okupa desalmado,
al invierno ya lo tengo de inquilino,
¡vive Dios!, hasta el día de mi muerte.

Por mis venas corre agua de la fuente,
por mis ojos pasa el tiempo muy deprisa,
pero la paz llegará... soy muy valiente.

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