viernes, 11 de abril de 2014

Mi encuentro con Leonardo Da Vinci.



Imagen tomada de la red.



Un viaje por los castillos del Loira.
Un viaje a ninguna parte.
Un viaje para ver nada.
El cuerpo no acompañaba,
se arrastraba detrás como cansino,
como descreído.
En el de Amboise,
al entrar en la capilla de Saint-Hubert,
mis ojos ya veían.
Mis manos se adecuaban a todos los contornos.
Sentí un frío que no era
el de mi dolencia.
Ya no está aquí- dijeron-
robaron su cuerpo.
Recorrimos andando
la distancia hasta el castillo de Clos-Lucé,
tu casa.

Todos entraron,
yo no.
Me detuve a merodear
los toscanos jardines de tu villa.
Sentí tus ganas de volar.
Alcé la mirada a las ventanas
disfrutando de la belleza del conjunto,
y allí estabas,
con un gran libro en tu mano izquierda,
la derecha vacilante,
quizá pretendiendo apartar la cortinas,
quizá cobijándote de mi presencia.
Percibí un ligero temblor en tus largas barbas,
se cimbreó el gabán y te ocultaste
por el mismo ángulo de la ventana
por el que habías aparecido.

Todos habían entrado,
yo no.

Y tuve tu reconocimiento.

Me fui enseguida, despacio,
salí y entorné el portón,
dejé la mano donde tú la pondrías
 y te imaginé allí arriba,
 escondido.
Caminé mucho tiempo por tus calles,
cansada, me recosté en uno de los costados
del castillo, alguna campana sonó en algún cielo
y, en aquel momento, pasó un ángel.

Yo he guardado el secreto.
Tú me recuerdas?


Miércoles 12 de Marzo de 2008. 
Leonardo se asomó a su ventana. Yo le ví.
Volveré, le prometí.
Ya pronto.


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