jueves, 6 de febrero de 2020

"Haro y yo"


Febrero 2005
“¿Me cuentas otra vez la historia del día que me adoptaste?”




Haro es mi perro.

   Llegó a mi vida por casualidad. No había pensado en la posibilidad de tener mascota, nunca, ni cuando mis hijos me lo pedían insistentemente. Me daba cosa.

   Y una mañana, cuando charlaba con una vecina en el descansillo, Marcos, su hijo, apareció con un chuchillo sucio, con un deslavazado pelaje llenito de nudos y con los ojos coloreados de temor. Pequeño y blanco. Temblón y nervioso.
   Se lo había encontrado en un polígono industrial, no tenía chip ni identificación alguna, pero cargaba con todo el frío y el miedo del mundo. Parecía que llevaba bastante tiempo callejeando. Lo había llevado al veterinario y, después de examinarlo, dictaminó que tenía unos seis meses y que estaba totalmente sano y sin parásitos.
   El muchacho ya tenía un par de perritas y no podía quedárselo. Y me lo ofreció.
   -Te regalo la colchoneta, la correa y unos juguetes que le he comprado,– me tentó, adelantando el perrillo hacia mi duda.
   No puedo decir lo que pasó por mi mente en aquellos escasos minutos de indecisión, ni el mensaje de futuro que veía en los ojos oscuros del perrillo.
   En mi terca negativa a tener mascota, se abrió una brecha sutil de titubeo que me hizo visualizar otra posibilidad. Un callejón poco iluminado y desconocido hasta entonces y que podría resultar gozoso de recorrer.
   Llamé a mi hija Patricia, que se estaba duchando en esos momentos, sal, deprisa, le dije, aporreando la puerta del baño con cierta excitación y cuando salió, a medio secarse y con una toalla retorcida sobre la cabeza, y miró los mismos ojos que yo había mirado minutos antes, tardó un segundo en enamorarse del perro vagabundo.
   Lo mismo que yo.
   Y aquella noche las vecinas nos vieron pasear a Haro.
Nuestro perro.
   Era un domingo, trece de febrero y el cielo no podía cargar con más estrellas”.

¿Cuántas veces te he leído, perro egocéntrico y mimado, estos apuntes?
Es la última vez, ya te lo digo. Sabes de sobra cómo llegaste a casa, cómo te adoptamos. El cambio que diste a mi vida.
Vamos a la calle, anda, que hace una noche preciosa.

Del libro de relatos Haro y yo.
(Parte de la venta del libro irá destinada a diferentes asociaciones de peluditos). 







2 comentarios:

  1. Haro barruntaba el día de San Valentín y se dejo adoptar con mil amores. Se alegró toda su vida.Cayó en buenas manos.

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    1. Desde luego fue el mejor regalo de San Valentín que he recibido nunca. Fue muy amado, pero él nos dio la experiencia inolvidable de su presencia. La que aún siento en mi casa.

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