domingo, 8 de febrero de 2015

De ansias y sosiegos. Un ángel y un gatito. (Segunda parte)

39. Un ángel y un gatito. Malas noticias.

   Llevaba prisa, no me apetecía coger el coche y, aprovechando que tengo la parada del autobús al lado de casa, me decidí por el transporte público.
   Sentada tranquilamente, durante el trayecto, podría preparar un poco más la clase.
   Me dirigía al taller de escritura.
   Hacía sol. Era una mañana bonita que no hacía presagiar que algo desagradable y absurdo estaba a punto de suceder.
   De la calle de enfrente, al otro lado de la carretera, surgió, como un rayo, el gatito.
   Cruzó rápido, sin mirar, ajeno a la tragedia.
   El camión de una tienda del barrio, de toda la vida, la de los muebles, blanco y rojo, con ese sillón enorme y antiguo dibujado en los laterales, también pasaba por allí. Confiado.
   Cerré los ojos.
   Imaginé que el cruce de ambos había sido inevitable.
  Cuando abrí los ojos de nuevo, esperando, deseando, con toda el alma, ver al gatito alcanzar la acera, comprobé que no lo había conseguido.
   Me acerqué a él.
   Para que no estuviera solo. Para acompañarle.
   Al gatito tuerto de mi vecina.
   Perdí el autobús.
   Llamé para que vinieran a recogerlo.


   Cuando volví de las clases, a mediodía, mi vecina Mari Carmen bajaba con la comida y el agua para su protegido.
   La invité a dar una vuelta. Para aprovechar este sol, le dije.
   Ella intentó rehusar. Insistí. 
  Y comprendió. 
  Dimos un par de vueltas a la manzana, la acompañé mientras intentaba decírselo con palabras de colores dulces, mientras lo asimilaba.
   Lloré cuando la vi llorar. Le dije que no sufrió, que fue feliz en su corta vida. Que ella le hizo feliz. Que fue su hada madrina. Su hada buena.
   Le dije muchas cosas, pero Mari Carmen lloraba, con el táper lleno de comida y la botella de agua apretados contra su pecho.
   Ya tenía el ojo casi curado, me decía, desolada.
  Al día siguiente, cuando bajé con Haro, vi que la casita de cartón azul ya no estaba en la esquina del jardín.
  Tardé varios días en encontrarme de nuevo a mi vecina.
  No hablamos del gatito.
  Y pasó el tiempo.
  Y ayer volví a verla, con su táper, con la botella de agua, con su sonrisa.
  El hada de los gatos. Satisfecha y plena.

  Ya os cuento. En la próxima.

El más pequeño gato es una obra maestra.
Las elegancia quiso cuerpo y vida, por eso se transformó en gato.

4 comentarios:

  1. Te sigo Elo, espero siempre tu relato entre ansias y sosiegos (como dice alguien). Hoy mis lágrimas han sido una mezcla entre las dulces y las resignadas (porque un dia te dije que las tenia clasificadas)

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  2. Gracias querida Gioconda. Esta mañana he estado hablando con Mari Carmen, ya sabes, vive en el segundo, le he comentado que mañana acaba la historia, su historia. Ella sigue de hada, yo lo escribo y otra hada, tú, lo lees. Un beso.

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  3. "Nadie muere,mientras se le recuerde".Yo me estoy volviendo muy escéptica.

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  4. Yo era escéptica hace mil años. Siento habértelo pegado. Un beso crédulo.

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