jueves, 19 de febrero de 2015

De ansias y sosiegos. El vagabundo de Khalil Gibran

50. La que era sorda.




   Había una vez un hombre rico desposado con una joven sorda por completo.
   Una mañana, mientras desayunaban, ella le dijo:
  -Ayer visité el mercado y exhibían vestidos de seda de Damasco, velos de la India, collares de Persia y brazaletes de Yemén. Parece que las caravanas acaban de traer todo eso a nuestra ciudad. Y ahora mírame, yo en harapos, siendo la esposa de un hombre rico. Debo comprar alguno de esos hermosos objetos.
  -Querida -contestó el esposo, aún ocupado con su café matinal- no existe razón alguna por la cual tú no vayas al mercado y compres todo lo que tu corazón desee.
  -¡No! -protestó la esposa sorda-. Siempre dices no, no. ¿Es necesario que aparezca en harapos ante nuestros amigos, avergonzando así a tu fama y a mi gente?
  -No he dicho que no -dijo el esposo-; puedes ir libremente a la plaza del mercado y comprar la vestimenta más hermosa y las joyas que hayan llegado a nuestra ciudad.
  Pero otra vez la esposa equivocó la lectura de sus palabras y replicó:
 -De todos los hombres ricos tú eres el más miserable. Me niegas toda belleza y hermosura mientras las otras mujeres de mi edad caminan por los jardines de la ciudad ataviadas con ricos vestidos. 
  Y comenzó a llorar. Y mientras sus lágrimas caían sobre su pecho gritó otra vez: -Tú siempre me dices no, no, cuando deseo un vestido o una joya.
  Entonces el esposo, conmovido, se levantó, y sacando de su bolsa un puñado de oro, se lo entregó y con dulzura le dijo:
  -Ve al mercado, querida mía, y compra todo lo que desees.
 Desde ese día la joven y sorda esposa cada vez que deseaba algo aparecía ante su esposo con una perlada lágrima en los ojos, y él, en silencio, tomaba un puñado de oro y lo ponía sobre sus faldas.

  Pero ocurrió que la joven se enamoró de un joven cuyo hábito era realizar largos viajes. Y cuando él partía ella se sentaba a llorar.
 Cuando el esposo la hallaba llorando decía en su corazón: "Debe haber llegado una nueva caravana con prendas de seda y joyas raras".
 Y sacaba otro puñado de oro y se lo entregaba.

Sed felices.
No lloréis.
Os quiero.

2 comentarios:

  1. Me has hecho recordar momentos tristes y alegres de mi vida. Uno de ellos cuando en una especie de maratón teatral, en el teatro Buero Vallejo interpreté un personaje de "Lázaro y su amada" Hoy me conformaré con: "Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio".

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    1. Con la última frase, totalmente de acuerdo. Y me alegro haberte hecho recordar y sentir. Un abrazo sentimental, querido anónimo.

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