Haro
es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón,
que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual
dos escarabajos de cristal negro.
Lo
dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas
apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: -
¿Haro?, y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé
qué cascabeleo ideal…
Así,
haciendo mías las palabras de Juan Ramón Jiménez en la espléndida obra Platero
y yo, presento a mi perro.
Posiblemente
nos habréis visto pulular por la plaza, deambular por las calles de Infantes
este verano.
Nos
hemos comprado mi marido y yo, (él y sus padres son de aquí, la familia Boliche,
a quienes dedico estas líneas), un pequeño refugio para venir cuando las prisas
de Madrid escuezan, para respirar a Quevedo y caminar a Sancho, para sentir la
piedra y esconderme entre columnas bajo blasones y portadas platerescas.
Y este
verano ha sido el primero después del acondicionamiento de la casa, el primero
digo, en que todo ha sido gozar.
Una
noche fue un paseo con amigos del pueblo o foráneos, oyendo el eco de los cascos
de algún caballo famélico; otra, la presentación de nuevos libros empapados de
poesía; algunas, dejarse engañar por la luna, sentada en la plaza ante una
jarra de cerveza con sabor a verano y una, especial, cuando asistí a la entrega
de premios del Certamen Poético de la Orden Literaria Francisco de Quevedo.
Acomodada
en el claustro iluminado me dejé transportar a otros tiempos. Los componentes
de dicha Orden, engalanados perfectamente, hicieron con sus discursos de
presentación, con la puesta en escena de la imposición de trajes a los
premiados, con la lectura de los textos y con la proyección del corto “El
aprovechamiento industrial de los cadáveres”, de corte berlanguiano, una
coherente y amena performance que mantuvo a los presentes completamente
entregados.
No
dejaban entrar perros y por eso mi marido y Haro me esperaban fuera. Juntos
seguimos a la comitiva hasta depositar una corona de laurel ante el busto de
Quevedo.
Creo
que había luna llena y una brisa quieta.
Una
mañana fuimos a visitar la Casa Museo de Francisco de Quevedo en Torre de Juan
Abad y charlamos largamente con D. José María Lozano, responsable del Museo y
experto en la obra del escritor.
Dice
D. Pedro A. González Moreno, poeta y novelista nacido en Calzada de Calatrava,
en su espléndido libro “Más allá de la llanura”: ”Villanueva de los Infantes
irradia una luz blasonada y serena que parece venirle de los atardeceres
manchegos. En Infantes el aire adquiere de pronto una consistencia casi
mineral…” “ es un pueblo que tiene algo de sagrado y por eso sobrecoge y
sorprende con un silencio que es al mismo tiempo de claustro, de sacristía y de
túmulo. Todo en él se diría un bello relicario barroco y plateresco…” “aquí la
rejería de las ventanas forma una densa telaraña de forja donde quedó atrapado
el aire de la historia…”
No se
puede decir mejor.
Haro
es tierno y mimoso igual que un niño, pero fuerte y seco por dentro, como de
piedra.
Cuando
paseo con él, los domingos, por las últimas callejas de Infantes, los vecinos y
conocidos se quedan mirándolo:
—Tien’
asero…
A mi
perro y a mí nos gusta Villanueva de los Infantes, ya nos iremos conociendo
amigos.
Volveremos
pronto.
Nota: La autora vive en Leganés (Madrid) pero nació en Tomelloso. Da clases
a mayores en la Universidad Popular de Leganés, como monitora voluntaria,
escribe, lee y pasea a su perro. Ha elegido Villanueva de los Infantes para
regalarse un oasis de paz cuando le hiciere falta y, como Quevedo, “retirada en
la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, vivir en
conversación con los difuntos y escuchar con sus ojos a los muertos”
Villanueva
de los Infantes, 30 de Agosto de 2013.
(Relato incluido en el mes de Septiembre del periódico local de Villanueva de los Infantes, "Balcón de Infantes". Desde aquí mi agradecimiento a sus responsables).
(Relato incluido en el mes de Septiembre del periódico local de Villanueva de los Infantes, "Balcón de Infantes". Desde aquí mi agradecimiento a sus responsables).
Haro y yo haciendo el Camino de Santiago.
Nadie mejor podría narrarlo...
ResponderEliminarNadie mejor para escucharlo. Un abrazote.
EliminarFelicidades, y bienvenida, al lugar de mi ausencia,
ResponderEliminarGracias Ángel, subsana esa ausencia y quizá nos veremos por cualquier calle cualquier día. Saludos.
EliminarBellos relatos... me encanta además que tengan que ver con el lugar que me vio nacer y en el que aún habito.
ResponderEliminarMaría Dolores gracias por tus palabras. Nos veremos, seguro. Un abrazo.
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