sábado, 21 de septiembre de 2013

Esperando el verano.


 Foto tomada de la red

Tienes la edad que te suponía. Diecisiete años. Lo supe ayer, cuando pasaba delante de tu grupo de amigos, sentados todos en el banco del parque que separa nuestras casas; se cruzaron tu saludo y el cumpleaños feliz de tu gente. Sonreíste, quizá un poco avergonzado, y alcancé a oír antes de dar la vuelta a la esquina, joder Alberto que ya vas para viejo, diecisiete años, ya te vale.

Hace un par de años que me fijé en ti.  Al salir de casa te veía en el banco del jardín con tus amigos, tú siempre de pie, tanteando un balón, apoyado en tu bici o fumando un canuto, dirigiendo, la mayoría de las veces, vuestra próxima maniobra, a dónde ir de marcha. Se veía que eras el líder, el descarado, el ligón, el chulo. Te he conocido al menos tres o cuatro chicas agazapadas bajo tu brazo o detrás de ti, un poco sumisas y contentas de que el machito del grupo les haga el honor.
Eres un chico callejero, debes ser mal estudiante, buen hijo, tierno, lo he visto con tus mascotas, decidido y un poco malote.
No hace mucho que, con motivo de una pequeña pelea de nuestros perros, comenzamos a hablar, desde entonces me saludas; cada vez que nos cruzamos separas un poco la mirada de tus amigos y me sonríes levemente, un buenas o un qué hay te bastan. Yo te digo siempre hola con mi mejor sonrisa. La que tú me inspiras.

Diecisiete años.

A mi perro le gusta jugar con el tuyo, se han hecho amigos después de la primera impresión, mueve el rabillo cuando le ve y a mi me gusta oír tu saludo y tu pose de impaciencia mientras dura el breve encuentro de los chuchillos.
No hablas mucho. Es normal. ¿Qué le podrías decir a una señora de… cuántos años me echarás? ¿Lo has pensado al menos?

Queda poco para el verano. En ese restaurante francés que pusieron hace poco en el bulevar, cerca de nuestras casas, cuando llenen la acera de mesas y sillas para que el calor y la vida nos cubra por entero, me sentaré a tomar una cerveza y a leer algún libro de poemas.
Cuando pases, cuando pases algún día con el canuto en una mano y un futuro inmenso escondido en la otra, cuando dejes caer sobre la tarde tu saludo, te invitaré, te ofreceré una cerveza, te pediré que me acompañes un rato, cerraré el libro para no asustarte y avanzaré la silla para evitar la excusa.

Queda poco para el verano, mientras tanto deja que nuestros perros se conozcan un poco más, llevaré en los bolsillos una golosina para ellos, te preguntaré el nombre del tuyo la próxima vez y te diré que el mío se llama Haro “con h”, y reirás y te felicitaré con retraso por tu cumpleaños.

Queda poco para el verano. Después, todo dependerá de ti.










2 comentarios:

  1. Me gustó cuando lo escribiste, me gusta ahora y me gustará siempre, amiga.

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    1. Gracias. Eso me pasa a mí contigo. Un beso enorme y a seguir.

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