jueves, 12 de septiembre de 2013

Haro y yo en Villanueva de los Infantes.





Haro es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: - ¿Haro?, y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…
Así, haciendo mías las palabras de Juan Ramón Jiménez en la espléndida obra Platero y yo, presento a mi perro.
Posiblemente nos habréis visto pulular por la plaza, deambular por las calles de Infantes este verano.
Nos hemos comprado mi marido y yo, (él y sus padres son de aquí, la familia Boliche, a quienes dedico estas líneas), un pequeño refugio para venir cuando las prisas de Madrid escuezan, para respirar a Quevedo y caminar a Sancho, para sentir la piedra y esconderme entre columnas bajo blasones y portadas platerescas.
Y este verano ha sido el primero después del acondicionamiento de la casa, el primero digo, en que todo ha sido gozar.
Una noche fue un paseo con amigos del pueblo o foráneos, oyendo el eco de los cascos de algún caballo famélico; otra, la presentación de nuevos libros empapados de poesía; algunas, dejarse engañar por la luna, sentada en la plaza ante una jarra de cerveza con sabor a verano y una, especial, cuando asistí a la entrega de premios del Certamen Poético de la Orden Literaria Francisco de Quevedo.
Acomodada en el claustro iluminado me dejé transportar a otros tiempos. Los componentes de dicha Orden, engalanados perfectamente, hicieron con sus discursos de presentación, con la puesta en escena de la imposición de trajes a los premiados, con la lectura de los textos y con la proyección del corto “El aprovechamiento industrial de los cadáveres”, de corte berlanguiano, una coherente y amena performance que mantuvo a los presentes completamente entregados.
No dejaban entrar perros y por eso mi marido y Haro me esperaban fuera. Juntos seguimos a la comitiva hasta depositar una corona de laurel ante el busto de Quevedo.
Creo que había luna llena y una brisa quieta.
Una mañana fuimos a visitar la Casa Museo de Francisco de Quevedo en Torre de Juan Abad y charlamos largamente con D. José María Lozano, responsable del Museo y experto en la obra del escritor. 
Dice D. Pedro A. González Moreno, poeta y novelista nacido en Calzada de Calatrava, en su espléndido libro “Más allá de la llanura”: ”Villanueva de los Infantes irradia una luz blasonada y serena que parece venirle de los atardeceres manchegos. En Infantes el aire adquiere de pronto una consistencia casi mineral…” “ es un pueblo que tiene algo de sagrado y por eso sobrecoge y sorprende con un silencio que es al mismo tiempo de claustro, de sacristía y de túmulo. Todo en él se diría un bello relicario barroco y plateresco…” “aquí la rejería de las ventanas forma una densa telaraña de forja donde quedó atrapado el aire de la historia…”
No se puede decir mejor.

Haro es tierno y mimoso igual que un niño, pero fuerte y seco por dentro, como de piedra.
Cuando paseo con él, los domingos, por las últimas callejas de Infantes, los vecinos y conocidos se quedan mirándolo:
—Tien’ asero…

A mi perro y a mí nos gusta Villanueva de los Infantes, ya nos iremos conociendo amigos.
Volveremos pronto.


Nota: La autora vive en Leganés (Madrid) pero nació en Tomelloso. Da clases a mayores en la Universidad Popular de Leganés, como monitora voluntaria, escribe, lee y pasea a su perro. Ha elegido Villanueva de los Infantes para regalarse un oasis de paz cuando le hiciere falta y, como Quevedo, “retirada en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, vivir en conversación con los difuntos y escuchar con sus ojos a los muertos”   


Villanueva de los Infantes, 30 de Agosto de 2013. 
(Relato incluido en el mes de Septiembre del periódico local de Villanueva de los Infantes, "Balcón de Infantes". Desde aquí mi agradecimiento a sus responsables).              



Haro y yo haciendo el Camino de Santiago.

6 comentarios:

  1. Felicidades, y bienvenida, al lugar de mi ausencia,

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    1. Gracias Ángel, subsana esa ausencia y quizá nos veremos por cualquier calle cualquier día. Saludos.

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  2. Bellos relatos... me encanta además que tengan que ver con el lugar que me vio nacer y en el que aún habito.

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    1. María Dolores gracias por tus palabras. Nos veremos, seguro. Un abrazo.

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