“Si le hubiera cortado las alas,
habría sido mío,
no habría escapado.
Pero así habría dejado de ser pájaro.
Y yo lo que amaba era un pájaro”.
(Mikel Laboa)
Hoy es un día especial.
Sobre la mesa, al lado de un
ramillete de flores amarillas y de unas velas tímidas y temblonas, he dejado un sobre cerrado, dentro
espera el informe del médico confirmando un embarazo.
Por el horizonte cabalga un
lubricán distinto y yo estoy esperando a
mi marido.
Y sonrío.
Ya sabéis que llevaba algunos
meses algo descolocada y soñadora, y que deseaba con todas mis fuerzas ser
invisible.
Apretaba los ojos por la noche pidiendo ser impalpable, aunque sólo fuera por unas horas, un día como mucho y que, cuando me despertaba por las mañanas, me giraba en la cama para mirar las puertas espejeadas del armario, esperando no verme reflejada en ellas, pero allí seguía, un poco despeinada y con los ojos festoneados de tristeza y desamparo por la penuria del sueño y el infierno de la inquietud.
Apretaba los ojos por la noche pidiendo ser impalpable, aunque sólo fuera por unas horas, un día como mucho y que, cuando me despertaba por las mañanas, me giraba en la cama para mirar las puertas espejeadas del armario, esperando no verme reflejada en ellas, pero allí seguía, un poco despeinada y con los ojos festoneados de tristeza y desamparo por la penuria del sueño y el infierno de la inquietud.
Se me ocurrió este anhelo loco de ser invisible
porque no era feliz.
—Mi marido no me quiere— os
confesaba bajito—, me evita algunas tardes, me abraza sin fuerza, no me mira
como antes.
—Y me besa con los ojos
abiertos.
La semana pasada— os decía—
colgó el teléfono con prisa y con fastidio cuando llegué demasiado pronto de hacer unas compras,
y hace unos días me di cuenta que miraba la televisión sin verla, con unos
ojos perdidos, ausentes, clavados en
otro tiempo. Creo que mi marido ama a otra mujer.
—Creo que no es feliz conmigo.
Le podría preguntar.
Lloraba a solas cuando se iba al trabajo, volteaba mil veces esa absurda idea para convencerme de que eran sólo figuraciones mías, cábalas de niña chica y le podría preguntar, pero, ¿ustedes creen que me contaría la verdad?
Lloraba a solas cuando se iba al trabajo, volteaba mil veces esa absurda idea para convencerme de que eran sólo figuraciones mías, cábalas de niña chica y le podría preguntar, pero, ¿ustedes creen que me contaría la verdad?
Me abanicaría con pulcras
evasivas, diría muy serio y aleteando las manos ante el pobre auditorio, que
estoy un poco loca, que siempre he sido muy fantasiosa, que de qué me puedo
quejar…
Y yo, por las noches, deseaba
con todas mis fuerzas volverme invisible, para salir con él cuando se fuera por
las mañanas, para pegarme a su abrigo en el ascensor y aspirar con fuerza su
olor, para rozarle los labios despacito, meter los dedos, suavemente, en su
pelo y mirarle con ansia las manos, esas manos hermosas y alambicadas de las
que mi piel tiene tantos recuerdos.
Luego le seguiría, caminaría
detrás de él, como un ángel custodio, maternal, estaría a su lado mientras se
tomara el café en algún restaurante, me sentaría cerca en la oficina, viéndole
trabajar y controlando el deseo y la codicia de abarcarlo entre mis brazos.
Pero no era invisible. Cada
mañana, al despertar, me miraba las manos, las piernas, y ahí estaban,
corpóreas, palpables, no se veían las flores verdes de las sábanas a través de
ellas.
—Y mi marido sigue ausente,
sigue mirando sin ver y me sigue besando con los ojos abiertos— confesaba a mis
amigas.
Pero ahora, después de pensar,
de darle muchas vueltas, de contemplar la sonrisa de la luna allá en lo alto y de sentir la
esperanza removerse en mi vientre, he dejado de desear ser invisible; no sé si alguien se ha cruzado en la vida de
mi marido y en la mía, no sé cómo será el futuro, lo que piensa hacer conmigo,
no sé nada, pero sé que ya no quiero ser invisible, no le quiero vigilar, no
quiero saber, porque ¿se imaginan ver con los ojos lo que, por ahora, sólo
intuye el corazón? ¿Tener la certeza
y descartar para siempre esas
bondadosas dudas que me permiten seguir
viviendo?
En la farmacia me han dado unas
pastillas y parece que duermo mejor, me he comprado un camisón de seda color
caramelo y en la peluquería me han dado un tinte alegre que disculpa la
melancolía que anida en mis pestañas.
Yo cierro los ojos con fuerza
cuando Juan me besa, para no ver los suyos abiertos. Yo le hablo mucho, pero
sin mirarle, para no fijarme en sus pupilas ausentes. Yo le obligo suavemente a
quererme algunas noches y juraría que musita mi nombre. Y cuando regresa a casa
y oigo su llave canturrear bajito en la cerradura, el corazón me salta en el
pecho como un corderillo travieso.
Yo sería invisible sin él.
Pero ahora le estoy esperando,
en este día nuevo, con este sobre redentor apoyado en las velas consumidas,
para anunciarle la génesis de otra vida, para ofrecerle mis hombros desnudos,
para escuchar la cadencia de su voz cuando me dé las gracias, para olvidarlo
todo cuando me pida perdón, para seguir caminando con él por la senda de los días reconquistados, para recoger, en
silencio y sin algazaras, los pecios de algún naufragio.
En la mesa, ataviada como un
altar, espera una ofrenda.
Soy mujer, soy fuerte, tendré un
hijo, daré vida.
Daré vida.
No soy invisible.
No soy invisible.
Se ha hecho tarde, os tengo que
dejar, voy a colorearme un poco los labios y las mejillas y a esperar,
poderosa, plena, a mi marido.
El lubricán,
desbocado,
caracolea altivo tras los cristales.
*Imagen tomada de la red. Beso rojo de Joseph Dela Torre.
desbocado,
caracolea altivo tras los cristales.
*Imagen tomada de la red. Beso rojo de Joseph Dela Torre.
¡Me siguen llegando, me sigues llenando!
ResponderEliminarseñora de las bellas letras y sombrero con camisón, en unas cuantas palabras bien hiladas ,consigues que se me encoja la tripa y deje sin aire, ni sitio a las mariposas qué tengo dentro.
un beso 💋
No, por Dios, a las mariposas que no les falte el aire.
EliminarQue luego se quedan sin música las mañanas. Un beso grande. Nos vemos.
Cada vez leo lo que escribes, valoro lo bien que lo haces. Hoy creo que no tengo palabras, solo decirte que me ha encantado. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias artista. Has comprado ya el cuaderno para este largo y cálido verano? Comencemos. Un abrazo.
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