miércoles, 23 de diciembre de 2015

De ansias y sosiegos. Tercera mujer de ojos grandes. Y última.

357. Y van tres.

Buenos días, corazones.

Pues aquí me tenéis, con el tercer café y leyendo desde las cuatro de la madrugada.
Me desperté ahíta, plena, como si hubiera dormido una noche completa y redonda. Y con ganas de escribir mil poemas.
Me extrañó lo oscuro de la alcoba.
Y el reloj de la mesilla me explicó el motivo.
Las 3.58.
Intenté meterme de nuevo en el túnel de los sueños. 
Y ya no pude.
Los niños feroces, de Lorenzo Silva, esperaban.
Retomé la lectura que había dejado sobre la medianoche, en un intento de recuperar alguna modalidad de letargo.
Pero las hojas pasaban pertinaces y yo inmersa totalmente en el mundo de Lázaro, el escritor en ciernes de la novela.
Ya son las diez de la mañana y he llegado al final de la historia. Cierro el libro y heme aquí, buscando desesperada por toda la casa otro libro para llevarme a la boca. O a los ojos. O al gozo de leer. O a las ansias para hacerlas sosiego.
Pero llega mi hija y me desbarata el arrebato.
Nos tenemos que ir al centro comercial a rematar compras.
Os dejo con otra mujer de ojos grandes de la Mastretta.
Ésta se llama como yo y me ha hecho gracia.
Hasta mañana.



"Desde muy joven la tía Eloísa tuvo a bien declararse atea.
No le fue fácil dar con un marido que estuviera de acuerdo con ella, pero buscando, encontró un hombre de sentimientos nobles y maneras suaves, al que nadie le había amenazado la infancia con asuntos como el temor a Dios. 
Ambos crecieron a sus hijos sin religión, bautismo ni escapularios. Y los hijos crecieron sanos, hermosos y valientes, a pesar de no tener detrás la tranquilidad que otorga saberse protegido por la Santísima Trinidad. Sólo una de las hijas creyó necesitar del auxilio divino y durante los años de su tardía adolescencia buscó auxilio en la iglesia anglicana. Cuando supo de aquel Dios y de los himnos que otros le entonaban, la muchacha quiso convencer a la tía Eloísa de cuán bella y necesaria podía ser aquella fe. 
Ay, hija -le contestó su madre, acariciándola mientras hablaba-, si no he podido creer en la verdadera religión, ¿cómo se te ocurre que voy a creer en una falsa?"



Lo dicho, hasta mañana. Voy a meterme en la marea del consumismo.
Por más asco que me dé.

A lo mejor me compro algún libro para compensar.
Ya os cuento.


*Óleos de Jorge Vega Arias.

2 comentarios:

  1. Tres tías buenas-en el mejor de los sentidos-. Diferentes e interesantes. Yo, aún en pañales con los regalos, pero la cena, ya la tengo organizada. Un abrazo. Falta poquito profe.

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    1. Tú eres tremendamente organizada. Cuasi perfecta. Falta poco para todo reina. Hay que aprovechar. Mil abrazos en bandada.

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