viernes, 4 de diciembre de 2015

De ansias y sosiegos. Jueves de cuento.

338. ¿Qué he hecho yo para merecer esto?


Buenos días, corazones.


Me voy a entregar a la Universidad Popular de Leganés, de la que sabéis soy monitora voluntaria, el trabajo de Navidad que hemos hecho en clase. Ahora no puedo, pero ya otro día os lo enseño.

Os dejo un relato, por si tenéis un ratito libre y queréis saber lo que le pasó a mi amiga Primi.
Veréis:

"Juro que es una cosa que nunca se me había pasado por la cabeza.
Yo vivía muy feliz con mi marido y mi dos niñas.
Se llaman Julia y Andrea y tienen 8 y 6 años respectivamente.
Mi marido se llama Adán.
Sé que soy una mujer guapa y discreta. Procuro ir siempre arreglada. Y gusto, que eso se nota.
Pero juro que no se me hubiera ocurrido ni en mil años engañar a mi marido.
Después de dejar a las niñas en el colegio, algunas madres nos acercamos a una cafetería cercana a tomar un café.
Eso lo hacemos de lunes a viernes.
Y todos los días, desde la barra, haciendo como que leía el periódico mientras se tomaba un cortadito, me miraba.
Un día, no recuerdo porqué, me hice la remolona y salí la última de la cafetería. Y me habló.
Se llamaba Ángel, bueno todavía se llama, y no sé cómo se las apañó pero quedamos para tomar el vermut.  A las dos y cuarto.
Yo anduve muy nerviosa esa mañana y todas las mañanas y las tardes que siguieron a ese primer contacto.
No se me hubiera ocurrido ni en mil años.
Pero un día, a la hora de las cañas,  me propuso irnos a un hotel el fin de semana siguiente. El puente de Mayo.
Pensé rápido. Mi marido estaba de viaje en Dinamarca, de negocios creo. Las niñas se las podría dejar a mi madre.
El perro también.
Ahora que recuerdo nunca le pregunté si estaba casado, soltero, viudo o separado. No se me ocurrió.
Me pasé toda la noche del viernes eligiendo cuidadosamente la ropa que llevaría, sobre todo la ropa interior.
Ni muy provocativa, ni muy pazguata. Ni braguitas de mínima expresión ni de cuello vuelto. Ni de colores de cabaretera, ni de esos colores desvaídos y prácticos que, hay que reconocerlo, todas tenemos en el cajón.
Tenía que dar la apariencia de  improvisación, de que no llevaba nada especial que confirmara mi flagrante adulterio, insinuar, si podía, que era ignorante de lo que podría ocurrir.
Me recogió a dos manzanas de mi calle a las 7 de la mañana del sábado para aprovechar bien el finde. Y enfilamos para Toledo.
Puso música variada: Mozart, Camarón, Piaf, Schubert, Los Panchos.
Y durante todo el trayecto su mano derecha encima de mi muslo izquierdo.
Antes de subir a la habitación, tomamos unos daiquiris en la cafetería del hotel.
Mientras él fumaba un cigarrillo y hacía un par de llamadas, yo me metí en el lavabo para darme una ducha.
Ni en mil  años me hubiera imaginado esto. Esperaba hacerme a la idea y tranquilizarme debajo de un buen chorro de agua calentita. Me relajaría.
Le oí llamarme. Con esa voz excitada y caliente que me enamoró desde el primer día.
Encima del bidet me esperaban unas braguitas color salmón y una batita a juego.
El corazón triscando como un esquizofrénico en plena crisis.
Débiles las piernas.
Ésa debe ser la explicación a lo que me ocurrió después.
Recuerdo que bajé de la bañera levantando la pierna derecha con cuidado, creo que debí resbalar, mi brazo izquierdo quedó en el aire, un desmañado trastabilleo y un aterrizaje ridículo con tope en la puerta cerrada del baño.
Si me lo permitís, no quiero recordar el resto, el trabajo que costó abrir la puerta cerrada, mi inmovilidad, mi Ángel, el  responsable del hotel.
Mi desnudez,  la ambulancia…

Sólo ha sido una frente algo desollada, un esguince en brazo izquierdo y pie derecho y una infidelidad abortada.
Las explicaciones incoherentes que tuve que dar.


Me acordé, días después, que las braguitas salmón y la batita a juego se quedaron olvidadas encima del bidet.
¿Cómo me pudo ocurrir esto a mí?"


Que paséis amigas un jueves lindo.
Y mucho cuidado al bajar de las bañeras.
Avisadas quedáis.


*Imagen tomada de la red.

2 comentarios:

  1. Yo conozco un caso similar y tal vez a un hada bruja y envidiosa le guste pedir cuentas. Esta tarde adoptaré el libro y lo pondré apellidos. El diario va caminando. Un beso.

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    1. No será tu caso? Eso a escribirlo y luego en el taller nos dejarás con la boca abierta. Me alegro que el diario camine. Mil besos.

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