lunes, 7 de diciembre de 2015

De ansias y sosiegos. El nudo gordiano.

341. De Diógenes y de Alejandro.

Buenos días, corazones.
Ayer en la entradita al blog salió lo del nudo gordiano. Tengo un haiku sobre ello:
Nudo gordiano
con Alejandro Magno
leyenda griega.
Pues vamos a dejar aquí esta mañana un par de curiosidades relativas a esto.

Todo empieza en Frigia, una población que actualmente estaría situada en Turquía. Allí se necesitaba un nuevo rey, por lo que sus habitantes decidieron hacer algo muy habitual en la época, consultar un oráculo. El oráculo les vaticinó que su rey llegaría tirando de un carro y con un cuervo posado sobre él. Efectivamente, al poco tiempo llegó a la ciudad un hombre con tal descripción y que no era más que un labrador con una carreta y sus bueyes como máximas pertenencias. El pueblo hizo caso al oráculo y el hombre, que se llamaba Gordias, fue elegido rey. El nuevo rey fundó la ciudad de Gordión y allí, en un templo dedicado a Zeus, dejó su carro atado con un nudo que tenía todos sus cabos escondidos, siendo imposible de desatar. El paso del tiempo hizo que la leyenda naciera, prediciendo que aquel que fuera capaz de desatar ese nudo imposible conquistaría Asia por completo.
Alejandro Magno, en su camino para conquistar Persia, pasó por la ciudad de Gordión. Allí escuchó la leyenda y decidió enfrentarse a ella para dar un golpe de efecto a su propia leyenda. Tras estar un rato mirando el nudo, Alejandro sacó su espada y cortó el nudo con ella. Al hacerlo, dijo en voz alta “tanto monta desatarlo como cortarlo“. 
Con dos.
Y ahora hablamos de Diógenes.
El propio Alejandro Magno quiso conocer en persona al gran Diógenes de Sínope, llegando un día hasta la tinaja en la que vivía el filósofo. El emperador, tras presentarse (y tras presentarse Diógenes como “el perro”), le ofertó: “Dime qué deseas, Diógenes, y yo, Alejandro Magno, te lo daré”.  Diógenes, que hasta la llegada de Alejandro estaba tomando el sol plácidamente le pidió que se apartara, pues le daba sombra. Tras esto, el propio Alejandro Magno dijo:  “Si no fuera Alejandro Magno quisiera ser Diógenes“.
Diógenes no consideraba negativo su apodo de perro, de hecho, lo defendía de la siguiente manera “Halago a los que dan, ladro a los que no lo hacen y muerdo a los malos“. Uno de los grandes momentos que se le recuerdan tiene como protagonista este insulto, aunque representado con un simple gesto. Unos hombres le tiraron varios huesos, tratándole como a un perro y riéndose de él; Diógenes, lejos de indignarse, se acercó hasta ellos y les orinó encima, cual perro.
No era Diógenes muy bien considerado por Platón. Un día que Diógenes estaba lavando unas hierbas para comerlas, Platón le dijo “Si sirvieras a Dionisios (Dios griego) no tendrías que lavar esas hierbas” a lo que le contestó “Y si tú lavaras hierbas no tendrías que servir a Dionisios“.
Hoy se usa el término “Síndrome de Diógenes” con muy poco acierto, ya que los que sufren esta enfermedad suelen acumular basura y utensilios innecesarios mientras que nuestro filósofo apenas vivía con una manta como mayor posesión, alejando de sí cualquier objeto con nulo valor.
Pues esto es todo amigos.
Aún es pronto. Haro me está mirando con la correa en la boca y el rabillo vibrando a toda velocidad. Nos vamos a recorrer mundo.
Aunque no salgamos del barrio.
¿Coges la pelota, Haro? ¿Jugamos un rato?
Y mi perro se acerca a su cesto de los juguetes y duda.
Se decide por la roja. La de dibujitos.
Y baja triscando los trece pisos. 
Y yo tras él.
Totalmente enamorada.

6 comentarios:

  1. Mujer poeta, evoca a los griegos, bendita sea.
    Oye, este de tú a tú mola.Por Dios¡ que no se acabe. No olvidemos que Diógenes era un señor que buscaba PERSONAS con un farol, tarea difícil, pero admirable admirable.Besos.

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    1. Exactamente. Alejandro Magno me gusta, junto con Leonardo da Vinci, que, sabes ya, bajó a verme en su casa de Clos de Lucé. Abrazos escandalosos.

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  2. La astucia o la inteligencia desata muchos nudos a lo largo de la vida.

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    1. No te creas que estoy muy de acuerdo. Así debería ser, pero, a veces, muchos nudos no tienen por donde cogerlos. Abrazos desatados.

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    1. Es lo que tengo que aprender a hacer. Más abrazos sin nudos.

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