jueves, 10 de diciembre de 2015

De ansias y sosiegos. Locura de amor y lectura de cartas. O al revés.

345. Locura de amor.

Buenos días corazones.
Tengo tarea hoy.
Mañana de lectura de cartas. Son las cartas a los Reyes Magos, que escriben todos los grupos de la Universidad Popular de Leganés, en un concurso que se hace todos los años por estas fechas. Concurso de cartas y de tarjetas navideñas. Un espectáculo diverso y curioso.
Lo peor, que voy de jurado junto con otros monitores.
Y si hay algo que no me gusta es tener que elegir una. No me gustan los concursos. Elegimos una, pensándolo bien, consensuando, leyendo todas en voz alta y evaluando también la presentación, el ingenio, la puesta de largo, los deseos.
Pero las demás se quedan allí, expulsadas, relegadas en un rincón de la mesa, mirando a la afortunada pasar de mano en mano, triunfante y orgullosa de su contenido.
Me da algo de pena y, sin que nadie se dé cuenta, me acerco al rincón de las derrotadas y les susurro bajito a todas, una por una, que ellas también son hermosas, que me ha llegado al corazón sus deseos de paz y de alegría, y que el lacito rojo o el dibujo que adorna sus esquinas me parece precioso y llamativo.
Noto cómo se quedan más tranquilas y se estiran exponiendo sus renglones torcidos con suficiencia y orgullo.
Me voy. A ver qué pasa hoy.
Ya os cuento.

Mientras tanto os dejo, para que leáis durante el café, un pequeño relato ya antiguo y basado en un hecho real, como dirían en alguna película de esas de sobremesa.


La llamaban La Chata.
No hacía referencia el mote a su persona.
Le venía heredado de sus mayores.
Se fue una temporada a la capital y regresó con una hija.
Desde entonces vivió algo recluida y escarniada con miradas oblicuas en cuanto pisaba las calles.
Un día llegó al pueblo un grupo de hombres para trabajar el verano.
Y la Chata se enamoró de uno de ellos cuando se encontraron una tarde en la fuente de piedra de la plaza.
Y se veían a diario cuando las primeras sombras de la noche encubrían sus ansias.
Dicen que ella le propuso quedarse y formalizar la relación.
Dicen que a él la niña, un poco retrasada  y algo huraña, le frenaba  la decisión.
Cuentan que la Chata estaba loca por el hombre.

         Y se santiguan cuando recuerdan la tarde que vieron alejarse por el camino de las huertas a  madre e hija y cómo volvió la Chata  con la mirada huida y los bajos de su falda culpables de sangre.


Que tengáis un viernes de cuento amigos.
No dejo de quereros.

2 comentarios:

  1. A veces el amor nos pierde. No Tacharé ningún vocablo. Oye, me he apuntado a clase de música- por lo de la clave de sol-.Bonito día.

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    1. Yo, que estaba enojada por "las faltas" que les sacaban a las cartas según las leían, me he dejado llevar por la corriente y voy y digo lo de la clave de sol. Una real tontería. A veces la emulación nos pierde. Pues claro que ha sido un día bonito. Besotes.

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