viernes, 25 de octubre de 2013

(A ti, pequeña, que perdiste la vida bajo las ruedas de un autobús, en una tarde de mi infancia. Yo estaba allí, no te he olvidado nunca y busco, desde entonces, maneras y sueños para despertarte. Otoño del 1959)




Imagen tomada de la red.


Aún te recuerdo niña,
un poco despeinada y con los ojos cerrados,
un brazo subrayando un futuro 
débil y cobarde,
que huyó por alguna esquina de aquel día lento.
El otro brazo se escondía debajo de tu cuerpo inservible,
avergonzado quizá de haber escapado de la seguridad
del último verano.
El autobús frenó a cierta distancia,
lleno de rostros desencajados y temblones.

Aún te recuerdo niña,
desconozco el color de tu mirada y no sabré nunca
cómo sonreías.

Aún te recuerdo,
               siempre niña.
A veces, he vivido por ti,
he amado en tu memoria,
he acogido en mi cuerpo al hombre,
para que tú sintieras la tibieza.
Mis hijos, algunas tardes,
también han sido un poco tuyos,
para que paladearas el sabor
                                   de la dicha.
He devorado primaveras,
he pisoteado otoños, he reído un poco más,
he llorado un poco menos,
he deseado mucho,
en un intento de ofrecerte una porción de biografía,
de vivir por ti…

Aún la recuerdo,
              niña sin nombre,
desvalida y rota,
un poco despeinada, exenta.

Se arrimó la noche,
distraída e impasible,

y allí quedó su zapato
                      cavilando el asombro.






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