Aún te
recuerdo niña,
un
poco despeinada y con los ojos cerrados,
un
brazo subrayando un futuro
débil y cobarde,
que
huyó por alguna esquina de aquel día lento.
El
otro brazo se escondía debajo de tu cuerpo inservible,
avergonzado
quizá de haber escapado de la seguridad
del
último verano.
El
autobús frenó a cierta distancia,
lleno
de rostros desencajados y temblones.
Aún te
recuerdo niña,
desconozco
el color de tu mirada y no sabré nunca
cómo
sonreías.
Aún te
recuerdo,
siempre niña.
A
veces, he vivido por ti,
he
amado en tu memoria,
he
acogido en mi cuerpo al hombre,
para
que tú sintieras la tibieza.
Mis
hijos, algunas tardes,
también
han sido un poco tuyos,
para
que paladearas el sabor
de la dicha.
He
devorado primaveras,
he
pisoteado otoños, he reído un poco más,
he
llorado un poco menos,
he
deseado mucho,
en un
intento de ofrecerte una porción de biografía,
de
vivir por ti…
Aún la
recuerdo,
niña sin nombre,
desvalida
y rota,
un
poco despeinada, exenta.
Se
arrimó la noche,
distraída e impasible,
y allí
quedó su zapato
cavilando el asombro.
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