jueves, 8 de octubre de 2020

Mis cuestionarios Proust. Hoy, del poeta Joaquín Brotóns Peñasco

La cita con Joaquín Brotóns era en el Café Bar Penalty, en la Plaza de España de Valdepeñas. 

    Y era mediodía y era septiembre. Y allí, con un café y palabras mágicas, nos conocimos personalmente y se cuajó una amistad.

    Yo había leído toda su obra, le conocía como vate y, golosa, me disponía a conocerle en todas sus facetas.

     A la primera pregunta me respondió que la sinceridad era el principal rasgo de su carácter y que la cualidad que apreciaba más en el ser humano era que fuera buena gente, que no espera nada de sus amigos para evitar el desencanto y que, a veces, tiene poco aguante. Que navega en el mar proceloso de la poesía con las tormentas y calmas que la escritura del poema conlleva, con sus ansias y sosiegos.



     Joaquín nació en el seno de una familia de bodegueros y comerciantes, dedicada a la elaboración, crianza, embotellado y exportación de vinos. Por sus bodegas desfilaron el dramaturgo Francisco Nieva, el pintor Gregorio Prieto y los poetas José Hierro, Sagrario Torres o Pablo García Baena: "el vino es carne y sangre en Valdepeñas. En los carros pasan en triunfo, entre risas y pámpanos, los jóvenes cuerpos. Y corre el vino en faústico derroche", escribió en su día  en el libro de firmas de las visitas.

      Degustadores del vino de las bodegas familiares fueron hombres como Gregorio Marañón, José María de Cossío, Cela, Zuloaga, Sabina, Pedro Almodóvar o Paco de Lucía, entre otros. Y mujeres como Gloría Fuertes, que, en una noche de vino y rosas con el poeta, se declaró "mística de taberna".

     Le gusta a Joaquín disfrutar de un encuentro con amigos y no concibe la idea de vivir o haber vivido en otro lugar. Él ha sido fiel a su pueblo, a su ínsula báquica. La muerte de su madre le marcó sobremanera y es ella la que nomina cuando le pregunto por su héroe en la vida real. Le gusta el color violeta y la rosa blanca, el gorrión y la golondrina y su nombre favorito es Valentín.

     No soporta la mala educación ni la gente que no se sabe comportar, me dice que no se arrepiente de nada y reconoce que puede mentir cuando hiciere falta. 

     Cela, sobre todo en La Colmena, Gabriel_García Márquez o Juan_Marsé, es su respuesta cuando le pregunto por sus autores preferidos en prosa y, en poesía, me nombra a Catulo, Cavafis, Cernuda o Luis_Antonio_de_Villena.

     Beethoven y Mozart, en cuanto a clásicos. Hopper y Caravaggio en pintura. 

     Le enternece la impotencia de la gente mayor y su lema sería vive y deja vivir.


     Le atrae la figura de Antínoo, amigo del emperador romano Adriano y admira, como hecho histórico, la creación de la cultura griega. Se reconoce como de natural alegre, capaz de convertir la pena en alegría y teme a la vejez y la soledad. Le hubiera gustado vivir en la época helénica y se puede pasar las horas muertas leyendo y disfrutando de su casa, en la que nadan y se exhiben, en completa armonía, todos los enseres y recuerdos de sus antepasados. 

     Rememora con agrado las películas Un hombre llamado flor de otoño o Los santos inocentes. Le gusta comer de todo, aunque los arroces ocupan el primer lugar.   

     Ha publicado una veintena de libros: Poemas para los muertos; Las máscaras del desamor; Amor, deseo y desencanto; La soledad de la luna; Poemas de amor ambiguo; Espejo de sombras y Pasión y vida, entre otros. Ha ejercido como colaborador en medios de comunicación y como crítico de arte.

     Sobre su obra poética se han dictado conferencias y son muchos los poetas que la han reseñado: Pablo García Baena; José Hierro: "Es una poesía la de Joaquín, de testimonio interior, una poesía de desengaño"; Luís García Montero: "la poesía de Brotóns, es sensualidad y conciencia, biblioteca y taberna, piel y memoria, deseo y desencanto, máscara para el desamor y soledad para las noches de luna"; Francisco Nieva, Ian Gibson, Nicolás del Hierro: "Joaquín, es un poeta de realidades, pero de realidades dolientes. Y las canta, las hace cimiento de su obra, raíz, para elevar sobre ella el edificio o el árbol de su humana arquitectura". 

     Mi admirado poeta, filólogo y ensayista, Pedro Antonio González Moreno, es uno de los mejores conocedores de la obra de Joaquín y prologuista de alguno de sus poemarios: "Un poeta marcado por el signo del fuego, por el signo del deseo y la pasión, y ungido finalmente por la ceniza fría del desencanto. Fuego y ceniza, amor y desamor, creación y destrucción, polos distintos, pero complementarios, de una misma verdad: la verdad de una vida transformada definitivamente en escritura".

     En 2014, el Ayuntamiento de Valdepeñas, le concede la Medalla de las Letras "Juan Alcaide".



El poeta en un rincón de su casa.

     Le gustaría que, al momento de la muerte, una mano amiga retuviera la suya; echa en falta, a veces, una compañía con la que poder mecerse en el placer de la conversación, rememorar poemas y disfrutar de las fases de la luna. Ama la vida, aunque sabe del final y en su poema Epitafio lo asume:

"Cuando la luna llena cubra con su fino 

manto de fuego

la fría soledad de los cementerios,

arrojad mi cuerpo desnudo al mar.

Es mi última voluntad...

que espíritu, alma,

corazón y esqueleto

reposen, 

duerman junto a las dulces sirenas,

abrazados al joven y bello cuerpo que

tanto amo"


     Joaquín Brotóns Peñasco, ..."soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma"...


     Muchas gracias, poeta. Hasta la próxima.

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