domingo, 22 de mayo de 2016

Un recao en Madrid y un recorrido por la gastronomía manchega.

     Sábado arrebatao.
     Tenía una cita con mi amiga argentina.
     Sin amiga.
   Últimamente ya veis que hago viajes sin hacerlos, caminos de Santiago desde mi sillón amarillo y encuentros con mi argentina sin respirarla ni poder sentir su abrazo.
     Estoy en esa etapa.
     Éterea y silente. Desubicada.
   Pues que dejé a Haro en buenas manos y me fui a recorrer los madriles. En un hotel lejano de la calle Alcalá, mi amiga, en una breve escala de su vuelta al mundo, me había dejado unos regalitos en la recepción.


     A la vuelta, La Quinta de los molinos mantenía los enormes portones abiertos de par en par. Como invitando.
      Y pasé.

      Y detuve el tiempo lo suficiente para recrearme, vagar por sus veredas y regalar a mi nariz olores de fiesta.


Bienvenida regia entre plátanos y almendros.

Molino americano.

     Le conté todo lo visto a Haro durante el largo paseo que nos dimos más tarde. Le tuve que prometer llevarle allí algún día.
     Le gustará mear en la Quinta.

     Y por la tarde, en la sede cultural de Castilla- La Mancha, en mi Leganés, donde sabéis que podéis encontrarme casi a todas horas y donde estoy tan agustito, las socias y socios llevaron, en su fiesta de los platos, viandas de la tierra, creaciones propias, postres finamente elaborados y curiosidades gastronómicas, amén de una excelente sangría y buena música para el remate.


     Hubo buen apetito y felicitaciones.


  Hubo ofrecimiento de las orgullosas cocineras y reposteras y alabanzas por el buen tino de los manjares.


     Hubo abundancia, sorteo y premio.


  Buen rollo.


Brindis por el futuro.


Encuentro de amigas y foto.


Bromas de la directiva.


Amor.


Más amor.


Nuestra pareja de baile.


Socios y amigos esperando la comida y el postre.


Un descanso antes de comenzar el baile.


Le chevalier et moi.


El gran espejo de la sala duplicó la fiesta.



La música punteó el comienzo de ágape.


     Y ya avanzada la tarde, cuasi noche, César amenizó el ambiente y, con su cortesía habitual,  deleitó a las parejas de la sede con la música que le pidieron.

Cesáreo Martínez.

También le conté esto a Haro durante el paseo de la noche. Pero no le prometí nada.
Por si las moscas.

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