martes, 19 de abril de 2016

Segundo capítulo de las memorias de mi vecina Pilila.

     
HISTORIA DE MI EXISTENCIA.
Por Pilila Fernández de de Blas.


     Tal y como me he propuesto, no dejaré ni un solo día de escribir mis memorias. Ya estoy con mi café y mis cuartillas presta a componer el segundo capítulo de mi biografía. 
    Llevaba más o menos media hora cuando he tenido que dejar de escribir porque han llamado a la puerta. He abierto sin mirar por la mirilla, cosa que me recrimina mucho mi Nicolás y me he encontrado con un par de señores trajeados,  con una cartera en una mano y revistas varias en la otra, los dos tan iguales que yo juraría que se trataba de siameses felizmente separados.
    Me han mirado muy fijamente con los ojos como platos y después de dejarme un par de revistas balbuceando algo sobre no sé qué del Juicio Final, se han  ido cagando leches, (esto último tengo que pensar si lo pongo o no, ya me lo dirá mi editor cuando me haga la corrección de las memorias), y al cerrar la puerta y dejar las revistillas encima del mueble que decora el hall de mi casa, que por cierto encontré una noche en un contenedor y yo, que he tenido siempre un gusto exquisito, me percaté enseguida que era una joya del art-decó,  y mirarme en el espejo de pan de oro que hay encima, casi me da un pasmo: resulta que esta mañana y en mi desazón por empezar a escribir lo antes posible, me quité la parte superior de mi pijama rosa que utilizo para dormir desde hace varios años, (me ha dado muy buen resultado), y con las prisas digo, no me acordé de ponerme la sudadera de Mc Donald´s que tenía preparada y que me da un aire muy intelectual, y había recibido a los testigos de Jehová siameses con las tetas totalmente desplegadas a la vista y mirando hacia el felpudo las pobres.



     Me repuse del disgusto y de la vergüenza comiéndome una  madalena que había encontrado aquella misma mañana traspapelada detrás del bote de los garbanzos, no sé calcular con precisión cuántos meses llevaba allí, el caso es que estaba bastante dura, me la comí con papel y todo porque fue totalmente imposible separar el uno de la otra.       Una vez tranquilizada continúo describiendo la aventura de mi vida biográfica.

Capítulo 2.

     "Nuestro noviazgo duró quince días, porque, aunque me gusta hacer las cosas despacio, no estaba dispuesta a que llegase alguna lagartona y me levantara al Nicolás, que teníais que haber visto cómo le devoraban con los ojos las chicas de la droguería de la acera de enfrente cuando me esperaba a que yo saliera de mi trabajo, tan guapo, con su americana príncipe de gales y con las mangas un poco arremangadas para que se le viesen con más desahogo los gemelos del Atlético de Madrid.
     Nos casamos un cinco de Agosto, bajo un sol de injusticia: 40º dentro de la iglesia, fuera, ni os cuento. El cura, con los ojos desencajados, deshidratado el pobre y dándose aire con un abanico de lunares negros a juego con la sotana, aguantó hasta el final, aunque en las ansias de la muerte se le olvidó pedirle al padrino los anillos y nos los pusimos luego en el banquete que sucedió a la ceremonia, en una espléndida terraza de la Casa de Campo, a lo fresquito.
     Mi Nicolás iba espectacular, tuvimos la suerte de que unos días antes le habían dado un uniforme nuevo de pocero, ¿os había referido anteriormente que ése era el oficio de mi novio?, y se lo puso, porque los dos somos de la opinión de que es una sinrazón comprarse un frac  o similar sólo para ese día, eso sí, las botas de caña alta no se las puso, iba con unos náuticos azules preciosos que compramos al unísono en Los Guerrilleros.
     Yo iba con un traje de novia que alquilé por la misma razón que he expuesto más arriba y con un casquete de raso con flores silvestres.           Estaba muy nerviosa y deshidratada, como el cura, y le preguntaba constantemente a Nicolás si se me había torcido el casquete florido, y él me decía bajito y al oído: el casquete…, el casquete es el que te voy a echar yo esta noche, que me hacía reír hasta las lágrimas el condenado, que siempre ha sido muy gracioso y muy  macho mi hombre.




     Llevamos casados ya quince años y todavía me lo dice algunos sábados, claro que ya se le ha reducido mucho la pasión y no es lo mismo. Él dice que es por el estrés que sufre en su trabajo y yo le digo que también tendrá que ver los cinco o seis botijos que se mete entre pecho y espalda  con los compañeros después de salir del trabajo. Se cabrea cuando le hago esta puntualización y luego el domingo no me quiere sacar a dar una vuelta y me tengo que ir a tomar una tila a casa de mi vecina, a cuya hija Lupe, la universitaria, cada vez le menguan más las cuartillas".


Tengo que dejarlo aquí, mis pacientes lectores, esto es lo que tiene ser escritora a tiempo parcial. Voy a hacer unas lentejas para mi Nicolás, que ya está a punto de llegar. Mañana sin falta continúo.


Nota. Soy Asiole, que me dice mi vecina Pilila, que le están saliendo muy fluidas las memorias y que su hombre la felicitó por las lentejas, aunque le  dijo que la próxima vez las hiciera algo más caldosas.



4 comentarios:

  1. Por favor! sigue con las memorias, son buenísimas. Disfruto enormemente leyéndolas. Esto hay que publicarlo. Un beso.

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    1. Es una historia que tenía casi olvidada. El otro día tirando papeles la volví a ver y me falta la distancia para verla. La tiro o la saco a pasear? La he puesto el casquete de flores y aquí está. Depende de ella si muere o camina.

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  2. Caminará, seguro que lo hará. Un abrazo

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    1. Voy a hacerla andar hasta la esquina. A ver cómo se comporta. Ya vamos viendo. Besotes.

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