viernes, 29 de abril de 2016

Crónica de un camino anunciado. Primero de siete.


    A punto de emprender nuestro viaje a Ítaca, nuestro séptimo camino de Santiago, me pedís, pequeños saltamontes, que rememore el primero. Pues aquí está, para recordar, para volver a pasar por el corazón.



EN EL CAMINO DE SANTIAGO 
DEL 16 AL 23 DE MAYO DE 2010 
 
Desde Leganés…. se hace camino al andar. 
 
“CAMINAR ES BESAR LA TIERRA CON LOS PIES”. 
CAMINO DE SANTIAGO, LA CALLE MAYOR DE EUROPA.


Desfilan por las tierras de Galicia: 
 
Andrés Fernández 
Carmen  Ferreras 
Virtudes Ferreras 
Andrés García Díaz 
Benito Carrascosa 
Mª Carmen Adán 
Antonio Vargas 
Mª Ángeles Carrillo 
Juani Orellana 
Vicky Suárez 
Pilar Félix 
Montserrat Félix 
Antonio Gutiérrez (Guti) 
Loly Rubio 
Andrés Lupión (Lupi) 
Pauli Barbado 
Maribel Rodríguez 
Eloísa Pardo Castro.
 
     Después de varias reuniones y de algunos domingos entrenando en nuestro parque de Polvoranca, moldeando las botas recién compradas y calibrando la nueva compañía para el viaje a Santiago, para nuestro bautismo, llega el momento de la partida. 

En el camino busco.

Aún quedan seis días.

La semana se recrea,

las horas se enredan

en mi cuello,
se meten por la nariz,
no veo nada
todavía.   
 
       Unos se van el domingo 16 por la mañana en coches particulares, cinco nos quedamos preparando el nido y salimos en un tren nocturno, como mujeres tímidas y excitadas ante la inminente libertad.
 
La estación nos recibe
con dudas,
escéptica,
cinco hambres,
cinco deseos de encontrar.
Nos recibe
como la madre al hijo
que trasnocha.
Y cierra las puertas.
Y partimos.
Sólo nos quedan
las ventanas.
     Las hermanas Félix, Vicky y yo, nos citamos en la estación de Zarzaquemada y en Atocha nos reunimos con Juani, ya somos cinco y tras una cervecilla, subimos al tren, que, largo como una culebra, nos hace andar un buen trecho hasta encontrar nuestro vagón, como preámbulo al camino.
     El tren sale a la 22.30 h. 
     Hasta las 6.30 que llegaremos a SARRIA, nos espera una noche eterna, anquilosadas en asientos rígidos e incómodos. Dormitamos a ratos, las hermanas Félix simulan estar en casa: manta de leopardo, cojín multicolor y antifaz excitante… ni por ésas, no hay descanso posible y en ese estado enhebramos la noche.
     Al bajar del tren nos esperan los amigos, han madrugado para que, al llegar, no nos sintiéramos huérfanas de calor. Amanece con una capa de humo en el horizonte.
     Es lunes 17.
     Niebla discreta, Galicia nos recibe con su cara más lúdica, misteriosa y escéptica… ¿conseguiremos el objetivo?
     Después de un desayuno de iniciación, a las 8 de la mañana comienza la marcha y llegamos a PORTOMARÍN a las 15 horas, después de andar unos 26 kms.

     En el trayecto se han aglutinado los grupos, los encuentros, ora un pelotón en cabeza, ora en cierre de comitiva, ahora hablan unos, después el silencio les da un respiro.
     Arriba, el sol.
    Alrededor, color verde, agua, pizarra, estiércol y vidas añejas, estancadas, sorprendidas y felices. El paraíso.
     Los bastones con el eco de su ayuda ponen la música. Todos teníamos hambre y la boca seca. Algunos se lavan los pies en el agua helada del Miño;  la subida ha sido brutal, en lo alto, el albergue nos mira y la iglesia de San Nicolás nos quiere contar su historia.
     Comemos con avidez blanda, bebemos y tenemos el descanso dibujado en las pupilas. Una cama, una superficie llana, horizontal, apoyar el cuerpo y abandonarse.
      Mientras esperamos el postre, les pregunto a Vicky y a Maribel: ¿por qué el camino? Las dos coinciden. Por estar con vosotros, con todos, por alejarnos del entorno habitual, por pensar, por poner orden en nuestra vida y colocar las fichas extraviadas en el hueco que les pertenece, o para dejar el puzzle incompleto si así fuera necesario.
      Aunque alegremente agotadas, despreciamos la siesta y damos una vuelta por el pueblo. Fotos. Compramos recuerdos para la gente que nos aguarda. Cerveza y más fotos. Y la cena. Unos comparten pizzas, otros quieren bocadillos. Algún cigarrillo, deshacer las maletas, duchas y a descansar. Cerramos el día.
       Durante la noche una veintena de literas acoge a unos peregrinos infantilmente ilusionados. Unos roncan suavemente, se escuchan risas, otra, en sueños,  habla algo que le produce placer porque sonríe entre un saco de dormir y el anhelo de la llegada.
      Se levanta el segundo día, martes 18 y después del desayuno, se inicia la marcha. A Montse no le gusta la ruta y me dice que lo apunte en mi cuaderno, se queja de que hay mucha carretera, mucho asfalto; Andrés García, se coloca un momento de “saudade” en su bastón viajero y, al verle un poco serio, intento hacerle reír: vamos maestro, mira, allí se sella; con la epifanía del sello me quedo, ahora todos me incitan, mira un bar, vamos a sellar  Eloísa, a sellar, bueno pues a sellar y me doy cuenta que, igual que a mí, a todas y a todos les hace la misma ilusión.
    Andar, andar…, es el camino. Algún restaurante se resiste a darnos comida y reanudamos la marcha. “EL TURISTA EXIGE, EL PEREGRINO AGRADECE”.
     Nosotros pedimos comida con la humildad del cansancio, nos la negaron con la soberbia del que se siente seguro, la mesa ocupada. Nos dio pena de su error y del perro que se abandonaba al sol del mediodía, olvidado, y nos fuimos a respirar otros aires. Acertamos, porque al final de algún recodo comimos todos juntos y lo celebramos con unas copitas de orujo.

    Esa tarde, EN PALAS DEL REY, recalamos en un albergue escondido detrás de varios senderos, agazapado en el corazón de un bosque, abrazado por un arroyo invisible y con un aire misterioso y anterior.
      Al llegar, mientras descargamos las mochilas de los coches, veo a un "asesino en serie" tumbado en una enorme hamaca que, mirándonos con aires de premonición, parece decir: “No sabéis lo que os espera esta noche”. Lo digo. Se ríen. No captan la malicia en la mirada del chico de la hamaca. Cedo. Me gusta el aire bucólico del lugar, me gana y olvido el temor. Pero decido afrontarlo, ser valiente y me acerco al hombre… es la pareja de amigos que conocimos en el bar del expreso de medianoche: Diego e Isabel, dos personas tiernas y amables que han decidido hacer el camino para conocerse mejor, son de Arroyomolinos.      Cenan con nosotros en la maciza y ancestral mesa de madera oscura del salón, compartimos lentejas y albóndigas, él es alto, tímido y buena persona, lo supe cuando le descubrí llamando a su abuela: -que estoy bien, no te preocupes, venga que te quiero-, y eso me gustó; y ella es dulce, pecosa y morena como un hada de los bosques que dibujan en los libros.        Volvimos a verlos en Melide, la catedral del pulpo.
        Por la noche, bajo un cielo desconocido y nuevo, se cuentan chistes antes de descansar para continuar camino. A Guti le gustó especialmente esa noche de palabras.
      Gonzalo, el dueño del albergue, antes de irse a dormir, nos pide que, al día siguiente, ayudemos un poco a su mujer Ana a preparar los desayunos. Nos cuenta que está pasando un mal momento, que espera un veredicto y se enfrenta a una decisión vital que no depende de ella. Ayudamos todos y les dejamos un mensaje de cariño y apoyo en el libro de visitas. Algunos les prometen volver, todos les deseamos suerte. De corazón.
     Salimos con buen ánimo porque a mitad de camino, nos espera MELIDE y el aroma del pulpo nos empuja y pone alas a los bastones. Es miércoles 19.
     En Furelos nos sellan y el Cristo de San Juan de Furelos nos ofrece su mano caída y nos dice: “ánimo, levanta”.



     En el restaurante A. Garnacha decidimos detenernos a degustar el deseado pulpo, descartando al famoso restaurante  Casa Ezequiel, por consejo de los lugareños. Durante la comida, (pulpo, pimientos de Padrón dulces, albariño y ribeiro, postres varios), llama Mari Mar, desde Leganés. Mari Mar no ha podido venir, pero quiere estar y está. Pregunta qué tal vamos y le decimos la verdad y lo que ella desea oír. Que todo va bien, que se desarrolla como estaba previsto, que lo vamos a conseguir y que la echamos de menos.
      Continuamos la ruta con el peso añadido de la gula satisfecha y pronto un grupo valiente se adelanta.
       Seis nos quedamos cerrando la comitiva: Guti, Virtudes, Antonio Vargas, su mujer, Mª Ángeles, Pauli y yo. Hablamos.
       Guti, ese hombre grande y templado me habló de sus cuitas, de su familia, de lo feliz que se encuentra con el grupo, hace calor y en un trecho umbrío y flanqueado de eucaliptos, respira, se emociona y llora un segundo, no se permite más. Sólo agradece. Camino con él unos cuantos kilómetros aún y se me hacen paseo.
       El tiempo de caminar se completa con las charlas de la dulce Virtudes, con la vitalidad de Pauli y con el gracejo de Mª Ángeles y “el Vargas”, su marido, apoyándola siempre. Me gusta esta pareja.
      Virtudes acompaña a su hermana Carmen, forman parte de una familia extensa y heterogénea. Ellas son diferentes pero con un fin común; las dos, sin embargo, son afables, comunicativas y hemos hablado en muchos y gratos momentos durante las caminatas.
       Y acaba otra jornada, la tercera, en el albergue Don Quijote, de Arzúa. Hay partido de fútbol y los gritos se mezclan con la lechuga y el huevo de las hamburguesas, más tarde en una mesa, a lo fresco, nos regalamos una charla y unos licorcitos.
      Como todas las noches durante el camino, remedamos la gran familia. Unos leen, repasan sus notas, llaman a la familia; alguno tiene que ir al baño de nuevo y otros miran la oscuridad buscando el sueño que se ha detenido en algún rincón del albergue, enredado entre las literas. Poco después, los ruidos de cremalleras buscando prendas conocidas, el jabón, la toalla, otra camiseta.
      Hay que enrollar y guardar el saco.
     Y todo listo. Vamos chicos, que ya queda poco.
     Enhebramos la cuarta jornada. Jueves 20.


     Andrés, el jefe de la expedición, nos graba y se queja, con toda la razón, de que en el reportaje él brillará por su ausencia. Tomo la cámara y le enfoco, hago lo que puedo, que me parece que no es mucho. Pero por lo menos, le veremos luego cuando, ya en casa, visionemos el camino y volvamos a sentir de nuevo las emociones; su cara, en todo momento, ha sido de relajo y satisfacción.
       Otra pareja la componen Benito y Mari Carmen Adán, actores, me consta que muy buenos, de la compañía del Teatro Estable de Leganés. Ella, guapa y elegante, con su pasito menudo y tenaz, suele ir siempre en cabeza del pelotón, casi parece que pasea junto a su marido. A veces, para equilibrarse sobre el camino medieval, se toman de las manos.
       El otro día, al amanecer, vi a Benito despertarla y pensé que todas las mujeres del mundo desearíamos que nos despertaran de ese modo.

     ¿Ya he contado que todo el camino está regado de estrellas?
    Diminutas, brillantes, plateadas, diseminadas por todo el recorrido, en el suelo. Los peregrinos llevamos los ojos caídos, observando el esfuerzo de las botas y de las flechas de los bastones, quizá esa alfombra de estrellas nos susurren la riqueza que encontraremos todos cuando divisemos las torres de la catedral desdibujando el horizonte de Santiago.
 

Cierro los ojos

sólo un instante,
para ver.
 
    Alguien nos llama para alguna consulta  y para preguntar qué tal nos va. En ese momento íbamos Juani y yo subiendo una cuesta empinada y caliente, a mediodía, hablamos las dos con él y agradecimos oír una voz amiga que espera en trincheras.
       Maribel, una tarde, nos hace unas trencitas y otra se lamenta que olvidó su manzana. Montse se compra un cayado tardío y quiere que le escribamos todos algo. Pilar se encuentra varias veces durante el camino con su arcángel san Gabriel; yo, con un jesucristo canario de pelo largo y torso desnudo que caminaba con su madre y una perrita negra e incansable.
       En Arca O Pino, conocimos a José Manuel, el cura de la Iglesia de Santa Eulalia y, después de sellarnos la credencial, nos cuenta anécdotas y nos regala consejos para el final del camino. En el altar, una concha gigante de madera blanca nos arropa.
        Aquella tarde, en una cafetería, ocurrió lo de los sándwiches mixtos, la reclamación de las peregrinas ante lo exiguo del festín y la lógica compensación. Doble ración de todo y copitas pal  disgusto. Y, como diría Pilar Félix, sin ponernos colorás.
       Vuelta al albergue no sin antes atracar una discoteca y hacernos fotos bajo el foco de la pista desierta.
       Y aquí viene la historia del alemán errante, de la pareja de desconocidos que, como intrusos, compartían la habitación de todos nosotros, de la desconfianza que nos produjo la beodez de uno de ellos y la mirada de búho pertinaz del otro.
       Llegamos contentas las chicas descarriadas y nos relatan alguna batallita y cunde el pánico. Afloran los miedos ancestrales, las inseguridades y nos reconocemos dependientes. Al final, recolocamos tropas, repartimos alguna manta de cariño y todo queda en una anécdota. A la mañana siguiente, con el alivio del sol, se descubre que uno de ellos se fue a su peregrinaje en silencio y el otro resultó ser sólo un ser humano señero y desvalido.
 
¡El Monte del Gozo!... 21 de Mayo, viernes. 
Albergue multitudinario. Caseta 30. 
      Uno de los voluntarios del albergue, un lituano de ojos color imposible, me invita a compartir su mesa ante mi pregunta de un salón tranquilo donde escribir algo. Se llama R. Z. y “sólo” se puede comunicar con los peregrinos en 5 idiomas, yo le dije que podíamos hablar en castellano o en francés. Pero francés no sabía.
     El grupo, después de comer, se envalentona y quiere proseguir ese mismo día a Santiago.
     Y lo hacemos, con fuerzas encontradas en el fondo de nuestras mochilas y con la alegría olvidada e infantil de colgarle cuanto antes al santo nuestros deseos. 
“Bienaventurado eres, peregrino, si tu mochila se va vaciando de cosas y tu corazón no sabe dónde colgar tantas emociones”. 
     Recuerdo que un grupo nos adelantó a la meta y tuvo sus emociones, Vicky se me descolgó en algún momento y no pude compartir sus ojos a la llegada.
     Lo hice con Juani, la tuve al lado al volver la esquina y contemplar la Plaza del Obradoiro, con el vientre lleno de peregrinos, rebosante de esperanzas y de sueños.
     Habiamos llegado.
     No lo olvidaré nunca.

     Después de recibir la Compostela, el diploma con el cum laude de nuestra peregrinación, nos fuimos a festejarlo y nos adueñamos de un bar en una callejuela cualquiera de Santiago.
      Fue ese día cuando hablé más largamente con Loly y su marido Andrés, (Lupi), otra pareja que ha compartido esta semana y de la que guardo un buen recuerdo. Él, aprendiendo a saborear su reciente jubilación y que ha querido acompañar a su mujer en el camino. Ella,  para realizar el proyecto, tantas veces aplazado por los problemillas que surgen en la vida. Fue peluquera, es coqueta y me dice que añora otros tiempos y otros rasgos. Como todas, querida Loly, como todas. Y  nos deseamos suerte.
        Ese atardecer, en el albergue inmenso y permisivo,  ante lo esquivo del sueño, salgo a la noche de cuarto creciente y escribo algo en el cuaderno.

   “Luna bruja, deshilachada entre los gigantes eucaliptos, bañada por los tímidos riachuelos, galopando en los lomos de las vacas y de los caballos tordos, enganchada a la vida. Luna sabia”.
      Andrés Fernández está contento por el éxito del camino, por la ausencia de incidentes, por el esfuerzo de todos y, como un padre orgulloso, nos aprueba con la mirada.
     El otro Andrés, nuestro niño mimado, también está contento de culminar otro año más su peregrinación, a veces solo, acompañado otras, dice que repetirá otro año, quizá con el nieto, quizá por otros motivos, él lleva siempre uno dentro de su corazón, bien escondido. Ha sido en el camino nuestro cicerone, rodrigón de la cuadrilla.
     El sábado viene su mujer, Cathy, a reunirse con el grupo, llega con Mónica, la hija de Juani y las esperamos para la comida del domingo, después de oír la misa del peregrino y oler el incienso que se derrama sobre nuestras cabezas al compás del balanceo majestuoso y gondolero del inmenso botafumeiro.
      Comemos en El Tránsito de Gramáticos. Bacalaos y solomillos. Maribel, como un hijo pródigo, regresa acompañada por Rafael, el peregrino perdido por causas laborales. Huyó Maribel, con nocturnidad y alevosía, de su litera, para celebrar la Nochebuena con antelación.    
      Tarde libre, terrazas, -allí vemos al Zapatones-, segundo bautismo de pulpo y vuelta al hotel del Monte del Gozo en un taxi con derecho a despedida a la catedral iluminada.
      Los dos pares de hermanas, más sibaritas, han regresado a sus vidas en el tren, aprovechando la noche.
      El resto, después de un desayuno con vistas,  nos acomodamos en los coches y nos citamos en Astorga, donde comemos, visitamos la ciudad y nos abastecemos de la bollería típica. 
      Cerca de la U.P.L., en la última parada ya, nos despedimos todos y nos repartimos las mochilas, las maletas, los bastones. Yo, además, me llevo, porque no la quiere nadie, una tos que me durará seis días. 
ME ACUERDO:
De la emoción y los nervios al salir de casa.
De la llegada a Sarria y ver a nuestros amigos esperándonos.
Del primer sello en la credencial.
Del bordado de niebla que delimitaba el horizonte el primer día.
Del verde, en todos sus matices, en todos los tonos imposibles.
De las comidas en grupo.
De las llamadas a mi madre.
De Ana, la dueña del albergue bonito y su tristeza.
Del color atlántico de los ojos de Juani.
De los pensamientos de Vicky.
De la emoción de Guti.
De la protección de Andrés.
Del pantalón que me calcé, TALLA “S”… ¡Gracias Vicky!
Del pilot rojo que encontró Juani en el camino, sucio y abandonado, le curó las heridas, lo limpió y me lo regaló para que escribiera esto que ahora leéis.
De la tarjetita con la frase “Prohibido no estar feliz” que me regaló Montse.
De la perrita vestida de peregrina al pie de la Catedral.
De la pelea de alguien nervioso en la Oficina del peregrino.
Del olor de los altivos eucaliptos.
De la Iglesia de San Nicolás, desmontada piedra a piedra.
De la linterna mágica y sonora de Pilar Félix.
De la conversación sobre la bolsa y los dividendos con Pauli.
Del vicio de cerveza que adquirimos, o aumentamos, durante el camino.
De las entrañables impresiones escritas a la espalda de los billetes del autobús que tomamos el viernes 21 para regresar desde Santiago al Monte del Gozo. 
De todo.


El Camino de Santiago ha sido declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad; Itinerario Cultural Europeo y ha recibido el título honorífico de Calle Mayor de Europa.

2010 es Año Jacobeo, circunstancia que se produce cuando el 25 de Julio, día de Santiago, coincide en domingo. Se abre la Puerta Santa, entrada lateral que da acceso a la Catedral y que permanece cerrada el resto del tiempo.


Gracias a todos. Fue EL CAMINO, nuestro camino. 
Eloísa Pardo, agradecida.

4 comentarios:

  1. Hola: Sabes una cosa? Después de leerlo, he pensado unirme al grupo, que sí, que me voy con vosotros, con todos. Quiero satisfacer mi entusiasmo de lograr el viaje que siempre he llevado escondido. Espero estar a la altura. Nos veremos en Santiago. Besos.

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    1. Bien pensado. Y todos estamos a la altura. Es una bonita experiencia. Abrazos peregrinos.

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  2. Ese primero que no pude hacerlo. Pero los pies se pusieron inquietos y el espíritu gozoso. Por eso ya no he faltado a los siguientes. Feliz camino, amigos. Pronto patearemos las veredas y abrazaremos el corazón.

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    1. Pues sí, ya está aquí, a la vuelta del calendario, el inicio de la aventura. Ya hay ganas. Hasta entonces, un abrazo.

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