miércoles, 27 de abril de 2016

Y diez.

       Se me está dando de lujo esto de escribir mis memorias. Si lo sé lo hago antes. Anda que no llevaba yo tiempo pensando en poner por escrito mis andanzas.
     Bajé ayer al chino y he cargado con un par de paquetes de folios, porque creo que la pizpireta de la Lupe me ha calado. De hecho cuando subo con alguna excusa a su casa, no veo ni una cuartilla por ninguna parte.

     Hablando del rey de Roma, hoy mi vecina  Maribel ha bajado a tomar café. Ha traído unas pastas, lo que quiere decir que viene con tiempo, que viene con algún chisme, a sonsacarme algo o a cotillear de alguna vecina. 
     Hoy le ha tocado a Elvira, la vecina del  B, que es un cielo de mujer, dulce, amable y siempre dispuesta a ayudarte y a regalarte un pañito de ganchillo; a mi, desde que se enteró del día de mi cumpleaños y santos varios, nunca me ha faltado el pañito; me pregunta, a veces, cuándo hace los años el Nicolás, pero descuida  que me lo va a sacar, aunque me torturen; yo, hábil, cambio de conversación enseguida.
     Tengo pañitos hasta en las plantillas de las playeras.



      Elvira es viuda, el marido se murió al poco de casarse, de un infarto creo y ella se quedó ya embarazada de su Julián, superjoven y sola, sin familia ni nada, porque ella era huérfana y la familia del marido nunca la aceptó, por el eterno tema de que ella era, según su suegra, muy inferior a su hijo.
     El caso es que Elvira  trabajó muchísimo para sacar a su hijo adelante y prosperar en la vida. Su hijo estudió una carrera, abogado, que era la ilusión de Elvira y desde hace unos seis años trabaja en un bufete muy importante en Gandía.
     Elvira vive con una pensión moderada, su hijo viene a verla muy a menudo, le ayuda en todo lo que puede, está muy pendiente de ella y el año pasado se presentó con un par de gatos persas, Mozart y Beethoven, para que le hiciesen compañía. Esto, unido a lo buena persona que es, a su pasión por el ganchillo y a su buena salud, hacen de Elvira una viejita feliz.
   Yo la aprecio mucho. Incluso en alguna ocasión he bajado a desahogarme con ella por algún problemilla con Nicolás y siempre me ha dado muy buenos consejos.
     Maribel, para no extenderme en circunloquios, lo que quería con las pastitas rancias, era que yo intercediera o preparara o dispusiera los mecanismos necesarios para que, en la próxima visita de Julián, el hijo de Elvira, entablara contacto con ella o con su hija Lupe.
     En una palabra, y por si no habéis caído en la cuenta, os aclaro que las dos, la madre y la hija universitaria desean enganchar al abogado, sin rivalidad, si es la madre la que gane el premio, se llevaría un marido un poco más joven que ella, y si es la hija, un marido con casi veinte años de ventaja; pero ya digo, todo este complot, sin fisuras, uniendo sus fuerzas para que, sea como sea, ese chollo de hombre entre en el  A.
     Yo, que no me quiero calentar la cabeza, le he dicho a todo que sí, mientras pensaba en el próximo capítulo de mi vida biográfica; no me quiero meter en andurriales, porque, como yo digo siempre, amigos, pero el borrico a la linde, como se dice en mi pueblo.

     Creo que el próximo capítulo lo dedicaré a contar lo del carnet de conducir del lince de mi Nicolás. A cuadros os vais a quedar. Que jodío mi esposo.



*Imagen tomada de la red.

4 comentarios:

  1. Pilila se quiere parecer a aquella portera, que durante tiempo nos contó la vida y milagros de sus vecinos. Nunca podrá ser como ella. Dígaselo.

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    1. Querida amiga, no se lo voy a decir, disculpe, pero, para qué comparar? De todas formas creo que ella ya sabe que Asiole es única, de hecho es por eso que le da sus memorias para corregir. Un beso. Ya la llamaré cuando vayamos a verla.

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  2. Dª Pilila, yo la veo cada vez mas segura y aventajada. Sus memorias son agradables, simpáticas. Paso buen rato leyéndola. Saludos.

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    1. Muchas gracias señora. Hago lo que puedo. Debe ser mérito de mi interesante vida. Un abrazo. A ver si viene un día con Asiole.

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