jueves, 9 de agosto de 2018

Historias de una abuela de verano. Y llegó Eneko.


   Y, como os decía, después del tsunami y el desconsuelo, apenas con tiempo para secar las lágrimas de la pérdida y la orfandad, nos tocó gozar con lágrimas de risa y de bienvenida.
   Llegó Eneko.
   Mi primer nieto.
  Un desconocido sabor en la boca y una presión, como de regocijo y algazara, en el pecho.
   Un título, a partir de ese día, que exhibo orgullosa.


   Y tomas su diminuto pie en la mano y sabes que ya no estarás sola jamás.
   Y aspiras un olor a ternura y a futuro.
   A trabajo pendiente.
   Largo recorrido.



   Y le susurras, acercando tu boca a la perfecta oreja, que le vas a querer siempre y que será un placer caminar a su lado por esa travesía  maravillosa que le espera.
   Y ya te impacientas por comenzar a contarle cómo es el techo parpadeante de las noches, el sonido mullidito del agua, todos los amaneceres, la danza de los otoños y los ojos pacientes de nuestro perro. Mostrarle el mundo y sus prodigios.
    Y te olvidas de escribir o deseas hacerle cien poemas y dejas a sus padres que contesten las preguntas o eres tú la que te adelantas convencida que es tuyo. Sólo tuyo. 
    Tu única responsabilidad. 
    Tu único dueño.

    Han pasado, como os decía ayer, ocho meses.
    Ocho meses de descubrimientos. De reconocernos.

   Y ahora, este verano, se ha convertido en mis vacaciones. Las mejores de mi vida.
    Eneko y mi nieta Martina, nacida diecinueve días después, dentro de aquel diciembre insólito y tumultuoso.
   Y Ana María y Teodora, hermanas de Eneko y que han hecho que el título del que os hablaba unas líneas más arriba quede enmarcado con  marco dorado y regio en la mejor pared de mi salón ocupado.
    Y aquí, con mis cuatro nietos, después de consumir juntos el mes de julio, nos aupamos a este agosto único para continuar mirándonos, para pintar el aire y rellenar de instantes hermosos el cuaderno interminable que hemos comenzado a dibujar con nuestras risas y con las huellas de nuestras manos sedientas.

De Martina y de sus ojos de luna os hablaré otro día.
Os deseo lo mejor.

Carpe diem.










2 comentarios:

  1. Y el recorrido es un mar de sensaciones que te hacen vibrar y sentir una vida nueva. Resuena en tus oídos cada palabra que te dice, cada mirada tierna, la complicidad que se va creando entre abuela y nieto agranda nuestro sentimiento, queriéndolo aún más, si cabe. Han sido vacaciones intensas, para anotar en el cuaderno dorado. Nos vemos. Besos.

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    1. Pues ya me dirás si tú también eres, este verano, más abuela, si cabe, que antes. Ya ha llegado? Un abrazo. Enhorabuena.

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