miércoles, 27 de junio de 2018

Desahogo solitario.

1998-2018.

Se me cayó el pelo y la esperanza.
La sonrisa no.
La sonrisa se disfrazó de juego y de disimulo.
De no pasa nada y de qué mona estoy con esta peluca de corte retro.
Ahora, que de casi todo hace ya veinte años, me duele el pecho.
Reclama su protagonismo. Su plantón en el baile. 
Su juego inacabado. Grita.
Yo intento seguir con la burla. Con el disimulo.
Pero, ahora, que de casi todo hace ya veinte años, me pide cuentas, se subleva y enarbola la cicatriz y la rabia.
Quiere volver a la trinchera.
Y yo, acaricio su rayita de pena y de desconsuelo y le susurro, bajito, con voz de entonces, que debemos sonreír y abrir la boca, amusgar los ojos ante el viento que penetra y lamer la lluvia y las noches desnudas, que seguimos vibrando ante esos dedos que devoran, que hemos vencido y que somos las primeras en el frente.
Ahora, que de casi todo hace ya veinte años, me toco a solas y me cuento un sueño.
Y se me cayó el pelo y el tiempo se detuvo, una tarde que ya es poema, deseo abandonado y olvido.

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