domingo, 1 de octubre de 2017

Reseña crítica de Besos de nitroglicerina en el corazón.

Leganés, 30 de septiembre de 2017

     Buenas tardes, Eloísa:
   He terminado Besos de nitroglicerina en el corazón, lo he dejado reposar para evitar que lo sentimental influya demasiado en el análisis y te hago este sincero comentario, creo que desapasionado y bastante objetivo, hasta donde ese adjetivo nos permita.
    Pensemos que no te conozco y que te hablo del libro de otro.
   El libro es de lo mejor que he leído últimamente de poesía. Soy un lector habitual de poesía, no me tengo por gran lector, ya quisiera, pero este género, que me parece “el mejor” género literario (literariamente lo más grande es ser poeta, si no, que se lo digan a Cervantes o a tantos otros), me atrae y soy aficionado a él, aunque yo no lo escriba o sólo haya hecho algún escarceo “escolar”. Esa es la primera impresión.
    Creo que la autora toca el alma humana —permítaseme la metáfora de “alma”, me parece excelente— y consigue un par de cosas que sólo consigue la buena literatura y, por lo tanto, la buena poesía: emocionar y ser un medio de autoconocimiento para el lector. Pienso que la experiencia literaria se produce fundamentalmente en el lector.
    La autora, entrevé el lector o explícitamente ella lo dice, parte de una experiencia personal de profundo dolor, que en las manos de un poeta se transforma en arte (la poesía es un arte), y es capaz de transportar la experiencia a la palabra poética. Por eso emociona. Mucha gente tiene similares experiencias, pero no es poeta. Los mejores textos poéticos, por desgracia para el autor, nacen de la experiencia del dolor en sus múltiples facetas: la enfermedad, el desamor, la muerte de seres queridos, etc. No soy muy aficionado a Miguel Hernández, pero escribió la Elegía a Ramón Sijé y para qué más, posiblemente uno de los mejores poemas de la literatura universal. Nuestro Garcilaso, si hubiera sido un amante correspondido y dichoso, nunca hubiera escrito la Égloga I, y así sucesivamente. Como dice María Zambrano, en el sufrimiento extremo (vg. Job) es donde el ser humano se conoce y conoce su individualidad, y es esa “placenta de sombra” de donde nace la obra de arte. No es necesario conocer a la autora del libro, los entresijos de su biografía (no te conozco a ese nivel), para conectar con su experiencia personal, la que nos llega a través de las palabras. Es más, en el buen sentido de la palabra, inmersos en la lectura, nos es indiferente el dato biográfico.
    La escritura, los versos, las metáforas, etc. me parecen de gran calidad. Hay un dominio “profesional”, si esta palabra es apropiada para un poeta, del verso libre, tanto en metros cortos como en metros largos.  
    El verso tiene ritmo, no he observado gazapos, y sostiene el tren de palabras sin aspavientos, con suavidad, no se nota, que es una de las cualidades del buen verso. Hay un soneto en la página 74 que me parece excelente, impecable. No sé si es un guiño de la autora como diciendo que también maneja las estrofas clásicas.
   Personalmente, no encuentro “pegas” al libro, cuya indagación y descubrimiento suele ser una petición de la autora a un servidor. Valoro positivamente que la autora nunca sea “excesiva”, no caiga en los excesos del poeta adolescente, que suele ser “verborreico”, ni en los tópicos de lo que mucha gente cree que es la poesía. Esa contención da calidad al texto.
   Hay poemas realmente brillantes. Por citar algunos (tengo todo el libro subrayado): ¿De dónde sacan el impulso final / los suicidas? (p. 12), Hoy he recorrido mi cuerpo despacio (p.48), Cáncer (p. 50), No me acuerdo de nada (p. 54) y Hundo la nariz (p. 55). Hay versos soberbios: y el color de la amapola / me consuela en el dolor (p. 21), el olor de la tinta / me detiene (p. 12), Las manos se avergüenzan / de los dedos inservibles (p. 38).




     Como la autora quiere que la fustiguen, literariamente hablando, diré sólo tres “cosillas” que no son objetivas, son impresiones de lector que podrían cambiar en futuras lecturas. La poesía también hay que valorarla desde la intuición, y la intuición es efímera. Hay algunos poemas o versos que, siendo buenos, diríamos que me parecen “normalitos”; por ejemplo: En la región del silencio (p. 62), Cuando el día se vuelve noche (p. 64) o ¿Eres feliz?, le preguntaba (p. 40). La segunda cosilla: hubiera elegido otro verso para el título de la obra, por ejemplo: A un paso del precipicio o Anotaciones de un mes sin futuro, pero yo no soy poeta, tiene poco valor esto que digo. Y la tercera: la autora hace un guiño (esta palabreja me gusta) a Juan Gelman en la página 78; no necesita guiños, la autora tiene la suficiente calidad como para no hacer guiños a nadie en este libro; ciertamente cita versos de otros al inicio de algunos poemas, pero este guiño me parece largo y prescindible. Por otro lado, Juan Gelman me parece un tipo majo, una buena persona, comprometida socialmente y “todo eso”, pero como poeta no me dice nada, me parece flojo (sé que me paso de listo o de listillo, que es todavía peor).
     Antes de acabar, quiero señalar dos elementos que me han llamado la atención en el libro y que me gustaría, por simple curiosidad extraliteraria, que me fueran explicados: quién es ese él y por qué la referencia en varios poemas a la cintura.
    Y, dicho todo lo anterior, concluyo diciendo que el libro me parece excelente, que he tenido una experiencia literaria de las buenas, de esas en las que uno sabe que tiene algo extraordinario entre las manos que lo cautiva y en las que le da lo mismo quien lo haya escrito. Los libros tienen vida propia, si son buenos están por encima de sus autores, porque las palabras están por encima siempre del escritor. Eso pienso. La autora (esto lo digo con respeto, por favor, sin ánimo de faltar) que piense de sí misma lo que quiera en cuanto autora, el libro me parece buenísimo y he pasado unas horas de emoción y de contacto con la belleza que nadie me puede quitar.
     Estaría bien comentar algunas otras cuestiones con la autora, a quien estoy muy agradecido por este libro. Ojalá tuviera el reconocimiento que se merece, pero eso es muy difícil en el mundo en que vivimos.





Carlos Cuadrado Gómez, es Maestro de Infantil y Primaria, Licenciado en Psicología y Doctor en Filología Española.
Autor de Cuentos para Pablo y Paula, La escuela del entretenimiento y Prolegómenos a una cristología de la periferia.

Y yo le estoy agradecida por sus palabras y su amistad.

2 comentarios:

  1. Sin palabras,rara vez encuentras un comentario tan bien explicado, tan incrustado en el sentir de un lector. Aún habiendo leído y releído el libro,que sin duda me ha gustado, pienso que es buen consejo, leerlo pausado, alimentando la mirada,el corazón y el alma.De alguna manera, es de agradecer a personas así la manera de saber desnudar y deshojar poemas. Felicidades junto con un abrazo.Gracias por escribir.

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    1. Sin duda ha sido un alimento la reseña de Carlos. Un abrazo para ti. Esta tarde nos vemos para escribir.

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