sábado, 17 de octubre de 2015

De ansias y sosiegos. Me he comprado un refugio, desde aquí os escribo.

290. Hoy comemos con... Enrique Jardiel  Poncela.



Buenas tardes corazones.
Ya os dije que la pequeña obra de mi casa ha terminado, no hay mal que cien años dure...
Pero os tengo que aclarar que yo no puedo estar pausada y tranquila mucho tiempo, no me lo permite mi duendecillo, ése que se sienta, panzudo y ebrio de novedades, detrás de mi oreja y me susurra a todas horas nuevos proyectos, un movimiento constante, un ansia.
Y con ese Pepito Grillo particular y tocapelotas, acosándome, me he decidido a comprar una moradita que vendían y que estaba adosada a mi Villa Favorita; muchas ya lo sabéis.
Esta ampliación ratifica mi deseo  de auparme al censo del pueblo, de asegurarme un hueco en este Villanueva de los Infantes que me ha acogido con este calor que despiden sus gentes, sus calles y sus variados eventos. Su sempiterna pincelada de cultura. Su riqueza.
Ahora tengo mi refugio, mi celdita de aislamiento, mi cápsula de inmersión.
Mi Villa Favorita II.
Y hoy me he dedicado a hermosearla, al traslado de sombreros y de libros.
De un lado a otro. 
Ya están acostumbrados.
Mis libros son libros viajeros.



Y uno se ha caído durante el cambio. Bueno, se han caído varios, pero uno, de Jardiel Poncela, ha hecho que me siente un ratito a hojearlo. 
Me encanta Jardiel Poncela.


 

Escuchad:



La mujer-gato. (Fantasía)

Aquella mujer tenia unos ojos verdes, como los de los gatos, y eran tan iguales a los de los gatos, que hasta fosforescían en la oscuridad.
¡Qué cómodo resultaba amarla!  
Porque gracias a las felinas propiedades de sus ojos, en la noche uno veía la hora del reloj, sin tener que encender la luz. Y para leer un libro en los momentos de insomnio, tampoco hacía falta encender la luz. Bastaba con decirle a ella:
-Flérida, hija, haz el favor de enfocarme los ojos al libro, que voy a leer un ratito...
En fin, era una mujer ideal. Lo malo estaba en que, a causa de su espíritu gatuno, le encantaba echarse en la tarima del brasero, y adoraba el pescado y daba unos arañazos terribles.
Y aún esto podía perdonársele.
Lo que ya no se le podía perdonar era el que en la noches de enero se levantase de madrugada y  se subiese al tejado a dar paseítos bajo la luna.

(Dice don Enrique que ésto y mucho más se le ocurrió durante la jornada del martes 6 de noviembre de 1928).

He seguido leyendo más historias.
Os las iré dejando en este punto de encuentro.
Voy a continuar rellenando mi rinconcillo.
Cuando esté, ya os invitaré a una copa.

P.D. Si os sobra alguna cosilla antigua, típica, con solera, algún detallico para decorar, avisadme.
Hay tanta pared desnuda y yo con este horror_vacui en las venas.

Mañana os espero.
No dejéis de acompañarme en el recorrido.
Os necesito.




4 comentarios:

  1. Hola. Sea de quién sea el comentario, Tú lo bordas. Enhorabuena por la nueva adquisición. Tendrás infinitos ratos para no olvidar. Te deseo lo mejor. Un beso.

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    1. Gracias, intentaré decorarla con buenos recuerdos e instantes inolvidables. Un abrazo infinito.

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  2. Este, es el resultado de pasar tres veces el dedo corazón por mi amatista, de verdad, tiene poderes. Solo te falta darle un beso y se convertirá en un príncipe azul. Buen domingo. un beso.

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    1. Pues va a ser verdad, aunque nunca lo he dudado. El beso te lo doy a tí. Y un abrazo.

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