domingo, 11 de octubre de 2015

De ansias y sosiegos. Khalil Gibran. Y tres.

284. Las dos princesas.



     Buenos días camaradas.
    Sigo en el pueblo del olor a humo de historia, de los poemas donados y de los patios placentarios y luminosos.
     Sigo en Villanueva de los Infantes.
     Leyendo y escuchando poesía en los patios más hermosos del Campo de Montiel.     



   Esta mañana ha amanecido lloviendo. Apenas un par de horas. Un bautizo de vida, un beso refrescante y reparador. Luego la lluvia, respetuosa y poeta, ha detenido su música para dejar el pueblo limpio y soleado. Para que los patios reanudaran su actividad.
     El pueblo no puede albergar más gente. O sí, que Infantes tiene siempre las puertas abiertas a la literatura, la gastronomía, el teatro y las diferentes rutas por sus calles de tierra roja y caliente.
     Este año, tengo la suerte y el honor de recitar en algunos patios, así que tengo que irme.
     Disculpadme.
   Os dejo, para leer en la hora del aperitivo, un último cuentito del poeta libanés, del errante, y con éste, guardo el librito que encontré el otro día alineado con sus compañeros en las estanterías de mi biblioteca.
    Escuchad, dice así:

"En la ciudad de Shawakis vivía un príncipe amado por todos, hombres, mujeres y niños. Aún los animales del campo se acercaban a él para saludarle.
Sin embargo, la gente decía que su esposa no lo amaba, y aún más, que lo odiaba.
Cierto día la princesa de la ciudad vecina llegó a visitar a la princesa de Shawakis. Y, sentadas, conversaron, y sus palabras derivaron hacia sus esposos.
La princesa de Shawakis dijo con pasión:
-Envidio tu felicidad con el príncipe, tu esposo, a pesar de tantos años de matrimonio. Yo odio a mi esposo, no me pertenece a mí sola y soy la mas infeliz de las mujeres.
La princesa de visita, mirándola, dijo:
-Amiga mía, la verdad es que tú amas a tu esposo. Sí, y aún sientes por él una pasión viva. Y eso es vida para una mujer, como la primavera para un jardín.
En cambio, apiádate de mí y de mi esposo, pues nos soportamos en paciente silencio.
Y, sin embargo, tú y los otros consideran a eso felicidad".

Hasta mañana, corazones, voy a continuar la ruta. 


    La lluvia sigue detenida, escuchando los versos sobre el Quijote, esperando, tras la cruz del Siglo y los olivares, a que acabe esta algarabía, este júbilo, esta borrachera de palabras que nos tiene a todos de vagabundeo por el empedrado, las casas y los escudos de las calles del pueblo.
Que nos deslumbra y llena de ecos. 
Que nos abraza.
Que nos procura paz y sosiego.
Invitados estáis.
Aún queda poesía.



4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Creo que es al revés. Vienen, a veces, a tropel y ahí estás tú para aguantar la embestida y escribir. Un abrazo poético.

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  2. recopila lo que puedas. Ya lo compartiras.Un beso.

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