Me he detenido en el patio de la residencia,
las flores ponen color a los árboles viejos,
el sol ese día era de cobre y fuego,
las ventanas se abrían a pájaros emigrados.
-"Hemos vuelto al Paraíso",- me susurran,
aquí no hay peligros ni asusta la noche,
como en aquel hay Adanes y Evas
y las manzanas se pueden morder sin pecado.
A veces cae la lluvia y moja las risas
que olvidan sin miedo al pie del parterre,
a veces las estrellas iluminan sus cuerpos,
que esconden secretos tras livianas cortinas.
Cuando en alguna ocasión hay una boda,
las campanas de iglesias lejanas voltean sin ruido
y una vez oí al novio, elegante y añoso
regalarle a la novia anhelante, al oído,
un verso que escuchó de algún poeta antiguo:
-"Esta mañana, amor, tenemos veinte años".
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