miércoles, 25 de junio de 2014

Expulsión del paraíso.







Imagen tomada de la red.


Supo de su expulsión del paraíso en el mismo instante que su madre le anunció, alborozada, que iba a tener una hermanita.
Es preciosa, ya tenemos la vejez asegurada, qué suerte hemos tenido, escuchaba decir a su madre mientras competía con su padre por bañarla o darle el biberón.
Tantos mimos.
Tanto vagar sólo por el jardín.
Él la quiso desde el primer momento. Su carita diminuta, su sonrisa, las manitas que se cerraban con inusitada fuerza alrededor de su dedo, cuando acudía por la noche a contemplarla, a velar su sueño.
Adelita, te quiero tanto, le decía bajito, para que sólo ella lo escuchara.
Tenía que saber que él la quería mucho. Era tan bonita. Todo el mundo tan pendiente de ella.
La reina del paraíso.
Y él, dueño de los rincones.
Tanta soledad desconocida.
Pero Adelita sabía que él la quería. 
Por si acaso, se lo repitió muchas veces, mientras apretaba la almohada sobre su pequeña boca:  Adelita, te quiero mucho, te quiero, te quiero...


2 comentarios:

  1. ¡Ay, el síndrome del príncipe destronado! Muy frecuente. Inusual el final atroz de tu relato.
    Mari Carmen

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  2. Hay que tener tanto cuidado con los fantasmas de la mente, con las palabras, con los gestos. Un final atroz y dos víctimas. Un beso Mari Carmen. Sin celos.

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