Imagen tomada de la red.
Amaneció claro el martes 7
de Enero.
Recogió un poco los vestigios de las fiestas y después de un café
bien caliente se dirigió al centro comercial, tan paseado en los últimos días,
para hacer algunos cambios y nuevas compras.
Hizo todos los encargos relativamente rápido, a pesar de las largas colas que
se mantenían delante de las cajas de cobro de las tiendas.
Deambuló después por los
pasillos del centro comercial un poco vencida por el tedio y obnubilada por
las luces y la música adictiva y cansina que se escuchaba por doquier.
Se fijó, cuando ya había
decidido irse, en una tienda que, juraría, no había visto en todos los días que
visitó las galerías, “Devoluciones y Cambios” se leía en un pequeño rótulo de
color azul intenso y con una luz tenue y acogedora en el interior.
Entró.
No había apenas clientes,
al fondo un mostrador de madera oscura y un hombre de mediana edad y con una
barba exageradamente abundante y extraña. Grandes catálogos se exhibían
colgados de las paredes de piedra. Olía a humo.
—¿Desea
devolver o cambiar algo? le preguntó el hombre con una sonrisa amable.
—No
he comprado nada aquí, de hecho acabo de ver esta tienda, ¿qué venden?
—No
vendemos nada, solo se cambia todo lo que se desea cambiar.
Estoy
esperando a que mis criadas me traigan mi vestido de seda amarilla. Ya están
preparando cien naves con grandes velas púrpura y remos de plata. Me voy a
Tarso, Marco Antonio me espera y yo, Cleopatra, voy a vivir mi verdadero amor y a cambiar el rumbo de la Historia.
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