martes, 28 de enero de 2020

Al olor del recuerdo.


Hace dos años que murió mi madre.

     Tengo los brazos llenos de caricias que ya no sirven.
     Esta noche me he despertado a la misma hora que, volviendo su cara hacia el sillón donde yo dormitaba, dejó de respirar.
     Yo abrí en ese instante los ojos, alarmada por el escandaloso silencio que estalló en la habitación del hospital.
    Me quedé quieta unos instantes. Sólo la contemplé. Desde aquel sillón de plástico donde me había recostado un poco, agotada de tantas noches luchando por lo imposible.
     Y no la vi morir. Ella no quiso. Esperó a que me durmiera. Siempre evitó mi sufrimiento.
    La contemplé largo rato y me acordé de todos los abrazos que me reclamó sin pedirlos y no le dí. Pensé que ya habría tiempo, y aquí se quedaron, inservibles y egoístas, ardiendo en mis brazos baldíos.

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